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Desnudez y diversidad sexual en el Museo de Escultura
La institución vallisoletana propone por primera vez, con motivo de la Semana del Orgullo LGBTI+, una nueva mirada a partir de varias de las piezas exhibidas en la Casa del Sol
No existe el derroche de colores de una bandera arcoíris en esta nave blanca del sigloXVI. Aquí –en este jardín de esculturas de la Casa del Sol– domina la tonalidad del mármol, del yeso, la nieve. Blancas son casi todas las piezas que se exhiben en la Casa delSol. Forman parte de la colección del extinguido Museo Nacional de Reproducciones Artísticas. Réplicas talladas en los siglos XIX y XX por los mejores talleres de su tiempo y que esta semana, con motivo de las celebraciones del Orgullo LGBTI+, sirven para hilvanar una mirada desde el arte hacia la diversidad sexual. El blanco se tiñe de arcoíris.
'Cuerpos al sol' es el título de la visita guiada (este sábado y domingo, 11:30 horas) que propone «un juego de miradas oblicuas a algunos aspectos relacionados con el género, la diversidad y la cotidianidad en la Antigua Grecia». Y todo ello, por primera vez, explicado a partir de varias de las piezas que el Museo Nacional de Escultura conserva en esta Casa del Sol.
Esculturas como el Doríforo, la copia que Hofmann hizo en 1888 de la famosa talla de Polícleto (siglo V a. C.). «Si hay algo que caracteriza al arte griego es la desnudez masculina», explica Mónica Crespo Morín, mediadora cultural y guía de la visita, quien recuerda que en el siglo VII a. C. ya había reproducciones artísticas en las que la sociedad ateniense exhibía 'en pelotas' a sus héroes y guerreros.«Era una forma para distinguirse de sus enemigos, como los persas, para quienes la desnudez era algo vergonzoso. En otras culturas, como la egipcia, solo se mostraba sin ropa a los trabajadores manuales o los vencidos en la guerra», comenta Crespo en la visita, donde recuerda –por si hubiera alguna duda– que los griegos no iban desnudos en su vida diaria. Aunque sí que participaban sin pudor en los ejercicios del gimnasio o la palestra.
Junto a esta escultura del Doríforo, se recuerda que en la Grecia clásica el cuerpo atlético, bien definido y cincelado, «era un reflejo de un alma perfecta o interesante». Así, tallas como esta se colocaban en los gimnasios y servían como modelos de perfección absoluta a los que aspirar. La belleza estaba en las matemáticas, en la mesura, el equilibrio. Y las proporciones perfectas hablaban de que el cuerpo debía equivaler a la longitud de siete cabezas.
Puede verse en el Discóbolo (reproducción de Brucciani, en 1889, a partir de la obra de Mirón), con todos sus músculos en tensión. «Los atletas eran personajes muy apreciados y, si triunfaban en los juegos olímpicos, se hacían esculturas de ellos», se explica durante el recorrido, para recordar que «todos los ciudadanos (hombres libres de Atenas)debían tener su cuerpo en forma y preparado para la guerra». Yeso, sin olvidar el entrenaminto del espíritu:'Mens sana in corpore sano'.
Los gimnasios de la Grecia clásica
En los gimnasios de la Grecia clásica –al aire libre, en las afueras de la ciudad, con fuentes y árboles para la sombra– se producían gran parte de los encuentros sociales de esas clases privilegiadas que tenían tiempo libre. Yaquel era un escenario propicio para la homofilia. Para la «homosexualidad pedofílica», la relación entre un adulto y un joven adolescente, que eran toleradas. «El adulto se fijaba en un adolescente en el gimnasio y se convertía en su mentor y guía para introducirlo en la sociedad ateniense», se explica delante de Mercurio sentado (Scognamiglio, 1882) y de Ares Ludovisi (Malpieri, 1881). «En el momento en el que el joven se convierte en adulto, esa relación se disuelve, porque entre hombres adultos no estaban bien vistas».
