Valladolid vence a la noche
En octubre de 1887 fue inaugurado en el Teatro Zorrilla el servicio de luz eléctrica, que sustituyó al precario sistema de alumbrado con gas
La enorme trascendencia del acontecimiento justificaba una brillante puesta de largo; y para ello se escogió el Teatro Zorrilla, escenario privilegiado para inaugurar lo que se consideraba un avance revolucionario. Y es que por fin la ciudad vencería a la noche y los vallisoletanos estarían en condiciones de admirar la llegada de ese «sol artificial» que tanto deslumbraba a la prensa de la época.
Era octubre de 1887. La luz eléctrica sustituía al viejo y rudimentario sistema de alumbrado por gas. Curiosamente, como ha escrito Nicolás García Tapia, este hecho tuvo lugar solo cinco años después de que, por primera vez en el mundo, Edison iluminara la ciudad de Nueva York. Valladolid contaba entonces con más de 69.000 habitantes.
Un año antes, concretamente el 28 de junio de 1886, el Ayuntamiento había acogido dos propuestas para colocar cables con destino a la iluminación eléctrica:la firmada por Mariano Fernández de Lara, que lo llevaría a cabo de forma aérea, y la de Antonio de Mora Obregón, que optaba por el cable subterráneo.El Consistorio terminó escogiendo esta última, al considerar mucho más antiestética la oferta de Fernández de Lara.
Mora procedió a constituir de inmediato la Sociedad Electricista Castellana, con el señor Menés Auge como director. Ambos solicitaron al Ayuntamiento la exclusividad, durante de 10 años, de la distribución de energía eléctrica en la ciudad. Les fue concedida el 21 de marzo de 1887, pero en competencia con otras compañías, pues dicha Sociedad era la única que cumplía los requisitos exigidos por el Consistorio.
Estos pasaban por suministrar todo el servicio de luz que se demandase en seis meses; que la maquinaria funcionase cumpliendo todos los servicios necesarios «sin interrupción que pase de cuatro meses, salvo en casos de fuerza mayor»; que los precios y condiciones de servicio no excediesen «lo establecido en poblaciones de igual clase» para el mismo; y, por último, que «si al Ayuntamiento pudiera convenir utilizar esta clase de alumbrado, ya para alguno de sus establecimientos o para el servicio público en determinadas ocasiones o necesidades, se le facilitará una rebaja de un 25% de los precios establecidos, siempre que los motores que estén en condiciones de funcionar, proporcionen la potencia suficiente para atender este pedido, entendiéndose que la falta de cumplimiento de estas condiciones da por caducado el privilegio».
Ese mismo año de 1887, la sociedad construyó una central térmica en Huerta del Rey y procedió a hacer las zanjas para los cables subterráneos hasta el centro de la ciudad. Las primeras empresas vallisoletanas que recibieron los servicios de electricidad fueron la fábrica de harinas de Miguel Rodríguez, situada en la calle Puebla número 7, y la de Isidro Vicente, en el número 29 de la acera de Sancti Spiritu.
Como ya a principios de agosto la Sociedad Electricista Castellana había cumplido todas las condiciones estipuladas, solicitó del Ayuntamiento la patente por diez años. Para conseguirlo hubo de sortear la dura competencia, traducida en trabas administrativas, de la Compañía Madrileña del Gas, que era la encargada de iluminar las calles vallisoletanas por el viejo sistema, pero también la de otros competidores como La Electricidad, empresa de Mariano Rincón con domilicio en la calle del Perú.
Aun así, la Sociedad obtuvo la patente; el 24 de octubre de 1887, la luz eléctrica era inaugurada de manera oficial en el Teatro Zorrilla. Los reunidos -autoridades, miembros de centros importantes, prensa y demás invitados- también visitaron las instalaciones de alumbrado del Casino de la calle Duque de la Victoria y del Café Imperial, donde fueron obsequiados con «un espléndido banquete» ordenado por la Sociedad Electricista Castellana.
El Norte de Castilla no pudo por menos que resaltar la labor desarrollada por esta compañía, merecedora, en su opinión, de «toda clase de elogios» por su «desinterés» y «amor tan decidido al trabajo». Pero lo cierto es que el limitado alcance de este pionero servicio hará que años después, ya a principios del siglo XX, éste pase a ser desempeñado por la Electra Popular Vallisoletana, no sin la comprensible oposición de la Sociedad Electricista.
La Electra había sido constituida en 1906 por Santiago Alba y Calixto Rodríguez con el propósito, según se decía entonces, de «popularizar» la participación en las acciones y el consumo eléctrico entre la población vallisoletana. La finalidad de su creación era distribuir en Valladolid la energía del salto de San Román de El Porvenir de Zamora, finalizado en 1902, empresa que no tardó en llevar a cabo. Entre los accionistas más destacados figurarían, además, Julio Guillén, Santos Vallejo, Francisco Zorrilla y José Muro.
Pese a las continuas protestas de la antigua concesionaria, la Electra Popular consiguió que el Ayuntamiento permitiese instalar su central en pleno centro de la ciudad, concretamente en el entonces llamado Paseo de San Lorenzo (hoy Isabel la Católica), esquina a la calle Veinte de Febrero. Se trata del célebre edificio diseñado en 1905 por el ingeniero industrial Isidro Rodríguez Zarracina y ampliado, en la década de los años 20 del pasado siglo, por el prestigioso arquitecto Jerónimo Arroyo.
En 1907, la Electra absorbía a la Sociedad Electricista y afianzaba su poderío en la captación de clientes; como ha escrito Pedro Amigo, este éxito fue posible porque ofrecía unas tarifas «sensiblemente más reducidas que las de la empresa pionera», debido básicamente a sus menores costes de producción. «La energía hidroeléctrica que llegó a Valladolid permitió extender el consumo de electricidad entre las clases media y baja de la población, crear tranvías eléctricos e impulsar la electrificación de la industria, muy en especial la de los talleres del Ferrocarril del Norte», ha escrito este mismo autor.
La pugna de las empresas
Los enfrentamientos entre empresas para quedarse con la porción más grande del pastel eléctrico ocupó entonces las páginas de El Norte de Castilla. La llegada del suministro eléctrico a Valladolid, aunque deficiente y con coberturas muy limitadas, fue celebrada desde estas páginas, aunque el diario no se posicionó abiertamente sobre la lucha empresarial. Dio cuenta del «gran banquete» que ofreció la sociedad Electricista Castellana para dar a conocer el alumbrado del Casino y del Café Imperial, pero también informó de las gestiones de la Electra Popular para conseguir que el Ayuntamiento le permitiera abrir su central en el actual Paseo de Isabel la Católica. El periódico también difundió la absorción de la Sociedad Electricista por la Electra.
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