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El Encuentro en la calle de la Amargura./ G. Villamil
SEMANA SANTA 2014

El Encuentro de la calle de la Amargura recibe a miles de vallisoletanos

La Cofradía del Cristo del Despojo y la de las Angustias llegan a Santa Cruz en una procesión empañada de lágrimas

ALEJANDRO ANDRÉS

Miércoles, 16 de abril 2014, 19:45

Las primeras lágrimas empezaron a brotar de los ojos de los cofrades en cuanto el Cristo Camino del Calvario salió de la iglesia de San Andrés y se plasmó sobre un cielo azul que no se recordaba otro Martes Santo. Eran las ocho y media y la hermandad del Cristo Despojado sacaba su paso a brazo, ya que con las andas nuevas la imagen no cabía por la primera puerta de la iglesia. Las piernas de Sobrino, un penitente que necesita bastón durante todo el año, aguantaban con fuerza la rampa de subida que hay entre las dos puertas, con el paso a medio metro del suelo y cargando sobre la espalda los cientos de kilos que pesa la imagen. «Sacan fuerza de donde sea», decía el presidente de la cofradía, Tomás Ángel Santos, minutos antes de empezar con la procesión. Macarena Pérez, la directora de las andas, explicaba cómo se ha ensayado estos meses la salida.

Además, como decía Santos, la emoción de los penitentes puede con todo. «Es muy difícil de explicar lo que se siente cuando se sale», decía Óscar Herguedas, un hermano de los que lleva el paso a andas. «Alegría, emoción, lágrimas», conseguía decir poco a poco.

Y lágrimas brotaron de los ojos de los penitentes al salir, entrelazando caricias entre ellos, para demostrar la alegría de poder sacar a su Cristo este Martes Santo. Y más lágrimas había entre los asistentes a la procesión cuando el paso encaraba Mantería en torno a las 20:50 horas escoltada por más de 230 cofrades.

La Asociación Musical Iscariense y una agrupación de músicos de la hermandad acompañaba a los cofrades. Y la Virgen seguía subiendo lenta, escoltada por unos 250 cofrades de la hermandad y muchos más de otras cofradías. Y lágrimas y más lágrimas. Pero no gritos, si no lágrimas silenciosas y castellanas cubrían ambos lados de la calzada según pasaba la Virgen.

Y llegó el momento del Encuentro con su hijo, que, según lo previsto, llegaba a la vez a Santa Cruz para no hacer esperar a su madre. Los directores de pasos golpeaban en las carrozas y los cofrades bajaban. Tres toques y descanso. A quitarse un poco el sudor y seguir hacia adelante. Quedaban treinta metros para encontrarse.

Miles de personas esperaban ya en la plaza Santa Cruz, a lo mejor algunos menos que otros años, la llegada de ambos. Y llegaron. Y el silencio llenó la plaza, muy castellano todo. Silencio y el himno de España. Eran las 22:15 horas y las dos cofradías titulares de la procesión se saludaban como la Virgen saludaba a su hijo.

Miguel Vegas, diputado de la Junta de Hacienda de la cofradía de Las Angustias; Maite Alonso, vocal de cultos de la hermandad del Cristo Despojado; y el padre Guillermo, el párroco de Zaratán fueron los encargados de dirigirse a los presentes para llevar a cabo el rezo. Y volvieron, tras despedirse, a sus respectivas iglesias. Pero antes de partir, los reflejos de los focos de la plaza enseñaban el brillo en la cara de la Virgen que decía adiós a su hijo. Eran lágrimas.

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