
JORGE URDIALES
Viernes, 4 de septiembre 2009, 03:32
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Don Miguel Delibes? /-Sí, soy yo. / -Le llamamos desde Estocolmo para comunicarle que se le ha concedido el Premio Nobel de Literatura Una conversación igual o similar a ésta es la que estamos esperando muchos en España entera. Una llamada como la que se le hizo a Cela aquel 19 de octubre de 1989. Para Cela, que le hubieran propuesto para el Nobel no era algo nuevo. En una ocasión confesó a su secretario personal, Gaspar Sánchez Salas, que la primera vez en que su nombre sonó en la Academia Sueca fue ya en el año 1959. Aquel día de otoño de 1989 se hizo realidad. A las 11 de la mañana ya había apostados junto a su chalé de El Clavín (Guadalajara) varios periodistas suecos. Algo más tarde fue Leopoldo Calvo Sotelo quien lo llamó personalmente para darle la noticia. El expresidente se había enterado a través de su hijo, que trabajaba de agregado cultural en la embajada española de Estocolmo. Cuando llamó el entonces ministro de Cultura, Jorge Semprún, creyendo que iba a ser el primero en darle la noticia, le contestó Cela: «Te lo agradezco, pero eres ya el duodécimo que me llama».
Somos muchos los que esperamos algo parecido con Delibes por ser justo y necesario. Los motivos le sobran. He aquí alguno más, si echamos un vistazo a 'Las ratas':
'Las ratas'' de Miguel Delibes, al igual que el buen vino, irán cogiendo cuerpo y sabor con el paso de los años. Me refiero a su libro de enero de 1962, 'Las ratas', en el que se cuenta el modo de vivir del tío Ratero y de su hijo, el Nini, que cazan ratas de agua para sobrevivir.
En 'Las ratas' brillan por encima de los demás, tres luceros delibianos: las magníficas descripciones de don Miguel, la interiorización que ha hecho el maestro de la Castilla rural y el excelente empleo del lenguaje rural presente en todo el libro. Del lenguaje rural, del que algo sé, se podrá hablar en otro momento.
Para explicar el primer lucero: ¿quién enseñó a Delibes a describir paisajes y personajes de esta manera? Cuando don Miguel comenzó a cursar el Bachillerato en el Colegio de Lourdes de Valladolid, en 1930, no tenía en su cabeza el ser escritor. Al concluirlo, tampoco. Efectivamente, estudió Derecho y Comercio. Pero en el Colegio de Lourdes, de los hermanos de La Salle, hubo un hermano que le enseñó a redactar con la claridad y el orden que eran propios de la educación francesa de los hermanos. Ese hermano fue el hermano José María, por aquel entonces (años de la II República) conocido simplemente como Fermín, al tener que silenciar los religiosos en España su condición de tales.
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El hermano José María dio clase a Delibes de Preceptiva Literaria en 4º de Bachillerato. Durante el curso realizan ejercicios prácticos de redacción, versificaciones, narraciones y descripciones. Los temas de las descripciones son de libre elección pero tomados del campo. Llevan al alumno Delibes y a sus compañeros a tener que observar el campo. En junio, Delibes obtendrá un 17/20, sobresaliente.
Miguel Delibes domina la técnica de la descripción porque observa, escucha, huele, siente detenidamente lo que le rodea. Así en 'Las ratas' sabrá diferenciar el verbo que nombra el sonido de las avefrías (gruir) del de los zorros (gañir). Después de mucho observar nos cuenta que al cerdo, cuando se le mata y se le cuelga le suele escurrir un hilillo de sangre fluida que forma un pequeño charco rojizo sobre las lajas escarchadas del corral. O que para matar la rata de agua cazada, basta con un violento tirón del rabo para quebrarle el espinazo. A base de escuchar, preguntar y vivir con las gentes de los pueblos de Castilla y León se pueden decir verdades como la que pone en boca de Justito, el alcalde, sobre el guiso de 'Las ratas': «Fritas, con una pinta de vinagre, son más finas que codornices».
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Para explicar el segundo lucero: Delibes ha interiorizado la Castilla rural de la segunda mitad del siglo XX. La Castilla que pasa de la alpargata al 600, del trillo a la cosechadora y de las caballerías de machos al tractor.
Recordemos que en 'Las ratas' Delibes hace que sus personajes se guíen por el santoral, como han hecho las gentes del campo en estos campos durante siglos. ¡80 festividades tengo catalogadas en 'Las ratas' entre santos, vírgenes y otras fiestas religiosas!
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Recordemos que en la que década que nos sitúa el libro (los 50) las matanzas eran una verdadera fiesta con amigos y vecinos tal y como nos lo cuenta don Miguel. Si hoy se preparan fiestas de la matanza para turistas y generaciones más jóvenes es porque aquel modo de vida tiende a desaparecer.
Delibes (en frase propia del escritor) «acierta a pintar Castilla» cuando pone a los personajes de 'Las ratas' unos nombres que en aquellos tiempos estaban de moda: Zósimo, Antoliano o Mamertito. Eran otros tiempos. En el pueblo de mis abuelos y los cercanos de las riberas del Esgueva y del Duero, se pusieron de moda estos nombres 'raros' en la última década del siglo XIX. La moda duró hasta mediado el siglo XX. Después de 1950 fue más difícil encontrar a un bautizado con el nombre de Antioco, Onesífora o Donaciano.
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Podríamos seguir, casi infinitamente, mostrando ejemplos de la interiorización castellana de Delibes en 'Las ratas'. Ahora, este libro de Delibes vale lo que vale pero, ¿hemos pensado en el valor que tendrá 'Las ratas' cuando pasen unas pocas décadas más y las generaciones que han vivido estas experiencias que nos cuenta don Miguel ya no estén entre nosotros? La valía de 'Las ratas' irá en aumento con el paso de los años. Y quien dice 'Las ratas' dice Castilla habla, El último coto o Las perdices del domingo.
'Las ratas' es una aportación más a la larga lista de peticiones que se siguen mandando a Estocolmo para que le sea otorgado el Nobel de Literatura a don Miguel Delibes Setién. Que por falta de pruebas no quede.
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