La pradera de los milagros
Un paseo en torno al santuario segoviano de El Henar
JAVIER PRIETO
Viernes, 22 de febrero 2008, 02:59
Ni el arroyo que bordea el santuario de El Henar lleva agua, ni de la milagrosa fuente del Cirio se ve caer una gota. Es así como se las gasta el cambio climático. O puede que también la explotación insaciable de acuíferos invisibles. El milagro, tal como están las cosas, no es que la Virgen se le apareciera a un pastorcillo manco para decirle dónde había que escarbar y desenterrar su imagen. El milagro es que aún sobreviva una masa forestal tan valiosa como la que inunda el norte segoviano y el sureste de la provincia de Valladolid conformando un mantel arbóreo tan extenso, intenso y vital como para que a toda esa comarca se la conozca como el Mar de Pinares.
Y no es sólo una exageración o metáfora desgastada de tanto usarse: esa mancha forestal es una de las mayores de Europa en su especie. Uno de sus vértices, convertido en sede de la patrona de todos los resineros de España, es el santuario del Henar, acreedor de una devoción tan intensa en la zona como para congregar a 20.000 personas el día en el que tiene lugar su romería.
La leyenda tejida en torno a la tradición y el santuario asegura que una imagen de la Virgen -no la actual- fue traída desde Antioquía en el año 67 por el primer obispo de Segovia, san Jeroteo, y ubicada en el valle del Henar, donde se la veneró con devoción hasta que en el año 714, y ante el temor de que pudiera ser destruida por la morisma, se la enterró en un lugar señalado por los santos hermanos Valentín, Frutos y Engracia, junto a un cirio encendido.
La aparición
Así quedaron las cosas hasta que unos ochocientos años después, la Virgen se le apareció a un pequeño zagal manco que andaba pastoreando ovejas junto al arroyo para pedirles a los vecinos del pueblo que desenterraran su imagen en el lugar que ella indicase. Y allí encontraron la talla junto al cirio encendido, al tiempo que rompió aguas un chorro de virtudes milagrosas al que dieron en llamar la fuente del Cirio, no tanto por el imaginable lío que se preparó como por la sorpresa de una vela de tan larga duración. Se supone.
El cuento que apoya la Historia es que la talla que se venera en el santuario, de tinte tan oscuro que se habla de 'la morenita', es románica y del siglo XII, y que pertenecería en su momento a la ermita de un poblado que existió en ese lugar.
La fama de sus milagros fue incrementándose con el paso del tiempo hasta derivar en la construcción del actual santuario, entre los siglos XVII y XVIII.
Un corto paseo entre choperas y pinos lleva, de ida y vuelta, en torno a la pradera de los milagros. El arranque hay que buscarlo en el camino encementado que sube por el costado derecho, según se mira, del santuario. Al acabar el cemento, se toma el ramal que, entre dos mojones, sigue de frente. La siguiente bifurcación hay que tomarla a manderecha, mientras se circula por entre una chopera y la linde del pinar, dejando, unos pocos metros más adelante el ramal que se abre a esa misma mano.
Mojones
Seiscientos metros después, tras obviar un ramal que sale hacia el pinar junto a unos mojones de piedra, toca desviarse por el camino de la derecha para continuar por la linde del pinar, mientras se rodea un amplio campo de labor que queda a la derecha.
A cuatrocientos metros de ese desvío, y después de haber sobrepasado unas primeras marcas de rodera, se toman unas segundas hacia la derecha, mientras se camina entre el labrantío, queda también a la derecha y el cauce seco del Henar, que circula por la izquierda.
En el siguiente cruce el desvío es hacia la izquierda, buscando atravesar el arroyo. Ya en la otra orilla, se enlaza con otro camino bien marcado que se toma a la derecha mientras se bordean unas naves granjeras. Después de una pronunciada curva se alcanza el área de esparcimiento montada en torno al santuario.
info@javierprietogallego.com
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