El ferretero que fue acuchillado y quemado vivo en una bañera por su exnovio
Los bomberos se encontraron con el cadáver semicarbonizado de Daniel tras acudir a la vivienda alarmados por un incendio, que había provocado Jesús tras asestarle varias puñaladas
La humareda salía por la ventana de la buhardilla y ocupaba todas las escaleras del bloque, que fue desalojado por los agentes. Las llamas habían comenzado pasadas las nueve y media de la mañana del 30 de junio de 2014 en un piso de la calle San Luis, esquina con la calle Estación. Allí, los bomberos se encontraron con el cadáver de Daniel, un ferretero jubilado, en una bañera cuando intentaban sofocar el incendio.
Una hora antes de aquel día, Jesús Guillermo salió de su casa con dos cuchillos para acabar con la vida de Daniel. De camino, compró una garrafa de disolvente de cinco litros en una tienda a mitad del recorrido entre su domicilio y el de la víctima y, tras meterla en la mochila que portaba, se dirigió a la casa de su expareja, el 3ºC del número 18 de la citada calle.
Una vez en la vivienda, Jesús comenzó a asestar a su exnovio numerosas cuchilladas, hasta en doce ocasiones, sin que fueran mortales, pero que le causaron heridas cortopunzantes, de las que sólo una, que incidió en el estómago sin perforarle, llegó a penetrar más allá del tejido muscular. La víctima, además de gritar para pedir auxilio, trató de defenderse y arañó a su agresor en la cara, pero sus intentos fueron infructuosos.
Acto seguido, aprovechando que Daniel ya estaba muy débil, le arrinconó en el baño y le empujó a la bañera para, a continuación, rociarle con disolvente y alcohol de 96º y prenderle fuego con unas cerillas. Luego le puso por encima ropas, maderas, papeles y mantas. Hasta colocó la propia puerta del baño, que había arrancado, sobre una parte de la bañera a modo de tapadera.
Entre las pruebas encontradas en el improvisado horno crematorio, figuraban los restos de la garrafa y los cuchillos del crimen, deformados por las llamas, sobre el cadáver y entre el resto del material combustible.
Muerte agónica
Daniel murió indefenso entre las llamas a consecuencia de la inhalación de gases tóxicos y de las quemaduras por todo su cuerpo. Su muerte fue una lenta agonía de unos diez minutos. Fue quemado vivo y estaba semicarbonizado. Quedó en tal estado que ni siquiera fue posible saber si pertenecía a un hombre o una mujer y tuvieron que amputarle varios dedos para hidratarlos para extraer sus huellas y poder verificar su identidad.
Debido al incendio, Jesús se vio obligado a salir rápidamente del baño y el fuego le provocó quemaduras graves e intoxicación por humo. Por ello, tuvo que ser ingresado, en calidad de detenido, en la Unidad de Quemados del Río Hortega. Se encontraba en un estado de semisedación y las quemaduras le afectaban a la tráquea impidiéndole hablar.
Una semana después, todavía hospitalizado, fue puesto a disposición del centro penitenciario de Villanubla en calidad de preso preventivo. A mediados de julio, su estado empeoró. Tuvieron que pasar casi otros dos meses para que fuera dado de alta, pero se negó a declarar ante el juez. El último mes lo pasó en la planta penitenciaria del Clínico.
Jesús Guillermo Marcos Maestro, de 53 años, y Daniel González Repiso, de 64, tuvieron una relación de pareja de año y medio, pero ya eran solamente amigos. Por ello, quedaban de vez en cuando y se llamaban por teléfono, hasta que unos cinco meses antes del crimen se produjo un importante distanciamiento. Además, tenían una cuenta común, un fondo de inversión, con casi 30.000 euros.
Convivieron juntos y llegaron a inscribir su unión en 2003 en el Registro Municipal de Uniones Civiles del Ayuntamiento de Valladolid, pero la relación sentimental había terminado hacía más de diez años. Daniel era natural de Roa (Burgos), llevaba más de ocho años afincado en la calle San Luis y había traspasado en enero de 2014 su ferretería de la plaza Vadillos, que había regentado durante varias décadas.
«Era plenamente feliz desde que se jubiló y estaba volcado en estudiar Arte e idiomas, ayudar a ONGs y dedicarse a sus amigos. Era muy generoso, buena persona, y así se le consideraba en todo el barrio», declaró su hermano, Juan José.
«Prefiero permanecer callado»
En el juicio, celebrado en noviembre de 2015, Jesús se negó a declarar ante el jurado popular, como hizo ante el magistrado cuando fue dado de alta. «Prefiero permanecer callado» fue la única y escueta frase que pronunció durante la vista. El único testimonio del que se tuvo constancia fue su «confesión» ante el forense, al que llegó a decir el día de autos que «salió de casa con la intención de matar».
El informe forense consideró que el autor del crimen actuó plenamente consciente de sus actos, pero con sus facultades volitivas ligeramente disminuidas como consecuencia de un trastorno adaptativo mixto crónico, que le provocaba ansiedad y depresiones, junto a una personalidad con rasgos paranoides y esquizoides. Se intentó suicidar en dos ocasiones, una a raíz de un accidente laboral que le incapacitaba trabajar.
La vecina del piso inferior, que dio la voz de alarma tras escuchar «golpes y lamentos pidiendo auxilio que se fueron apagando poco a poco», explicó que llamó a la Policía y que poco antes de que llegaran los agentes hubo un último ruido, «como si una puerta cayera sobre el suelo y luego silencio absoluto».
También relató que, pocos minutos después, vio bajar por las escaleras a Jesús, que vestía únicamente una camiseta, calzoncillos y sangraba en abundancia por las manos, «dejando un reguero enorme a su paso».
«Estaba como ido»
Los policías que le detuvieron coincidieron en que también presentaba arañazos en los pómulos, una herida en el labio, rojeces en el cuello y cortes en las manos fruto de los intentos de Daniel por defenderse durante el ataque.
Confirmaron que las únicas palabras que Jesús pronunció fueron para decir que estaba en «tratamiento psiquiátrico». «Cuando nos abrió la puerta, estaba como ido», señalaron cuando acudieron a la vivienda, en principio, al ser alertados de un simple incendio. Todos los agentes indicaron que no respondió a ninguna pregunta.
Su abogada, que consideraba los hechos constitutivos de homicidio, sostuvo que el crimen pudo haberse evitado si los facultativos del servicio de Urgencias del Hospital Clínico Universitario hubieran acordado su ingreso cuando su cliente acudió el fin de semana anterior pidiendo ayuda porque temía «hacer daño a alguien». Sin embargo, le ajustaron la medicación y «le mandaron para casa igual que llegó». La letrada solicitaba un fallo absolutorio y una pena de diez años de internamiento en un centro psiquiátrico.
Por unanimidad, el jurado popular consideró a Jesús Guillermo como autor de un delito de asesinato con las agravantes de abuso de superioridad, parentesco y ensañamiento, pero sin alevosía. Se estimó como probada la atenuante de anomalía psíquica del autor del crimen, dado que padecía un trastorno adaptativo mixto que aminoró ligeramente sus facultades volitivas. Lo que no se pudo determinar fueron las razones que le impulsaron a asesinar a Daniel.
Fue condenado a 19 años de prisión y a indemnizar a cada uno de los dos hermanos de la víctima con 35.000 euros, junto con otros 22.047 por los daños causados en la vivienda como consecuencia del incendio que provocó.
La próxima semana
El joven francés que fue asesinado de un navajazo tras una pelea en una discoteca.
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