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Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, fundador de las Mañanas de la Biblioteca, en su despacho.
La cita eterna con la poesía

La cita eterna con la poesía

En mayo de 1955 nació de la mano de Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña la famosa ‘Mañanas de la Biblioteca’, celebradas cada domingo, hasta junio de 2009, en la Casa de Cervantes

Enrique Berzal

Miércoles, 13 de mayo 2015, 18:22

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«Las Mañanas de la Biblioteca son lecturas de versos dominicales en la vieja casa que habitó Cervantes. La gente de Valladolid, que suele ser reacia a estas cosas, acude a la Casa de Cervantes las mañanas de los domingos haga frío o calor- a escuchar versos de viva voz. Le da lo mismo que sean coplas de ciego o las Soledades de Góngora, lo que necesita son versos leídos en voz alta y va dónde se los sirven. Es éste un fenómeno notable en la historia cultural de mi ciudad, que se me hace a mí que en este aspecto no es demasiado inquieta».

Así se refería Miguel Delibes, en 1971, a «la más sostenida aventura cultural en Valladolid», en palabras de Isabel Paraíso. Las «Mañanas de la Biblioteca» habrían cumplido hoy 60 años de no haber sido suspendidas a mediados de junio de 2009. Las fundó, el 8 de mayo de 1955, aquel poeta de producción desbordante llamado Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, el mismo que había ejercido como redactor-jefe de El Norte de Castilla y presumía de ostentar el primer carné de periodista de España.

«Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, entre labriego y rubeniano, tenía una cosa de pastor poeta o de cardenal golfo que vivía en la Casa de Cervantes, un lagar profundo de la literatura donde hasta el conserje hacía versos, y los recuerdo: Bordando está la mocita, borda que te bordarás», decía de él Francisco Umbral. Nacido en 1905 en Santovenia de Pisuerga y nombrado en 1995, tres años antes de morir, Hijo Predilecto de Valladolid, Nicomedes dirigió la editorial Santarén antes de ingresar, en 1930, en la Fundación Vega Inclán, desde la que dirigió primero la biblioteca de la Casa Cervantes y luego la Casa-Museo.

Al frente de esta última ideó lo que Godofredo Garabito calificó, allá por 1982, de «cátedra sin planes de estudio, ni exámenes, en la no hay distinción entre profesores y alumnos, en la que lo importante no es la especialización, sino la agilidad ante la vida, la sensibilidad ante el arte y el amor a la poesía y a la cultura; una especie de Institución Libre de la Poesía, en la que lo importante es saber afrontar la vida y entenderla transmitiendo sentimientos y estímulos, aunque sea al cabo de muchos años».

Nacieron las Mañanas de la Biblioteca como cita dominical, ineludible, con la poesía en la ciudad. Cada domingo, a las doce de la mañana, la Casa de Cervantes se erigía en recinto privilegiado de vates y amantes del verso, por lo que El Norte de Castilla no pudo por menos que saludar la iniciativa con fervor: «Se trata de una serie de recitales o lecturas, a cargo cada domingo de un poeta local hay, pues, para largo-, alternándose también con el recitado de nuestros clásicos. Lo agradable del lugar el rincón mejor conservado en su ambiente literario-, la hora y los días elegidos, harán de estas amables sesiones matinales un centro de reunión de poetas, escritores, hombres de letras, además de ese público amigo de todas las manifestaciones del espíritu», escribía Ángel de Pablos Chapado el mismo día del estreno, 8 de mayo de 1955.

Junto a Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, promotor de la idea, figuraba un «equipo» de lectores de poemas formado por Carmen Isabel Santamaría y Santiago Quintero, al que luego se sumarían Amparo Magdaleno, Alfredo Quintero y, más adelante, Beatriz Sanz. Protagonizó la primera edición de Las Mañanas el catedrático de Literatura Fernando González, a quien acompañaban en la mesa presidencial Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña y el catedrático de Filosofía Alejandro Díez Blanco. El resultado, a decir de El Norte, no pudo ser más exitoso:

«La poesía, entrañable y jugosa, de Fernando González, llegó a los oyentes, que escucharon con religioso silencio y aplaudieron muchas composiciones con verdadero entusiasmo, dándose el caso consolador para los amantes de la buena Poesía, de que al darse por terminada la lectura nadie abandonó su asiento y se rogó al poeta que siguiera leyendo otras composiciones, lo que hubo de hacer ante la insistencia de los circunstantes».

