El párroco con ocho pueblos a su cargo y 700 misas cada año
Adam Sudol, cura de Canillas, Fombellida, Esguevillas, Castroverde, Villaco, Villafuerte, Torre y Amusquillo, es uno de los que lleva más iglesias en toda la provincia
Cuando Adam Sudol (Polonia, 1973) llegó a Valladolid hace ahora once años sabía lo que quería. Le habían hablado «muy bien» de la provincia y «soñaba» con llevar la palabra de Dios de pueblo en pueblo. «Pero no hablaba nada de español. Imagínate, no conocía nada de la cultura ni de la zona. Tuve que trabajarlo muchísimo para aprender el idioma», reconoce este sacerdote en un perfecto castellano. En «tiempo récord» lo aprendió. En cuestión de meses la Archidiócesis de Valladolid le asignó cuatro municipios del Valle del Esgueva: Canillas, Fombellida, Torre de Esgueva y Castroverde. Hasta hace un año, verano de 2019, cuando la jubilación de otro párroco le 'obligó' a hacerse cargo de otras cuatro localidades de la zona (Villaco, Amusquillo, Villafuerte y Esguevillas). Desde entonces, lleva ocho parroquias y es uno de los curas con más iglesias a su cargo en el medio rural vallisoletano. Una realidad que se traduce en al menos sesenta misas mensuales. Dos a la semana en cada municipio (una a diario y otra el fin de semana). Más de 700 cada año. «Depende mucho de los meses, si hay fiestas, novenas, defunciones...», afirma Sudol, al tiempo que apila los documentos de un certificado de defunción sobre uno de los extremos de la mesa que preside su despacho en la iglesia de San Torcuato de Esguevillas.
Porque oficiar misas para despedir a difuntos se ha convertido en el día a día de su actividad. Una realidad que atrapa y absorbe a los pueblos y que no es ajena a la iglesia. «Es una pena, cada vez somos menos. Llevo aquí diez años y se ha notado un bajón importante, y además es que la mayoría de vecinos son mayores», lamenta Sudol, quien estima que «todo irá a menos». «Cuando llegué, en Castroverde, por ejemplo, venían a misa unas 130 personas, y ahora rara es la vez que pasan de 70», insiste.
Pero el verano es «otra historia». La época estival atrae hacia el medio rural a «muchísima gente que también viene a misa». Y más, dice este sacerdote, este año, cuando la pandemia por la covid-19 ha empujado hacia sus segundas residencias a numerosos vecinos. «Son tres meses de vida, pero este año es diferente. En Canillas, por ejemplo, un verano suele haber 30 fieles, pero este año más del doble van a misa. Es prácticamente lo único bueno que ha tenido esta situación, que la gente se ha dado cuenta de que aquí se vive mucho mejor que en la ciudad», matiza.
Si de algo está convencido Adam Sudol es de que como en el pueblo, en ningún sitio. No solo para el día a día –«es muy cómodo, tienes todo lo que necesitas», incide–, sino también a la hora de desarrollar su profesión. El trato con la gente es «mucho más cercano, individualizado», y en los pueblos donde ejerce como párroco ya se siente «uno más». Es, bromea, el «psicólogo» de sus vecinos. «Soy un servidor de la gente; me cuentan sus problemas, sus cosas, y yo intento ayudarles y darles consejos», apunta.
Incluso antes de la emergencia sanitaria le invitaban a «las peñas y bodegas no solo mayores, sino también jóvenes». «Es un error pensar que la relación que existe entre cura y devoto es únicamente para rezar, por la iglesia. No. Yo soy el párroco, pero también soy vecino de Castroverde y la relación y el trato cercano que nos une va mucho más allá que encontrarnos en misa, salvo con excepciones», añade.
Sin embargo, cree que mientras «no se pueda teletrabajar, por muy bien que se viva aquí la gente no se va a quedar». «Hace falta fibra óptica y cobertura; durante la pandemia me tocó ampliar la señal de la antena porque no podía ni hablar por teléfono; yo creo que si la hubiera, sin duda todos los pueblos se llenarían, argumenta.
Ayuda de un diácono
Asegura que «todo lo relacionado» con la iglesia copa la gran parte de su tiempo. Recibió «muy bien» la noticia de que tendría que redoblar esfuerzos y trasladarse al doble de pueblos para dar la comunión, pero, sostiene, se adaptó «rápido». «Supone mucho más trabajo y más tiempo, pero en estos sitios donde hay poca gente es posible porque llegas a todos, en una ciudad o el localidades más grandes, con miles de habitantes, sería más complicado porque al no llegar a toda la gente, el trabajo no se haría del todo bien apostilla.
Asimismo, desde hace algunas semanas cuenta con la ayuda de un diácono con el que se «reparte» la zona del Valle del Esgueva. Desde entonces, comenta, «todo es más fácil», aunque él mantiene el contacto con los vecinos de los municipios que ahora cubre su compañero. «Hay cosas que no se pierden. Sé que si algún día me voy, que espero que no, mantendré la relación con la gran mayoría; al fin y al cabo somos una familia», subraya Sudol.
Considera, al mismo tiempo, que la iglesia católica pasa por un «buen momento» en la provincia de Valladolid. Antes de marzo, insiste, «no tenía dudas», pero la crisis sanitaria le permitió constatar lo que ya sospechaba: «Ir a misa es la única distracción de mucha gente que en sus pueblos no tiene gimnasio, bar o parque». Durante el confinamiento, Sudol recibía «más de veinte» llamadas de vecinos del Valle del Esgueva preguntándole por su estado de salud y pidiéndole consejos. «Muchos me contaban sus problemas. Antes iban a la parroquia, se confesaban y charlábamos, pero como no se podía salir de casa tuvimos que reinventarnos», sostiene el sacerdote.
La misa, punto de encuentro
«Me preguntaban que cuándo abría la iglesia, que echaban de menos esos ratos, lo que demuestra que no es solo un acto religioso, ir a rezar y tomar la comunión, sino que la misa es un punto de encuentro, hablan unos con otros, se relacionan...». prosigue.
Otra de las labores sociales que ejerce consiste en prestar su ayuda a aquellos vecinos que no pueden desplazarse hacia otras localidades a hacer la compra o que, por miedo al contagio de la covid, prefieren mantenerse en casa. «Es algo que vengo haciendo casi desde que llegué. Para un señor mayor es un problema coger un autobús para ir a comprar y luego venir cargado, así que mientras yo pueda hacerlo...», justifica.
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