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Los últimos tiempos están dando para escribir numerosas historias. Y una de ellas bien puede ser la de Cristina Iván y sus dos hijos, que ... se quedaron aislados e incomunicados por nieve en su casa, en el páramo de Fuensaldaña, en el límite con la capital, durante cinco días, sin que nadie acudiera al rescate, hasta que lo hicieron tres agricultores con sus tractores. La odisea de Cristina, Gonzalo y Laura, de 18 y 17 años de edad, estudiantes de Ingeniería Informática en la UEMC y de primero de Bachillerato, comenzó la pasada semana, concretamente el viernes por la noche, cuando empezó a nevar copiosamente sobre la provincia vallisoletana.
Los tres viven en una casa aislada en una zona plana del páramo de Fuensaldaña, en el límite entre la capital y el pueblo, aunque pertenecen a la primera. Hasta hace seis meses el ayuntamiento no les había designado dirección, Camino de Fuensaldaña a Valladolid, número 15. A su vivienda se accede por la salida de Maderas Pisuerga, pasando por el puente sobre la Autovía de Castilla A-62, siguiendo el camino de tierra. Pero no se trata de en un lugar recóndito, sino de una zona a escasos metros de una autovía y cerca de dos importantes núcleos urbanos. La nieve caída en la madrugada del sábado aisló totalmente la casa y los accesos. Después, la ventisca hizo su labor, igualando superficies, llenando las cunetas hasta unir en una planicie tierras de cultivo, camino y accesos. Imposible salir de allí ni poder acceder. «Como teníamos agua y comida no nos preocupamos. Esperábamos que todo pasara rápido y pudiéramos salir. Al ser fin de semana, podíamos estar tranquilos en casa», explica Cristina.
El sábado, la madre tenía un compromiso con unos amigos en Boecillo. Les advirtió de que no podría acudir por encontrarse rodeada de nieve, y un amigo le dijo que iría a buscarla en un todo terreno provisto de neumáticos de invierno y con posibilidad de poner cadenas si fuera necesario. Al llegar al camino se encontró con una furgoneta que se había salido de la carretera. Ayudó al conductor a salir del apuro remolcándolo y avisó a Cristina de que la nieve tenía mas de medio metro de cota y era imposible llegar a su casa.
El lunes, con algunas zonas cubiertas con metro y medio de nieve, Cristina decidió llamar al 112 para pedir ayuda. Tomaron nota pero nadie acudió. El martes insistió en la llamada y le indicaron que avisara al ayuntamiento. Llamó al 010, el número de atención municipal de Valladolid, y no logró respuesta. Pese a no pertenecer a Fuensaldaña, llamó pidiendo ayuda. «Me dijeron que estaban escasos de medios y que había mucho por hacer, interesándose por nuestra estado, que era bueno», explica.
Finalmente recurrió a un amigo de Mucientes, Jorge, que posee un tractor con aparvadero, un apero que sirve para alisar terrenos. Acudió con otros dos chicos jóvenes más de Fuensaldaña, Daniel y Ricardo, cada uno con su tractor y cuchilla, con la que rasparon el camino y así pudo pasar la máquina quitanieves, permitiendo la comunicación entre Fuensaldaña y Mucientes, y ambos municipios, a su vez, con Valladolid. A mediodía del miércoles pudieron salir de su casa.
La casa de Cristina y sus hijos está en un alto, a la que se accede por un camino marcado por almendros. «Está imposible, llena de hielo. He intentado comprar sal, pero está agotada. Para salir de casa ahora lo hacemos por las tierras de cultivo hasta que llegamos a una zona del camino mínimamente transitable», explica Cristina. Mientras tanto, estos días, sus hijos han acudido a las clases de la Universidad y del instituto de forma virtual, conectándose en remoto.
«Estoy muy agradecida a estos tres chicos. Ponen sus máquinas, su tiempo, su sacrificio y pagan de su bolsillo el gasoil para trabajar por el bien común. Y no reciben nada a cambio, más que el agradecimiento de algunos vecinos», reivindica. Los últimos meses no están resultando buenos para Cristina y sus dos hijos, Gonzalo y Laura, que perdieron al esposo y padre en octubre pasado. La madre se contagió de covid y estuvo ingresada 15 días con oxígeno en el hospital. Desde noviembre está de baja.
El pasado lunes pretendía retomar la actividad en la bocatería que regenta desde hace dos años en la calle La Merced de Valladolid, Brutus Kittiban. Lo primero que hará será invitar a sus tres héroes anónimos, Jorge, Daniel y Ricardo, a cuantos bocadillos o sándwiches quieran degustar en su bocatería. Gracias a sus tractores pudo volver a la civilización. Han sido cinco días con mezcla de angustia y tranquilidad, pero con un final feliz, aunque la lucha sigue.
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) anunció ayer que la ola de frío acabará el miércoles con la desaparición de las heladas y la llegada de las lluvias generalizadas, aunque advirtió de un «fuerte» deshielo hacia los ríos.
Un mensaje en el perfil de Twitter de la Delegación de la Aemet en Castilla y León, asegura que la ola de frío continuará hasta el martes, con heladas generalizadas y niebla engelante en el valle del Duero, lo que provocará el fenómeno de la cencellada.
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