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EFE
Domingo, 9 de marzo 2008, 02:21
La restauración del ciprés del monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos (Burgos), que ha requerido de la instalación de un aparatoso andamiaje, concluyó el pasado miércoles y garantiza que el árbol, de 125 años y unos 25 metros, seguirá vivo muchos más y podrá llegar a crecer otros siete metros.
El abad del monasterio, Clemente Serna, explicó que la actuación ha consistido en la limpieza interior del árbol, que tenía muchas ramas secas que utilizaban centenares de aves para resguardarse, sobre todo por las noches.
Este árbol, uno de los emblemas de la abadía benedictina, fue plantado en el año 1882 en el jardín del claustro románico del monasterio. Cantado por insignes poetas, entre ellos Gerardo Diego, tiene una gran vitalidad y, según el abad, los expertos vaticinan que podrá llegar a crecer unos siete metros más. La financiación de esta actuación, que el abad prefirió no precisar, se ha llevado a cabo con aportaciones de la abadía y el importe del premio Árbol Histórico, concedido por la Asociación Bosques sin Fronteras.
El Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias realizó el estudio del estado de salud del ciprés, según el cual tendrá todavía una larga vida y seguirá creciendo hasta superar con generosidad los 30 metros de altura.
Conservación
La presidenta de la Asociación Bosques sin Fronteras, Susana Rodríguez, destacó que hay que empezar a acostumbrarse a introducir también el término restauración para los árboles que, como el ciprés de Silos, constituyen un monumento natural. Recordó que los cipreses, sobre todo los de gran tamaño, requieren de labores de conservación regulares y permanentes porque son posada de muchos insectos y aves que anidan y provocan daños en su interior.
Fue la abadía de Silos la que presentó la candidatura del ciprés para el premio en la categoría de arbol histórico. Una de las condiciones era que el importe del galardón se destinará íntegramente a la conservación.
El abad destacó la importancia del ciprés, ya que constituye uno de los buques insignias del monasterio y es una de sus señas de identidad. El árbol tuvo que ser tratado hace años de grafiosis, un hongo que termina por secarlos.
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