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GONZALO ALCALDE CRESPO
Viernes, 31 de julio 2009, 03:21
Cuentan los pocos sabios que en el mundo han sido, como diría Fray Luis de León, que por Abia de las Torres discurre una antigua vía romana que unía Desobriga (Osorno) con Saldaña, que figura recogida en una antigua 'guía michelín' del siglo VII conocida como el Anónimo de Rávena, donde se describen las arcaicas calzadas romanas y las poblaciones por donde tarnsitaban.
Pues por allí, y en ese viejo códice, según parece, sale a relucir esta población de Abia, y algo de cierto debe de ser, pues en la sacristía de la iglesia de este pueblo terracampino se conserva una lápida romana en la que se cita a un militar fallecido en esa época, que ya fue estudiada y publicada por el erudito y epigrafista jesuita Fidel Fita (Padre Fita), a finales del siglo XIX.
Por lo tanto, si Abia de las Torres ya figuraba como un lugar interesante de visitar en una guía tan antigua, no sería normal que nosotros en este ir de pueblo en pueblo no pasásemos a ver qué había por allí. Y así lo hicimos, plantándonos sin pensarlo mucho en el mirador de las bodegas o del Castillo. Allí, según parece, se ubicaba una torre fuerte que controlaba la margen derecha del río Valdavia, que por allí discurre y en cuya margen contraria se localiza la ermita de la Virgen del Barruelo, con sus curiosas y coloristas pinturas murales, cuyo nombre hace clara referencia a la antigua puebla o pequeño barrio que allí existiera.
Que Abia de las Torres fue una población importante de esta comarca en la Edad Media lo corrobora el hecho de que a mediados del siglo XII el rey Alfonso VII concediese un fuero a la villa, con el que equiparaba por igual a todos sus pobladores: francos, castellanos, moros y judíos. Esto a su vez nos corrobora que su población no era escasa, pues por lo que se ve allí residían representantes de estos cuatro grupos sociales.
Todavía hoy la villa mantiene en cierta medida esta dinámica y esta actividad, pues aparte de las que han sido sus habituales formas de vida basadas en la agricultura de secano y las explotaciones de ganadería ovina, hoy en Abia existe un taller de carpintería metálica, una empresa de elaboración y envasado de miel y una granja avícola. Según nos cuentan unos vecinos del pueblo que pasan la tarde sentados en los bancos de la acogedora y bien urbanizada plaza del pueblo, la granja es la que más huevos tiene de la zona, pues en sus gallineros se alojan y se empeñan en su producción y puesta más de 50.000 aves.
Como el médico me ha dicho que me controle el colesterol, no quiero saber más del tema y me despido de mis informadores, marchándome a visitar la iglesia de Abia de las Torres, que no dista mucho de allí y que está dedicada a Nuestra Señora. Esta parroquia es un excelente edificio barroco con planta de salón, adornado con espada, pues no debió de dar para hacer torre o se vino abajo hace siglos y no se rehizo.
La joya de la iglesia
Varios son los retablos barrocos que dentro del templo se pueden contemplar, pero la joya de esta iglesia abiense lo es su gran pila bautismal románica. En su copa se representan tres escenas iconográficas bien definidas: un Pantocrátor, el bautismo de Cristo y un dragón alado que representa al mal, sumiso ante el símbolo de la Cruz.
Asimismo, y dentro de la sacristía, podemos admirar una buena cajonería de nogal, junto a algunas imágenes pertenecientes a los templos de algunos de los despoblados del término, entre las que sobresale un magnifico San Sebastián gótico.
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