El origen de esta aceptación de las relaciones entre el ciudadano y el joven efebo hunde sus raíces en los ritos iniciáticos de las tribus prehoméricas. «Cuando un adolescente quería entrar en un grupo social adulto, se retiraba a vivir con otro hombre que se convertía en su mentor. Al regresar, ya podía ingresar en el grupo de los adultos», se recuerda en la visita. «La homosexualidad fue tolerada y alentada dentro de ese rol del mentor. Además, se pensaba que las relaciones entre soldados eran beneficiosas para la batalla, ya que contribuían a que los guerreros fueran más valerosos para proteger a su amado».
Dos ejemplos. El primero está en la obra de Homero. El escritor no hace mención explícita a la unión sexual entre Aquiles y Patroclo (durante la guerra de Troya). «Tal vez no era necesario porque todo el mundo entendía que eran amantes, a partir de esa conexión de devoción y fidelidad». El segundo hay que buscarlo en el siglo IV a. C, cuando se constituyó el batallón sagrado de Tebas, una unidad de élite del ejército, compuesta por 150 parejas de amantes varones. Los combatientes eran seleccionados en los gimnasios y palestras y «fueron punta de lanza en muchas batallas», hasta que fueron aniquilados. Plutarco cuenta que murieron los 300, pero investigaciones recientes desvelan que fallecieron 254 en el campo de batalla.
Si bien el desnudo masculino era habitual en el arte griego desde el siglo VII a. C., el femenino no se extendió hasta casi trescientos años después. En el sigloVa. C. ya había tentativas para insinuarlo a través de la técnica de los paños mojados, con la que los escultores cubrían la figura femenina con unas telas húmedas que se adherían al cuerpo de la mujer para insinuar sin saltarse esa norma. Un ejemplo son los relieves de Dione y Afrodita, las reproducciones que Brucciani hizo en 1879 de las esculturas de Fidias para el Partenón de Atenas. Junto a ellas se exhibe una réplica de la Venus Médicis (obra de Arrondelle, 1882), a la que se recurre para comentar que a partir del siglo IVa. C. ya se comienza a representar a mujeres desnudas. Eso sí, en la mayor parte de los casos se trata de una «desnudez púdica», donde se las muestra en diversas escenas que sirven de justificación para que estén sin ropa:un baño, mientras se están vistiendo...
Junto a Cabeza de Hera (Hofmann, 1888)se recuerda que las mujeres de la clase alta ateniense vivían prácticamente encerradas (su misión:casarse, tener hijos legítimos y cuidar de la casa). Muy pocas se salieron de la norma, rompieron moldes y pudieron estudiar. Como Aspasia de Mileto o Safo.
A esta escritora (murió en el 580 a. C.), procedente de Lesbos, se le atribuye el origen de la palabra lesbianismo. «Era maestra de una escuela en la que ingresaban las jóvenes casaderas». Yen ese centro se dio una relación similar a la de aquellos varones con hombres adolescentes. Solo que aquí eran varias las mujeres. En realidad, Safo –que vivió su sexualidad tanto con hombres como con mujeres– no sería tanto representante del lesbianismo como de la bisexualidad. «Así como hay muchas obras que relatan las relaciones entre hombres, apenas hay testimonios y representaciones de mujeres amantes», cuentan las guías del Museo de Escultura, quienes recuerdan, además, que la mayor parte de estas historias están vinculadas con las clases altas de la sociedad ateniense, pues de las menos favorecidas apenas hay testimonios.
El recorrido por esta sede del museo permite hablar también sobre personas intersexuales (a partir de la Hermafrodita Borghese) y transexuales (con la figura de Tiresias como punto de partida). Frente a la enorme estantería de bustos de diversos personajes (reales e imaginarios)se recuerdan las palabras de Aristófanes en 'El banquete' de Platón, donde explicaba que, en el origen, los seres humanos tenían forma esférica y dos cabezas, cuatro brazos, dos cerebros y corazones que procedían de una unión que podía ser de dos hombres, dos mujeres o un hombre y una mujer. Los dioses dividieron esos seres y eso explicaría por qué, a través de la imagen del amor romántico, se busca a la persona que nos complemente. Y, según fuera la formación original, esa atracción se podía dar de hombre a mujer, viceversa o entre personas del mismo sexo.
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