Crónica negra de Valladolid
Crimen en Parquesol: una carta en un hotel de Benidorm, un vídeo y un «pacto» entre madre e hijoCésar fue detenido en el municipio alicantino tras confesar que había matado a Sacramento, su progenitora, al asfixiarla con una almohada en el domicilio familiar
Todo comenzó a primera hora de la tarde del 31 de enero de 2018 a 670 kilómetros de Valladolid. Una empleada del hotel más alto de España, el Bali, en Benidorm, encontró en el vestíbulo una nota en la que un hombre había escrito: «Por favor, no me ayuden, me quiero morir». El membrete de Cruz Roja Valladolid que había en el papel fue clave para conocer su procedencia, así que los trabajadores buscaron clientes vallisoletanos y encontraron a uno, César F. M., que se había registrado allí la madrugada anterior. La Policía ya estaba de camino al hotel.
Subieron a su habitación, en la planta 23, llamaron a la puerta y el huésped abrió. El enorme desorden que había en la estancia y las botellas de alcohol medio vacías les alertó todavía más. César -de entonces 37 años- acababa de ingerir todo tipo de pastillas y tenía la intención de precipitarse por la ventana para quitarse la vida.
Tras convencerle para que bajara a la recepción, les confesó que había matado a su madre y les dio la dirección del domicilio familiar: el número 15 de la calle Federico Landrove Moiño, en Parquesol. Después de comprobar esos datos, los agentes de Valladolid contactaron con los familiares de César y les acompañaron hasta la vivienda, donde hallaron el cuerpo sin vida de Sacramento M. T. -de 72 años-, con marcas moradas en el cuello. La mujer estaba en su cama, tapada con mantas, un forro polar y una bufanda.
El parricida ofreció a los agentes que le interrogaron todo lujo de detalles sobre lo ocurrido el día anterior en la casa familiar. Allí, según su propio testimonio, asfixió con una almohada a su progenitora. La víctima tenía tres hijos y había perdido a su marido hacía ocho meses, en mayo de 2017. «Vivía sola, aunque sus hijos venían con frecuencia -el nombre de César, el menor de los hermanos, todavía figuraba en el buzón- y su estado de salud era delicado», apuntaban los vecinos a este periódico.
El autor confeso del crimen fue trasladado al Hospital de Villajoyosa, donde recibió atención psiquiátrica. Tras su examen «no se le apreció sintomatología afectiva mayor ni descompensación clínica a nivel psicótico». Más tarde, fue conducido a los calabozos de la Comisaría de la Policía Nacional en Benidorm.
Días después, estando en prisión provisional, fue trasladado al Centro Penitenciario de Valladolid, donde permaneció en un módulo de vigilancia especial para evitar un nuevo intento de suicidio. Desde allí, alegó que existía un «pacto» con su madre, para que, ante los graves padecimientos físicos de la septuagenaria, él la ayudara a morir.
En este sentido, precisó que el día de autos se limitó a cooperar en el suicidio de la víctima y negó que se tratase de un homicidio doloso o asesinato. Esta versión fue la línea de defensa que su abogada mantuvo a lo largo del proceso judicial. «Los dos deseaban morir, ella por su grave situación física y él por los problemas psiquiátricos que padece», apuntaba entonces la letrada.
Seis horas de grabaciones
En el salón de la vivienda, encontraron una cámara de vídeo con tarjetas de memoria. En las seis horas de grabaciones, realizadas entre 25 y el 30 enero de 2018, César explicaba a su familia «lo que habían decidido». Casi todas estaban realizadas en el propio salón y de madrugada. Solo en dos aparecía con su madre.
En ellas reiteraba la intención de acabar con su vida pero sin aludir al plan para ejecutar la muerte de su madre y la suya propia. «No os preocupéis, que los dos nos vamos al cielo», aseguraba frente a la cámara en una de las tomas. En la última, la víspera de irse a Benidorm, César se dirigía a ella: «Mamá, ya está hecho».
