Borrar
Carmen Lobo, de Villardefrades, coge un libro./ F. JIMÉNEZ

La ruta de 'cada vez somos menos'

Diez mil niños y adultos de 151 pueblos de Valladolid amenazados por la pérdida de habitantes leen libros prestados a través de cuatro bibliotecas móviles

JESÚS BOMBÍN

Domingo, 27 de septiembre 2009, 03:27

La trilogía de Stieg Larsson resiste estoica el zarandeo de las curvas y cambios de rasante de la carretera comarcal VP5607. Igual que las obras de Miguel Delibes, Gustavo Martín Garzo, Pérez Reverte, o Miguel de Cervantes. Ni sus libros ni ninguno de los tres mil ejemplares que porta el bibliobús de la Diputación de Valladolid en sus anaqueles se balancean. Ni se caen. Están curtidos en el empujón. Bien aclimatados al serpenteo por carreteras secundarias en busca de una mano que se los lleve a la mesilla del dormitorio de una casa de pueblo durante quince días.

Y eso está a punto de ocurrir. A la puerta de las escuelas de San Pedro de Latarce (577 vecinos censados en el 2008, 16 menos que el año anterior), en una mañana con sol y olor a otoño recién estrenado, aguarda un corrillo de mujeres de entre 30 y 40 años con libros leídos que sujetan entre las manos y el regazo. Una de ellas es Olga Gómez, ama de casa, dos hijos. Porta 'Los girasoles ciegos', de Alberto Méndez y 'La comunera', de Toti Martínez. Aguarda a que se abran las puertas del bibliobús para devolver su cargamento de historias leídas y sustituirlas por otras.

Antes, la cuadrilla de ávidas lectoras saluda con cariño a Fernando Freyre, encargado de la biblioteca móvil. «¿La saga 'Millenium' de Stieg Larsson la tienes?», inquiere una de las amas de casa. «Si vas a leerlos muy deprisa y los tienes listos a la vuelta de dos semanas, llévate los tres», propone el bibliotecario mientras recoge el carné de una socia y palpa el libro devuelto. «Es que lo he forrado para que no se sobe», se excusa Charo Martín, asidua del bus, mientras escudriña en una estantería a la caza de novela histórica. «Leo por la noche, antes de dormirme en la cama. Y me encanta que el libro tenga intriga, que me meta en la historia».

Dentro del autobús suena una relajante melodía de música clásica, solapada por la algarabía de mozalbetes que salen de la escuela al grito de «¡Ha llegado Fernando, el de los cuentos!».

Una de ellas es Elena Caldero, de 11 años, sexto de Primaria, clásica usuaria del bibliobús desde que aprendió a entender y juntar las primeras letras. Ha devorado 'El diario de una adolescente', de Ana Frank. Le encantan las historias de misterio, como a sus amigas. Por eso los ejemplares de 'Crepúsculo, 'Amanecer' y 'Eclipse', de Stephenie Meyer, causan furor y pasan de mano en mano entre sus compañeras. «Estoy enganchada a la lectura y vengo siempre el día que llega el bibliobús al pueblo», cuenta Elena, que maneja la idea de ser «cirujana plástica o ministra de Economía» cuando crezca.

Mientras, Amanda Morán -32 años, una de las cuatro profesoras que da clase a los 37 alumnos repartidos en cuatro aulas- aconseja títulos de libros para los más mayores y cómics y cuentos infantiles a los más pequeños. La colección de Geronimo Stilton goza de gran demanda. Lo mismo que los libros de historia o naturaleza. «De aquí cogen los chavales muchas obras para ampliar conocimientos. Y también películas», refiere la maestra, convencida de que a un niño lector y con buena comprensión «se le abre la mente y maneja más vocabulario».

Ester García, de 11 años, hace corro con sus amigas en busca de lecturas y cuando encuentra una atrayente, se sienta en las escaleras del autobús y abre con premura las páginas de un cuento infantil. Viviendo en un pueblo tan pequeño, es lo más cercano a una biblioteca que han visto, su única oportunidad de acceder a libros y cuentos que los niños de su edad en una ciudad tienen a mano en cualquier centro cívico o escaparate de librería de barrio.

Más calle, menos Internet

Ester y sus amigas viven contentas en San Pedro de Latarce. «Jugamos todos los días de 5 a 8 en la calle; aquí no hay peligro porque los coches van despacio, nos conocemos todos. Claro que tenemos Internet, pero lo pasamos mejor en el parque», cuenta a la par que sus amigas asienten con la cabeza. Bajan de la librería móvil los últimos niños con libros y arranca el autobús con su carga de historias a cuestas enfilando hacia Villanueva de los Caballeros (234 habitantes, 10 menos que en el 2007). De súbito, aquí cambia el mapa de usuarios. Sólo cuatro alumnos aguardan su ración de dibujos y letras a la puerta de la escuela.

Cumplido el servicio, el autobús rueda de nuevo por la carretera comarcal y se detiene en Villardefrades (200 habitantes, seis menos que en el 2007), que perdió su escuela el curso pasado. Suben dos mujeres. Una de ellas es Carmen Lobo, de 60 años, que va a entregar 'El jardín dorado', de Gustavo Martín Garzo, y un DVD de caza que eligió para su nieto. «Cada vez somos menos», se lamenta mientras Fernando Freyre asiente resignado sin dejar de colocar fichas amarillas de préstamo. «Desde que cerraron la escuela hay menos movimiento», secunda Ascensión López, de 70 años, que ha convencido a varias mujeres de la asociación cultural del pueblo para que se hagan socias y saquen libros. «Si no hay usuarios, el bibliobús dejará de venir y a mí esto me da la vida. Y como cada año somos menos...».

Quince minutos después, bufa el autocar mientras aparca en la vacía plaza de Tiedra (360 habitantes, 13 menos que en el 2007) también ya sin escuela. Pasan diez minutos y no entra nadie a la biblioteca móvil, hasta que llega María Serna, de 64 años, con un capazo lleno de libros, cuentos y DVD para devolver. Para sus dos hijos y sus nietos entresaca de las estanterías material bajo la guía de Fernando Freyre. Él sabe como pocos qué gusta y a quién. Intuye los escritores y las lecturas ideales para la emoción, la historia, la risa, la pena o la reflexión en soledad. Eso buscan diez mil niños y adultos con carné de préstamo en la provincia de Valladolid, donde cuatro bibliobuses cubren 36 rutas y cientos de kilómetros por carreteras comarcales, insuflando un poco más de vida en 151 pequeños pueblos entre cuyos habitantes flota una certeza: El próximo año serán menos.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla La ruta de 'cada vez somos menos'

La ruta de 'cada vez somos menos'