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Óliver García posa con la camiseta del palentino Asenjo, el último en salir de la 'fábrica de talentos', junto a la Residencia de Jugadores. / RAMÓN GÓMEZ
Real valladolid

Una década de sueños

La Residencia de Jugadores cumple diez años con el cancerbero Sergio Asenjo como el último gran producto surgido de la factoría blanquivioleta

ARTURO POSADA

Lunes, 22 de junio 2009, 10:06

Si para el tango veinte años no son nada, un decenio podría considerarse casi como un pestañeo histórico. Esa sensación de velocidad se apodera de Óliver García, el director de la Residencia de Jóvenes del Real Valladolid que hoy lunes 22 de junio cumple sus diez primeros años. La idea surgió del propio García, cuando planteó a los hermanos Fernández Fermoselle, a la sazón dirigentes del club, y a Ramón Martínez, entonces director de fútbol blanquivioleta, la necesidad de disponer de un espacio propio para acoger a los jugadores llegados de fuera. «Me dijeron que sí. Empecé en junio de 1999 y hasta ahora».

El primer balance de la Residencia de Jugadores se basa en los resultados. ¿Cuántos jugadores han brotado de sus entrañas para consolidarse en alguna etapa reciente en el Real Valladolid? Colgada del despacho de Óliver García se encuentra la respuesta: cinco camisetas blanquivioleta, con cinco nombres y cinco dedicatorias. Óscar González, Jonathan Martín, Álvaro Antón, Asier Arranz y Rafa López. Todos ellos jugaron con el primer equipo más allá de los estrenos simbólicos de otros canteranos como Ortiz, Teo, Agustín Villar o Carreño. Sergio Asenjo tiene un lugar aparte. Bien por falta de espacio, bien por motivar a los jóvenes jugadores, la elástica del portero palentino se encuentra en el comedor, el lugar por donde todos los chavales pasan tres veces al día.

«La botella se puede ver medio llena o medio vacía. Ha salido gente, pero nunca se sabe si es mucha o poca. Para un club como el Real Valladolid esto es una inversión. A nivel económico, no podemos competir con otros clubes y la Residencia es la mejor inversión, hoy y hace diez años, para que el Real Valladolid pueda fichar a jugadores con proyección», expone Óliver García.

La inversión pudo evaporarse en los primeros años de Carlos Suárez como presidente cuando el club, acuciado por una gravísima situación económica, se planteó la posibilidad de venderla. Se habló de modificar el plan parcial de Parquesol, pero finalmente la Residencia continuó en su sitio.

La Residencia de Jugadores es uno de los activos de la Fundación Real Valladolid. Costó 500 millones de pesetas de la época (unos tres millones de euros), una cantidad cubierta con el traspaso de Óscar González al Zaragoza y que aumentará su rentabilidad con la venta de Asenjo. La irrupción de Óscar en el fútbol supuso el primer gran acontecimiento para los responsables de la Residencia. «Y no sólo para nosotros, sino para todas las categorías inferiores», recuerda Óliver Garcia. «Ése ha sido el momento que más gratificaciones nos ha dado. Óscar fue el primer jugador de la Residencia que saltó directamente del filial al primer equipo. Javier Baraja, por ejemplo, tuvo que pasar por Málaga y Getafe».

La Residencia posee capacidad para 44 chavales, pero no todas las plazas están cubiertas. No hace falta. Sólo viven allí los que, deportivamente, «hacen falta». Las edades abarcan desde los infantiles (13 años) hasta los juveniles de División de Honor (19). En plena adolescencia, el director se ve obligado a emplear sus mejores dotes. «Si para un padre ya es difícil llevar a un hijo, manejar a 30 puede ser complicado. Se entrenan dos horas y el resto del día están aquí. Somos exigentes, pero los chicos ya saben a lo que vienen. Hay un respeto mutuo. Por su parte y por la nuestra».

En la 'casa blanquivioleta' hay normas. La primera y más importante tiene que ver con los estudios. Todos los chicos están matriculados. La Fundación Real Valladolid mantiene un convenio con el instituto Antonio Tovar, con hilo directo con el jefe de estudios y la dirección. Todos los chavales están obligados a asistir a clase.

El fútbol como hobby

«Yo tengo un lema», apunta Óliver García. «Estudiar es una obligación y el fútbol es su 'hobby'. Esto no es natación sincronizada ni gimnasia rítmica, deportes en los que se entrena durante muchas horas. Por la mañana van a clase como el resto de sus compañeros. Por la tarde dedican parte de su tiempo de ocio al fútbol en lugar de estar chateando, con la Wii o en el parque. Tienen que darse cuenta de que la mayoría no llegará a Primera, ni siquiera a ser jugadores profesionales de fútbol, aunque muchas veces los padres se creen falsas expectativas».

Otras normas tienen que ver con los horarios. A las ocho y media de la mañana se abre el comedor para que los jóvenes futbolistas desayunen. A las nueve sale el autocar hacia el instituto. La comida es a las dos y media. Luego llegan los entrenamientos, el tiempo libre hasta las 22.30 (una hora extra en verano) y el silencio a partir de las 23.45.

En cada habitación, sin televisor, hay dos jugadores. Internet absorbe mucha parte del ocio no futbolístico, pero hay poco riesgo de interminables madrugadas 'on line', pegados al Tuenti o al Messenger. El 'wifi' se desconecta por las noches. A pesar de todo, algunos buscan redes inalámbricas cercanas para saciar su apetito internáutico.

Diez años es poco tiempo. O quizá no tan poco. El ambiente ha mejorado desde las primeras hornadas de jugadores, con gente conflictiva que no entendía los sacrificios que suponía formarse como futbolista y como persona. Además, están los ejemplos de Óscar González, Álvaro Antón, Asier Arranz, Rafa López, Jonathan Martín... futbolistas que llegaron al más alto nivel en el primer equipo. Y está el ejemplo caliente del palentino Sergio Asenjo, claro. Una idea ronda por la cabeza de Óliver García. Juntarles a todos para la fiesta del décimo aniversario. Esa fotografía serviría de estímulo para pulir los diamantes que ya tallan en la Residencia de Jóvenes Jugadores para las próximas temporadas. Lo recuerda el técnico Paco de la Fuente a través de un cartel colgado de las paredes del recinto: «Iníciate, aprende, evoluciona, hazte grande y, cuando seas importante, no te olvides del principio».

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