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CAROLINA RUIZ ALONSO
Domingo, 1 de septiembre 2013, 14:32
Blancanieves, monjes budistas, jóvenes con sandías en la cabeza a modo de casco, trajes de sevillana, pelucas, un bombero, una panda de monos y una manada de tigres. A la cita tampoco faltó una Eva medio desnuda adornada con cuatro hojas (literalmente), eso sí, sin Adán. No son carnavales, no. Es el tradicional desfile de peñas, que cada año perfuma a Valladolid con 'eau' de calimocho, y que se celebra el primer día de las fiestas de la Virgen de San Lorenzo.
El desfile arrancaba a las siete de la tarde, pero muchos ya se habían acercado a la Acera de Recoletos y aprovechaban para empapar de calimocho a los que iban llegando. Algunos tenían suerte y solo recibían agua, como los que pasaban cerca de Sergio y compañía. «Aquí mojamos a todo el mundo. Chicas sobre todo. No se libra nadie», dice riéndose, justo después de descargar su pistola de agua en forma de espada y calar de pies a cabeza a una chica que se dirigía al escenario. Era imposible salir decente de ahí. Otros, como la peña 'Bodega Paco', encargada de abrir el desfile, amenizaba la espera con canciones tan típicas como 'follow the leader' y su conocido baile, que consiguió atraer las miradas de los que paseaban por ahí.
A las 19:10 horas, se iniciaba la marcha con peñistas de todas las edades, desde mayores de 60 años, hasta una pequeña de cuatro, que disfrutaba como una más a hombros de su madre. El recorrido era el mismo del año pasado, desde Recoletos, a la Playa Mayor, pasando por Miguel Íscar y Duque de la Victoria. Y tras la imposición del pañuelo peñero, a cargo de 'Mayores en Marcha', la fiesta continuó en Moreras.
Con este, ya van 19 desfiles consecutivos, que se dice pronto. Y, aunque la esencia no ha cambiado desde que se celebrara el primero en 1994, el recorrido ya no es el mismo, y este año, ni siquiera el final. Lo que esperaba a las peñas en la Plaza Mayor al terminar la marcha, no era el tradicional pregón, sino una discomovida. Algo que no ha sentado muy bien a muchos peñistas. «El pregón era mítico y tenía peso. A las ocho de la tarde no se podía pisar la Plaza Mayor de la gente que había. Ahora como no hay nada, la gente va a su bola, no tiene prisa por llegar aquí», opina Alicia. Una posible explicación a la gran distancia que separaba a la peña que abría el desfile, del resto, que aún continuaba la juerga en la Acera Recoletos media hora después de que arrancara la marcha. De hecho, la gente que observaba la procesión en Duque de la Victoria desde las aceras bien pegados a la pared para no recibir una sola gota de vino, se preguntaban si el desfile había terminado ya, al no ver a nadie más tras las tres primeras peñas.
Aún así, el resultado siempre es el mismo. Calimocho por doquier, suelo pegajoso, jóvenes ya camino del desvarío, y mucha diversión. De vez en cuando alguien voceaba: 'un palo, un paloooo', haciendo alusión al anuncio de televisión. Un grito al que se unían, a continuación, jóvenes de otras peñas. A pesar de los 23 grados que hacía, el camión de bomberos no faltó para refrescar a los más acalorados. Aunque ellos tampoco se libraron de los chorros de agua que les lanzaban los peñistas.
Otro desfile más para el recuerdo, pues. También marcado por la originalidad de los disfraces, donde toreros, emperadores romanos, chicos en canoa, hawaianos y hasta Cupido hicieron su aparición.
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