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PPLL
Viernes, 14 de diciembre 2012, 13:44
A veces pasa que el pasmo que produce la contemplación de los grandes monumentos deja el ojo y la mente tan deslumbrados que se ciega hasta el gusto. Pasa que embobados por la grandiosidad de los enormes templos que cabalgan sobre el paisaje de nuestra Tierra de Campos apenas dejamos tiempo y ganas para merodear las afueras de los pueblos que los acogen. Parece como si solo merecieran asombro el retablo, el capitel y la reja del coro. Claro que el asombro es libre y puede estar ya bien saciado. Aunque también es posible que esté a falta de oportunidades. Y a menudo, por eso viajamos, para darle de comer.
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