Castrejón de Trabancos: Bajo el recuerdo de la Guerra de la Independencia

A orillas del río Trabancos se encarama Castrejón de Trabancos, un pueblo de raíces medievales que ha visto pasar por sus calles a grandes personajes de la historia. El agua y las colinas facilitaron los primeros asentamientos de población, que poco a poco fue creciendo hasta el siglo XI, cuando se convirtió en una localidad fronteriza entre el Reino de Castilla y el de León. Los historiadores especulan sobre la posibilidad de que la villa creciera rodeada de un castillo, lo que explicaría su nombre, ya que Castrejón era un diminutivo de fortaleza. Se han encontrado restos de la Edad Media en los alrededores de la villa, y se sabe que fue escenario de las luchas entre los dos reinos que peleaban por hacerse con el control de la zona.

El pueblo aparece ya documentado en el año 1265, cuando se nombra en un documento de la época a la Villa de Castrilón. Después se tiene constancia de Castrejón de Trabancos durante todo el siglo XV, ya que pertenece a los dominios de los Fonseca, una de las familias nobles más importantes de la época.

Pero la historia aún tenía guardado un lugar de honor a la villa. Durante la Guerra de la Independencia. En 1812, el mariscal Marmont, duque de Ragusa, puso en marcha una operación para tratar de sorprender a Wellington en el campo de batalla. Ambos generales movieron a sus tropas entre Toro y Tordesillas convirtiendo el terreno en un tablero de ajedrez. Pero será en Castrejón de Trabancos donde esa partida empiece a desnivelarse. Wellington se vio sorprendido por el ejército francés, pero consiguió huir y retirar sus tropas hacia Guareña, poniendo fin así a la emboscada que le había tendido el mariscal Marmont. Testigo de aquella época ha quedado los restos de la Iglesia de Nuestra Señora del Castillo, de la que apenas quedan vestigios tras el paso de las tropas inglesas y francesas.

Sí queda en pie para visitar la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, un templo del siglo XVIII, construido en ladrillo. De estilo barroco, la nave se cubre con bóveda de cañón con lunetos, mientras que una cúpula techa el crucero. El altar mayor guarda un retablo neoclásico y un crucifijo que data del siglo XVII. En el paseo hacia la iglesia el visitante debe pararse para descubrir las casas blasonadas que aún quedan en el pueblo y que dan fe de su pasado noble. También enraizan con su historia las fiestas de Nuestra Señora de la Asunción y San Roque, cuando se celebran los tradicionales encierros por el campo y las calles de la villa.