Las citas inmediatas acercaron al público las composiciones de los más destacados representantes de las letras vallisoletanas del momento, como, entre otros, Carmen Alonso-Cortés, José María Luelmo, Pilar Moliner, Leopoldo Cortejoso, Rita Recio, Narciso Alonso Cortés, al que se rindió homenaje, Francisco Javier Martín Abril, Francisco Pino, César Medina Bocos, Fernando Allué, López Mateo, Raimundo de Blas, Arcadio Pardo, Ángel de Pablos, José Luis Martín Descalzo, Luis López Anglada y Félix Antonio González. Con capacidad para 150 personas, la biblioteca cervantina llegaría a congregar, a finales de los años 60, a más de 400 aficionados a la cita poética dominical, lo que les obligaba a ocupar habitaciones inmediatas, pasillos y otros lugares de la casa.

No faltaron, en esos primeros años, ciclos dedicados a clásicos de la poesía, desde Lope de Vega, Calderón, Shakespeare y Zorrilla hasta Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio y Miguel Machado, pasando por Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, San Juan de la Cruz o Miguel Hernández.

Música y pintura

1962 trajo más novedades aparte de la celebración del cuarto centenario de Góngora y de Lope de Vega, o de la lectura de poemas de Jorge Manrique, pues fue entonces cuando comenzaron los Jueves de la Biblioteca, que contenían música y pintura, pero también cuando se entregaron los premios de la primera edición del concurso de libros de versos patrocinado por la Casa de Cervantes, que tuvo como ganador a José Luis Medina Castro con Alas sobe el asfalto.

Al año siguiente se leyeron por primera vez versos de José María Pemán, y en 1964, año en que se incorporaron las grabaciones, primero de poesía y más tarde de música, cosechó enorme éxito el ciclo dedicado a Miguel de Unamuno, que incluyó una conferencia de Vicente Rodríguez Valencia.

Entre los hitos más importantes de las Mañanas figura la puesta en marcha, en 1971, de los Sábados Poéticos Juveniles, ideados por Daniel Pato Movilla, con lo que la vivienda cervantina se convertía también en lugar de encuentro universitario y centro de estudio de ciclos enteros de poesía. El eco del éxito provocó la eliminación de fronteras físicas, por lo que desde 1972 se multiplicaron las localidades que demandaban albergar una edición de las Mañanas: desde Santovenia, donde en junio de ese año de 1972 se leyeron poemas de Emilio Ferrari, José Zorrilla, Gaspar Núñez de Arce y Narciso Alonso Cortés, la iniciativa de Sanz y Ruiz de la Peña viajaría, en años siguientes, a Serrada, La Mudarra, Coca, Villagarcía, Medina de Rioseco, Villalón, Íscar, Tamariz, Montealegre, Olmedo, Tordehumos, Rueda, Tordeillas, Medina del Campo, León, Murcia, Sepúlveda, Santo Domingo de Silos, Toledo y, por supuesto, Alba de Tormes y Ávila, donde se rindió culto a la producción poética de Santa Teresa.

Además de a Narciso Alonso Cortés, presente en varias ediciones, se rindió tributo a María Teresa Íñigo de Toro (1988), los propios mantenedores de las Mañanas compartieron sus poemas y la Diputación Provincial homenajeó la iniciativa del poeta de Santovenia haciéndole entrega, junto a Carmen Isabel Santamaría, Amparo Magdaleno y Alfredo y Santiago Quintero, del emblema de la Corporación en diciembre de 1980.

A finales de la década de los 80, con más de 1.000 Mañanas a sus espaldas, Nicomedes cedía el testigo a Amparo Magdaleno, que también lo suplía en la dirección del Museo. En aquellos años, la morada cervantina albergó ciclos no menos relevantes, como los dedicados a Gerardo Diego (1987) o a Jorge Guillén (1984). Una placa conmemorativa, entregada el 7 de mayo de 1995 por el entonces alcalde, Tomás Rodríguez Bolaños, celebraba el 40 aniversario de Las Mañanas.

Dirigidas en su última etapa por Carmen Isabel Santamaría, a quien acompañaban en la lectura de poemas Santiago Quintero y María Antonia Vicente, Las Mañanas de la Biblioteca se citaban por última vez con los vallisoletanos el 14 de junio de 2009. En aquel momento, llevaban más de 2.600 domingos fieles a la cita con los amantes de la poesía.

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