Justificó que la mató porque «no me aguantaba» debido a los «muchos problemas» que él tenía. Problemas que eran tanto laborales como personales y psiquiátricos. Por estos últimos había recibido atención médica meses antes debido a la muerte de su padre.
La víctima no pudo defenderse debido al ictus que había sufrido en 2015 y era asistida en su domicilio en sus labores cotidianas. La autopsia realizada en el Instituto de Medicina Legal confirmó que la asfixia fue la causa de la muerte de Sacramento.
Con sus padres y en paro
César F. M. había vivido siempre en el domicilio familiar de sus padres en Parquesol. Su padre, fallecido en mayo de 2017, había estado enfermo durante años y necesitaba oxígeno domiciliario, utilizaba silla de ruedas y precisaba de ayuda constante.
Dos años antes de la muerte del padre, su madre sufrió un ictus que le afectó al lado derecho del cuerpo, así que utilizaba una silla de ruedas o permanecía tumbada en la cama. Además, le afectó al lenguaje -no podía comunicarse verbalmente a excepción de emitir ciertos sonidos- y a su comprensión. Dependía por completo de otra persona para poder desarrollar las actividades básicas de la vida diaria y la medicación que necesitaba se la daba su hijo, que contaba con la ayuda de una empleada de hogar.
El parricida estuvo en paro desde 2015 y vivía de la pensión de su padre y, tras la muerte de este, de la de viudedad de su madre. Según la Fiscalía, empezó a idear la muerte de su progenitora a principios de enero de 2018 «porque su cuidado diario suponía una carga para él, le desbordó la realidad cotidiana que vivía en el domicilio familiar» y por ello decidió «poner fin a esa situación, matando a su madre para, a continuación, intentar acabar con su propia vida».
Dosis letal de medicamentos
César decidió que mataría a su madre la tarde del 29 de enero de 2018. Antes de esa fecha compró una cámara de vídeo y un billete de tren a Alicante. Llamó a la empleada de hogar para que no fuera a trabajar ni esa tarde ni a la mañana siguiente.
Sobre las 15 horas de aquel día empezó a suministrar a su madre una dosis letal de barbitúricos, además de aspirina, lorazepam, morfina y paracetamol, «que su madre tomó sin sospechar ni conocer que estaba ingiriendo fármacos distintos y en cantidades superiores a las pautadas».
Pero, como la noche pasaba y la mujer no se moría, le colocó algodones en la boca y la nariz fijados con cinta adhesiva y le tapó la cara con la almohada para acelerar su muerte. Sacramento murió sobre las 14:00 horas del 30 de enero de 2018. Muerta su madre, César cogió un tren a Alicante a las 18:30 horas y allí tomó un taxi que le llevó a Benidorm.
«Capaz de comprender entre el bien y el mal»
La Fiscalía consideró que cuando confesó el crimen, era «plenamente consciente de que su madre no tenía capacidad para comprender ni tomar decisiones sobre su persona y su vida porque el ictus se lo impedía, así como de su vulnerabilidad y absoluta dependencia de terceros».
El informe sobre su estado mental reflejaba que el parricida «tenía uso pleno de sus facultades mentales, porque con su trastorno la persona no perdía el contacto con la realidad, comprendía y tenía capacidad para decidir». Se reconocía, no obstante, que presentaba un trastorno obsesivo compulsivo, una capacidad intelectual límite y un trastorno depresivo recurrente, pero «era capaz de comprender entre el bien y el mal».
Durante el juicio, celebrado en diciembre de 2019 en Valladolid, César se derrumbó en una ocasión. Fue cuando su abogada le preguntó si quería a su madre. Entre sollozos, respondió, con la cabeza hundida entre los hombros: «Con toda mi alma».
El jurado popular le consideró culpable del asesinato de su madre al aprovecharse de que se encontraba «desvalida y sin capacidad para defenderse». César F. M. fue condenado a 17 años de cárcel, con la agravante de parentesco y la atenuante de confesión. Su defensa recurrió la sentencia y el TSJ rebajó la condena a diez años al apreciar una alteración psíquica.
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El tiroteo en un bar de Castrillo-Tejeriego que acabó con un muerto.
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