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Garganta de La Yecla.
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La ruta del destierro

Vivar-Medinaceli, el tramo castellano del Camino del Cid, discurre por paisajes de gran belleza y pueblos milenarios

GABRIEL VILLAMIL

Viernes, 15 de mayo 2009, 03:01

T odo comenzó en el año 1048, en Vivar, población a diez kilómetos al norte de Burgos, donde nació Rodrigo Díaz. Eso se cree por las innumerables referencias incluidas en el Cantar («yo soy Rodrigo Díaz el de Bivar») y la mayor parte de la fuentes históricas, que acostumbran a incluir el lugar de nacimiento en el nombre del personaje. Por todo ello, se acepta que esta población sea el lugar natal de Rodrigo. Sus éxitos militares llegaron pronto, durante los primeros años del reinado de Sancho II, quien, para reforzar su reino y poder reclamar el cobro de las parias a la taifa de Zaragoza, comenzó sus primeras campañas militares; las tropas, entre las que se encontraba Rodrigo Díaz, entran en el territorio de taifa de Zaragoza del rey Al-Mugtadir y el ejército les corta el paso a orillas del Ebro. En el enfrentamiento, Rodrigo venció adquiriendo el nombre de Campeador, 'Campi doctus', distinguido en la pelea. El rey le pone al frente de su ejército en el asedio de Zamora, donde don Sancho perdió la vida.

Nombrado rey Alfonso VI, invita a Rodrigo a acompañarlo en una expedición al reino moro de Toledo. El Cid, enfermo, no puede ir. Y aprovechando la ausencia del monarca, los musulmanes atacan por sorpresa Gormaz haciéndose con un gran botín. La noticia llega a oídos del Cid que con su ejército entra en tierras de Toledo y regresa con siete mil cautivos. El acontecimiento provoca el malestar del rey, quien pretendía la entrega pacífica de Toledo y toma la trascendental decisión de desterrar a Rodrigo. Según las leyes de la época, un desterrado podía ganarse el pan ofreciendo sus servicios a cualquier otro monarca y ello conduce al Cid a dirigirse a tierras de Barcelona y Zaragoza, hasta que en el año 1087 será enviado a Valencia, donde morirá en 1099.

Recorriendo tierras castellanas, atravesando la provincias de Burgos y Soria, se sigue una ruta que hace 900 años puso a don Rodrigo camino del destierro, un camino entre pueblos y paisajes de gran belleza que comienza en Vivar: «Aquís compieca la gesta de mio Cid el Bibar». Esta pequeña población cercana a Burgos y junto al río Ubierna esta presidida por una escultura en bronce del Cid que recibe al viajero bajo el lema de 'Ego Rudorico' (Yo Rodrigo), seña de identidad durante todo el camino.

El tañir de las campanas del convento del Espino llama la atención. Aquí las monjas franciscanas custodiaron el manuscrito del 'Cantar del Mío Cid', escrito por Per Abat en 1207 y que en la actualidad se encuentra en la Biblioteca Nacional. Ésta es la legua cero del Camino, junto al mesón el Molino, auténtico museo 'cidiano', cuyo mesonero, Javier Alonso, recita versos del poema de memoria. De aquí sale el camino que el Cid siguió hacia Burgos, cuna del gótico, capital de Castilla en tiempos del Cid y llena en la actualidad de alusiones al caballero castellano. Antes de partir, el Cid se arrodilló frente a la iglesia de Santa María, donde hoy se levanta la Catedral gótica y donde se encuentran lo restos de don Rodrigo y su mujer, doña Jimena, que descansan bajo el impresionante crucero.

Río arriba, nos topamos con el monasterio de Cardeña, que aparece de repente en medio del páramo bugalés entre un paisaje de verde intenso, verde sueño, dejando ver la desnudez de su piedra fundada por los monjes del císter en el año 899 y donde, según nos cuentan los versos del poema, el Cid dejó a su mujer y a sus dos hijas, doña Sol y doña Elvira, a cargo de los monjes. Siguiendo el itinerario se llega al camino de los Ausines, donde el silencio se convierte en compañero y donde no resultaría difícil imaginarse al Cid cabalgar con los suyos por la estepa castellana. El camino nos lleva a Mecerreyes y Covarrubias, villa medieval que destaca por su torreón de Fernán González y la colegiata de San Cosme, todo dentro de un conjunto arquitectónico muy cuidado.

Santo Domingo de Silos

Por el puente sobre el Arlanza seguimos la ruta por la carretera de Retuerta, rodeando la sierra de las Mamblas hasta llegar a Santo Domingo de Silos, cuna de la historia de Castilla, donde cambiamos el silencio de los paisajes de la estepa castellana por los sonidos del gregoriano que manan de la abadía benedictina del siglo XVI, cuyas murallas guardan el impresionante claustro románico. A pocos kilómetros de Silos se encuentra el desfiladero de la Yecla, un espacio natural originado por la erosión. En los pinares de Pinarejos, 'Spinaz del Can' según el cantar, el Cid acampó y disfrutó del agua fresca de su fuente antes de abandonar tierras burgalesas.

Entramos en Soria por Alcoba de la Torre hasta llegar a San Esteban de Gormaz, cuna, según dicen, del autor del poema de 'Mío Cid'. «Tierras de Soria mística y guerrera», así describe Antonio Machado esta villa declarada conjunto histórico-artístico en 1995. Subiendo al cerro, que alberga bodegas excavadas en su desnuda ladera, se contempla la ciudad entera y el manto de álamos dorados que surgen entre la niebla regados por las aguas del Duero. Cruzando el puente, llegamos a Castillejo de Robledo, donde los historiadores sitúan la Afrenta de Corpes, cuando los infantes de Carrión azotaron a las hijas del Cid abandonándolas en la ermita de Virgen del Monte, santuario rupestre en las afueras. Siguiendo el cauce del Duero llegamos a Alcubillas del Marqués, citado en en el verso 399 del 'Cantar': «Pasó por Alcubilla que de Castilla el fin es y la calzada de Quimea el fue a atravesar...». Es una localidad asentada bajo un cerro cónico, en cuyo alto se alzaba una fortificación de origen musulmán que destruida por Abderraman III. Nada más salir de Alcubillas se comienza a divisar la torre de la catedral del Burgo de Osma. No hay constancia de que el Cid estuviera en el Burgo, pero esta ciudad está de paso y constituye visita obligatoria.

Llegamos a uno de los lugares más emblemáticos de la ruta, Gormaz, donde se encuentra la fortaleza más grande de toda Europa, defendida por el Cid en el 1081, y desde la que se contempla uno de los paisajes más bonitos del camino, tierra infinita de Castilla, parda y verde tierra. A los pies de la fortaleza, tuerce el Duero que baja fuerte por Gormaz y se dirige a Berlanga, cuyas murallas defienden el castillo. Otro de los atractivos culturales de esta etapa del camino es la ermita de San Baudelio una de las joyas del arte mozárabe, el viaje por tierras Sorianas va llegando a su fin, en Medinacelli. Desde lo alto de la villa podemos contemplar la impresionante vista de el valle de Jalón, comienzo de la provincia de Guadalajara y última ciudad de Castilla y León, aquí el Cid dice adiós a Castilla para entrar en tierras manchegas, en territorios de el Quijote. Buen viaje.

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