Ciudadanos que se preguntan qué lleva un kit para sobrevivir 72 horas. Un Reino Unido que vuelve a acercarse a sus vecinos tras el Brexit y una Unión Europea que propone movilizar hasta 800 000 millones de euros en defensa en cuatro años. Una nueva coalición de países decidida a ayudar a Ucrania.
Todo esto ha ocurrido en un solo mes: marzo de 2025. A partir de ahora se vislumbra un nuevo panorama en el sector de la defensa en el que la excelencia tecnológica y la cooperación internacional juegan un papel cada vez más relevante.
Así lo reflejan tanto el Plan Rearmar Europa / Preparación 2030 —que ya ha respaldado el Parlamento Europeo— como el nuevo libro blanco sobre la materia, que abordan una estrategia industrial europea en materia de defensa y ofrecen una visión clara y a largo plazo para reforzar la preparación y las necesidades de la Unión Europea en los próximos años.
La buena noticia es que no partimos de cero pues compañías como la española GMV llevan años participando en proyectos europeos que impulsan la cooperación entre países en materia de defensa y seguridad. Sus principales palancas para lograrlo: la innovación y la tecnología.
Mejorar la competitividad
El orden mundial está cambiando a pasos agigantados y las distintas políticas tratan de mantener el ritmo. También lo intentan unos ciudadanos europeos abrumados por las novedades. En medio de un ritmo vertiginoso, surgen las dudas. Al fin y al cabo, una cosa es movilizar cientos de miles de millones de euros y otra muy distinta materializar ese gasto en avances concretos y, sobre todo, efectivos. La estrategia común de defensa afronta grandes desafíos, pero también abre nuevas oportunidades para trazar una dirección compartida de cara a la próxima década.
De hecho, uno de los principales desafíos a los que se enfrenta la UE en su camino hacia una estrategia común en defensa está impreso en su propio ADN: una pléyade fragmentada de Estados que deben aprender a unir fuerzas para afrontar juntos posibles amenazas.
Como en cualquier otro sector, la fragmentación resta eficacia a la inversión: los recursos se duplican, la capacidad operativa queda limitada y la de respuesta puede resultar lenta e ineficiente. Por el contrario, la cooperación en defensa dentro de la UE ofrece ventajas estratégicas, económicas y operativas, tal y como explica Luis Manuel Cuesta Llorente, director de programas de seguridad de GMV.
“Una mayor autonomía estratégica reduce la dependencia de aliados externos. También permitiría a Europa tomar decisiones de manera más rápida y autónoma ante amenazas específicas”, analiza el experto.
A nivel económico, “la cooperación también permite compartir recursos, evitar duplicidades costosas y aprovechar economías de escala con el objetivo de optimizar el gasto en defensa”. Por otro lado, “una defensa común puede contribuir a reforzar el papel de la UE y promover el desarrollo tecnológico dentro de su territorio al incentivar la innovación en sus empresas. Incluso llega a repercutir positivamente en el empleo, al generar un buen número de puestos de trabajo de alta cualificación”, añade Luis Manuel.
Varios ejércitos, un solo idioma tecnológico
¿Cómo lograr que ejércitos de diferentes países con culturas, idiomas y procedimientos distintos, operen de manera coordinada? La respuesta, cada vez más clara, está en la tecnología y en la adopción de estándares comunes. También en el desarrollo de una cadena de mando integrada para definir responsabilidades, tomar decisiones y evitar duplicidades o vacíos, tal y como explica Luis Manuel.
“Una de las claves para lograr una defensa común será la gobernanza a través de una estructura de mando con la capacidad y la legitimidad para coordinar fuerzas de diferentes naciones”, aclara el experto. “Asimismo es necesario avanzar en la interoperabilidad de las fuerzas armadas de los distintos países, así como en una logística común y bien dimensionada para todos”, añade.
Precisamente GMV trabaja desde hace tiempo en mejorar la capacidad de coordinación entre las distintas fuerzas armadas. Lo hace, entre otros, mediante su participación en distintos proyectos del Fondo Europeo de Defensa, un programa destinado a mejorar la competitividad de la industria de defensa de la Unión Europea.
Entre esos proyectos se encuentra, por ejemplo, ACHILE (Augmented Capability for HIgh end soLdiErs), cuyo objetivo es la modernización de los sistemas de soldado y que apuesta por el uso de una arquitectura abierta que, mediante el desarrollo de tecnologías disruptivas, facilitará la colaboración entre tropas con el fin de mejorar tanto la supervivencia como el desempeño de los soldados sobre el terreno. Desde exoesqueletos que aumentan la resistencia física y la movilidad, hasta tecnologías que facilitan la colaboración entre distintas unidades, las posibilidades de mejora son amplias y variadas.
