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Aquel lunes que Valladolid fue ciudad olímpicaPuede que no lo recuerden, pero hubo un día que Valladolid fue ciudad olímpica. Hace tres décadas y pico, la ciudad del Pisuerga vio desfilar por sus calles la antorcha olímpica en su camino hacia Barcelona. Incluso, pernoctó en las dependencias municipales. Un nutrido grupo de deportistas recorrieron el 6 de julio de 1992 las principales vías de la urbe portando la llama olímpica. Un periplo histórico del que fueron testigos miles de vallisoletanos y que tuvo su momento culmen en la Plaza Mayor. Al día siguiente, la comitiva partió hacia Segovia. El piragüista Narciso Suárez fue el elegido para correr los últimos 500 metros hasta el ágora vallisoletano y encender el pebetero. El deportista vallisoletano, medallista olímpico en Los Ángeles 84, rememora aquella jornada como «algo inolvidable y, seguramente, irrepetible». Basta media hora de charla en el Café Continental para confirmar por qué pensaron en él para cerrar un día histórico: su vida ha sido [y es] el deporte y su máxima [siempre] el compañerismo. Abro hilo:
↓ Los Juegos Olímpicos de Barcelona, los únicos hasta la fecha disputados en España, vivieron en su ceremonia inaugural un momento que ha quedado grabado en la retina de la historia olímpica. El jugador de baloncesto 'Epi' encendía el 25 de julio de 1992 con la llama olímpica la flecha que el arquero Antonio Rebollo lanzó hacia el pebetero para dar por iniciada una cita de 16 días que marcó a todo un país. Pero el fuego olímpico llevaba semanas pululando por Europa para cubrir, como marca la tradición, los 6.307 kilómetros que separan Olimpia de Barcelona.
↓ En España se planteó un recorrido de otros 6.000 kilómetros en 43 jornadas que pisaba todas las comunidades –por mar llegó a Mallorca y por aire a las Islas Canarias– y en el que participaron 9.484 relevistas, 8.885 a pie y 599 sobre dos ruedas. En el ecuador del trayecto por la piel de toro, la llama iluminó Castilla y León. Medio centenar de relevistas milimétricamente organizados se encargaron de que el humo olímpico se disipara por el cielo de 38 municipios de la comunidad y por tres de las nueve capitales de provincia: León, Valladolid y Segovia.
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↓ El presidente de las Cortes entre 1991 y 2003, Manuel Estella, se encargó de coger la antorcha el 4 de julio de manos de su homólogo gallego al son de gaiteros en un viaducto sobre el río Sil, pero fue el atleta vallisoletano Teodoro Cuñado el que recorrió al trote los últimos kilómetros por Galicia y los tres primeros por tierras leonesas. Su condición física fue clave en la decisión. Algo inusual, no obstante, porque el Comité Olímpico Organizador Barcelona 92 había establecido que cada relevista tenía que correr 500 metros de trayecto, a un ritmo de diez kilómetros por hora. Todo bajo unas estrictas medidas de seguridad en una España que seguía sufriendo la lacra del terrorismo. En los años previos, ETA había perpetrado dos de sus atentados más sangrientos en Cataluña: el de Hipercor (1987) y el de la casa cuartel de Vich (1991). Un total de 200 agentes formaron parte del dispositivo policial que tenía previsto incluso un despliegue especial en el caso de que se intentara secuestrar el fuego. Se estudiaron a fondo carreteras, túneles, puentes o caminos del recorrido y se investigó a cada uno de los participantes.
↓ La caravana llegó el 6 de julio a Valladolid. El primer municipio de la provincia vio desfilar la llama olímpica fue Mayorga. La expedición pasó después por Becilla de Valderaduey y Ceinos de Campos. En esta localidad de Tierra de Campos ocurrió el único incidente de la jornada. Un grupo de deportistas pretendió encender una antorcha propia con el fuego de la oficial para llevársela a Zamora como protesta porque la ciudad se hubiera quedado fuera del recorrido. «Lo recuerdo perfectamente», asegura Narciso Suárez, que conocía de primera mano el malestar de algunos de sus compañeros de equipo zamoranos cuando se enteraron que la llama no pasaría por su tierra. Salvado el percance, el séquito siguió hasta Berruelo, Medina de Rioseco, La Mudarra, Villanubla hasta llegar a Valladolid, a eso de las ocho y media de la noche.
↓ Fue precisamente el piragüista zamorano Juan José Román Mangas (Siete Iglesias, 1962) quien 'abrió fuego' en la capital vallisoletana y dio el relevo a su compañero Juan Manuel Sánchez (Valladolid, 1965). El atleta Antonio Rodríguez y la tenista Eva Díez se encargaron de llevarla hasta el recorrido urbano. Miles de personas esperaban en el trayecto de ocho kilómetros por la ciudad. A las nueve de la noche, la antorcha entró en el casco urbano. Varios personajes destacados del deporte local cumplieron su ilusión de ser porteadores. Entre ellos, la atleta olímpica Julia Merino; la tiradora Marta Antolín; el futbolista Luis Mariano Minguela; el capitán de la selección española de rugby Julio Álvarez 'Pirulo'; las nadadoras Gloria Casado y Rebeca Pascual; la campeona del mundo de gimnasia Débora Alonso y el medallista olímpico Narciso Suárez.
