El Barco de Ávila: El esplendor señorial de Valdecorneja

Todo en El Barco de Ávila viene de su posición privilegiada en el paso del Tormes. Los asentamientos celtas en el promontorio. El barco primitivo, que dio paso al puente romano, primero, y al puente y a la villa medieval después. El imponente castillo, símbolo del esplendor del señorío de Valdecorneja. La muralla, las casas señoriales, la iglesia y las ermitas… también la judería y la morería. Una ciudad completa y plena de patrimonio. Bellísima, asomándose al río, en medio de un paisaje espléndido.

El viaje por el patrimonio de El Barco comienza necesariamente en el castillo. Traza primera del siglo XII, con la repoblación de Raimundo de Borgoña, reconstruido en el XVI con estilo gótico. Del propio castillo nació la muralla medieval, de la que quedan aún varios restos, entre ellos el arranque de la que fue Puerta del Puente. Y sobre todo la Puerta del Ahorcado, bautizada así por el alcaide al que mandó colgar aquí, por sus abusos con la población, el señor de Valdecorneja.

Monumento histórico-artístico desde 1931, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es, sin duda, uno de los más espléndidos ejemplos del gótico abulense. Además de su exterior, destacan sus bóvedas de crucería, la sala capitular, la capilla del Inquisidor, el retablo mayor y una verja riquísima, una de las mejores de la provincia. Muy cerca se encuentra la ermita de San Pedro.

El Barco, de 1662, construida sobre la casa natal del santo barcense. La Plaza Mayor, con sus soportales, sigue siendo desde el siglo XV el centro público. La crestería gótica de uno de los edificios que la forman denuncia la reutilización de diferentes elementos del castillo. Mercado semanal de los lunes desde el siglo XIII, aquí se localizan también la casa del Reloj, antigua casa consistorial, y el actual ayuntamiento, que fue la casa de la Administración en el siglo XVIII. Así como el Fielato, de finales del siglo XIV.

Para completar la visita no podemos olvidar el sólido edificio de la cárcel, con sus rejas, su cruz de Calatrava y su patio de columnas. O las fachadas de la casa de los Balcones y de la casa de los Gasca...

El Tormes nos recibe y el Tormes nos despide, al otro lado del magnífico Puente Viejo. Ocho ojos y lomo de asno, con trazado del siglo XII. Y más allá del puente, la ermita del Cristo del Caño, con su leyenda devocional y su fuente, que abre el camino para los pueblos del Aravalle. Mucho que ver y que saborear.