Por su parte, EDOCC (European Defence Operational Collaborative Cloud) otro proyecto en el participa GMV, busca construir una plataforma virtual que aumente la interoperabilidad, eficiencia y resiliencia de las operaciones militares en el campo de batalla.
“El uso de estándares y arquitecturas abiertas facilita escalar fuerzas y equipamiento. Permite aplicar nuevas tecnologías de manera más rápida, conectarlas entre sí y actualizarlas más fácilmente. De esta manera se evita trabajar con sistemas cerrados que entorpecen la interoperabilidad entre aliados, aumentan la dependencia de ciertos proveedores y encarecen todo el proceso”, argumenta Luis Manuel Cuesta.
GMV aporta a ACHILE su experiencia en arquitectura de sistemas de combatiente, en interacciones robóticas, en equipos y software de mando y control o en navegación. Se trata de lograr que los distintos países “hablen” un mismo idioma tecnológico que permita agilizar y mejorar la eficacia de las operaciones militares conjuntas.
Los nuevos campos de batalla
El creciente uso de tecnología es una gran baza a favor de la competitividad y el aumento de la preparación industrial de la defensa europea. Sin embargo, no solo ofrece ventajas operativas y estratégicas, sino que también puede abrir las puertas a nuevas vulnerabilidades. “Proteger las infraestructuras digitales en defensa es tan vital como blindar una frontera física”, advierte Pablo Frías, ingeniero de Ciberdefensa y Ciberseguridad en GMV.
Los riesgos de lo que se conoce como “guerra híbrida” son numerosos y también peligrosos. “Los ciberataques, la suplantación de señales de posicionamiento, la infiltración de malware en redes militares o los intentos de desinformación y manipulación digital, pueden llegar a desactivar, desorientar e incluso tomar el control de activos críticos sin necesidad de disparar una sola bala”, advierte Pablo Frías.
Para contrarrestar esta amenaza, la Unión Europea está desarrollando capacidades comunes de ciberseguridad, como el Centro Europeo de Competencia en Ciberseguridad, con sede en Bucarest (Rumanía), o equipos de respuesta temprana, con expertos de distintos países capaces de intervenir de forma conjunta y unificada ante incidentes graves.
También se avanza en la protección del sistema europeo de navegación Galileo frente a intrusiones, así como en la realización de ejercicios conjuntos entre los expertos en ciberseguridad de los distintos países. Esos son los objetivos de los proyectos NAVGUARD (Advanced Galileo PRS resilience for EU Defence) y ACTING (Advanced European platform and network of Cybersecurity training and exercises centres), en los que participa GMV.
“ACTING busca desarrollar una red de ciberespacios avanzados, conectados entre sí, que permitan realizar ejercicios cibernéticos de entrenamiento y formación. Su objetivo final consiste en facilitar la simulación de ataques cibernéticos para analizar posteriormente el desempeño de los expertos y establecer en qué punto nos encontramos en cuanto a seguridad cibernética”, aclara Pablo.
Por su parte, GMV aporta a NAVGUARD el desarrollo de receptores de navegación multiconstelación con capacidades anti-spoofing y anti-jamming. Es decir, capaces de detectar y localizar intrusiones en las señales de navegación que puedan inutilizar o engañar a los sistemas.
”También hay tecnologías emergentes que se utilizan en este ámbito, como la computación cuántica, la inteligencia artificial para la detección de intrusiones, e incluso el uso de blockchain para asegurar las comunicaciones militares. Todas están siendo investigadas y desarrolladas con el apoyo europeo para blindar el entorno digital”, añade el experto en ciberdefensa.
Un salto adelante
La innovación tecnológica que aportan compañías como GMV facilitará el próximo gran salto hacia delante de la defensa europea. Algunos ámbitos en los que Europa avanza a buen ritmo son los sistemas de mando y control —un área en la que GMV mantiene una posición de liderazgo—, el despliegue de redes seguras de comunicaciones para información clasificada o el desarrollo de simuladores y realidad virtual para el entrenamiento conjunto.
“El despliegue de sistemas autónomos desarrollados bajo arquitecturas abiertas, que facilitan enormemente la interoperabilidad, así como el uso de big data o inteligencia artificial son otros ejemplos de tecnologías que ya están aquí y que supondrán un antes y un después respecto a las capacidades actuales”, añade Luis Manuel Cuesta.
La tecnología está impulsando la defensa europea, abriendo nuevas posibilidades para la cooperación y la eficiencia. A pesar de los desafíos, el camino hacia unas fuerzas armadas más unificadas se despeja gracias a la innovación y la adopción de estándares comunes. El futuro de la defensa europea parte de un esfuerzo colaborativo, impulsado por la tecnología, pero también por la voluntad de construir un territorio más seguro y autónomo.
Ana García Novo