¿Y tú cómo la llevas?

Mascarillas. Nunca sospecharon semejante protagonismo en la vida cotidiana de todos y cada uno de los ciudadanos. ¿Obligatorias siempre?, ¿solo cuando no se pueden guardar distancias? Desde esta media noche, siempre. Esta protección individual bien usada es útil y cierra la puerta de entrada, fundamentalmente la boca y la nariz (también los ojos, aunque menos, lo necesitarían; de ahí, las gafas y las pantallas), de esas gotitas imperceptibles de saliva que se despiden al hablar, toser o estornudar en las que viaja el SARS-CoV-2 en busca de un huésped. Pero no siempre es así. Y su manipulación incorrecta puede dejar desprotegidos frente a la covid.

Los expertos coinciden en que la protección más segura frente al coronavirus es la distancia social, dos metros mejor que uno y medio. Pero no siempre es posible y no siempre hay responsabilidad ciudadana. Y, aunque la mascarilla debería de ser solo un complemento, los brotes y el temor a la transmisión comunitaria ha empujado ahora a varias comunidades autónomas, Castilla y León incluida, a hacerla obligatoria.

¿Pero por qué los responsables sanitarios son reacios a su constante uso? Porque hay una gran parte de la población que la emplea mal. Se manipulan, tocan y manejan sin las formas e higiene adecuadas y, como estorban, molestan y dificultan la respiración, se retiran de boca y nariz constantemente abandonándolas en cualquier parte del cuerpo –y no en una bolsa limpia y solo para tal destino mientras se toma el refresco o la caña– y hasta se olvidan sobre la mesa. Su manejo correcto recomienda el lavado de manos antes y después de su uso, tocar solo las gomas y colocarla bien. Además, no todas son reutilizables. El fabricante lo indicará y las que no lo son no deberían utilizarse más de cuatro horas.