↓ «En esa época estaba en Madrid entrenando y venía a Valladolid cuando podía. Estaba en el centro de alto rendimiento de Pelayos de la Presa, cerca de San Martín de Valdeiglesias. Ahí es donde he entrenado casi toda mi vida la parte invernal. Luego nos íbamos tres meses a Sevilla, a hacer todo el volumen de agua», asegura el deportista vallisoletano. Y a competir donde tocara. «No recuerdo exactamente cómo me dieron la noticia, pero sí que sé que el acto me sirvió, de alguna forma, para romper la presión que teníamos de cara a los Juegos de Barcelona», reconoce. «Íbamos con mucha ilusión porque veníamos de tener muy buenos resultados en la Copa del Mundo, pero las cosas no salieron como esperábamos. Así es el deporte», explica. Barcelona, además, supuso su despedida de la alta competición. Narciso ya lo había ganado casi todo. En su impresionante palmarés como deportista figura la participación en cuatro Juegos Olímpicos, once campeonatos del Mundo, dos Juegos del Mediterráneo y una medalla olímpica. Fue en Los Ángeles, en 1984, junto al gallego Enrique Míguez. Sin ser favoritos, consiguieron 'birlar' a Francia el bronce en una llegada auditada con foto finish.
↓ Ese día, en el Lago Casitas de California, es imposible de olvidar. Tampoco lo vivido en Valladolid ese primer lunes de julio del 92. «Íbamos en una furgoneta y había un cordón policial extraordinario. Al llegar a Poniente me bajé y comencé a correr el último relevo. Recuerdo el paso por Fuente Dorada y la vuelta por Ferrari... Ver tantísima gente... Ni en Semana Santa he visto tanta. Y luego encender el pebetero con Bolaños, un hombre que sentía mucho el deporte, fue algo increíble. Este Ayuntamiento –asegura–, sea el color que sea, siempre ha estado al lado del deporte local». «Fue un día muy especial e histórico, que va a ser muy difícil de repetir. Los Juegos Olímpicos ahora, desgraciadamente, están en manos del capital. Y aunque sí que es verdad que se irán moviendo de continente a continente, en Europa hay ciudades como Roma que se han quedado en el tintero».
↓ La llama pernoctó en las dependencias municipales escoltada por agentes de la Policía Municipal. Centenares de personas hicieron cola esa noche para sentir el resplandor del fuego olímpico antes de que saliera hacia Segovia. En el interior del consistorio vallisoletano agasajaron con ramos de flores a los organizadores y a los relevistas, que se quedaron ojipláticos cuando les comunicaron que las antorchas que habían paseado con orgullo por la capital del Pisuerga había que pagarlas. Aunque las crónicas previas a la cita aseguraban que cada portador iba a ser obsequiado con una antorcha valorada en 15.000 pesetas (90 euros), finalmente no fue así. «A mí sí que me la regalaron, pero a otros no, desconozco el motivo», confirma Narciso, con la suya en la mano. Es una de las 10.500 que se fabricaron para la ocasión y que diseñó André Ricard. Todas de aluminio. Pesa 1.200 gramos, mide 68 centímetros y tiene una autonomía de gas de 15 o 20 minutos. La del piragüista vallisoletano está descargada, pero tiene mucho trote: «Siempre que voy a dar una charla a un colegio la llevo».
↓ Porque Narciso nunca se ha desvinculado del deporte, ni de su ciudad. «Estuve ligado primero a la Federación de Castilla y León y luego a la Federación Española de Piragüismo. Pasé por los Juegos de Londres, de Río y hasta Tokio, que no pudimos asistir por las circunstancias que había, pero mi residencia siempre ha estado en Valladolid». Hace un par de años su camino se cruzó con Las Valkirias. Y emprendieron un proyecto juntos: Valkirias de Pisuerga, un equipo de Dragon Boat [modalidad de piragüismo de origen chino con más de 2000 años de antigüedad] formado por mujeres que padecen o han padecido cáncer de mama. Un deporte que los oncólogos recomiendan porque supone una importante mejora muscular y anímica. Y en eso está ahora volcado «en cuerpo y alma» Narciso Suárez. «Es un proyecto extraordinario, que tiene mucho recorrido y poner mi granito de arena para que mejore su salud, su situación emocional y social es ahora mi prioridad».
El hilo recuerda el próximo sábado a la investigadora norteamericana que vivió y murió en el Archivo de Simancas.
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