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La vallisoletana Purificación Fernández, duquesa viuda de Canalejas. EL NORTE

El Cronista

Lo que tuvo que soportar la segunda mujer del presidente Canalejas

La vallisoletana Purificación Fernández fue objeto de envidias y comentarios despiadados por su relación prematrimonial con el ferrolano, asesinado en 1912

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 12 de agosto 2025, 07:17

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Ella misma lo dejó por escrito en 'La vida íntima de Canalejas', un libro de memorias planteado en 1914 pero que tuvo que esperar cuarenta años para ser publicado: «Era mi sino que aquel encumbramiento por un matrimonio con un hombre tan ilustre se hiciera aguardar, por causas ajenas a la voluntad de ambos, algunos años todavía. Lo cual dio margen a comentarios despiadados por la irregularidad de nuestra situación, en las que yo llevé, como siempre ocurre, la mayor parte de las censuras». María Purificación Fernández Cadenas, segunda mujer del presidente José Canalejas y Méndez y madre de sus cinco hijos, sufrió las envidias de sus coetáneas, las maledicencias de las clases burguesas y aristocráticas, y el golpe despiadado de la muerte violenta de su esposo. Esto último ocurrió en noviembre de 1912, cuando aún no había cumplido los 28 años.

Nacida en Valladolid el 6 de enero de 1884, Puri, como era conocida entre sus familiares, conoció a Canalejas siendo todavía una adolescente. «El conde de Pinofiel, que estudiaba entonces en la Academia de Caballería, y era condiscípulo de un tío carnal mío, que está ahora en Melilla, fue mi padrino de pila. Mi padre, que vivía de sus rentas, tenía una gran amistad con Canalejas, por lo cual yo me crie en un ambiente de admiración por aquel político... En mi casa todos, y a todas horas, hablaban con entusiasmo de aquel hombre», reconocía en una entrevista concedida en enero de 1914 a 'La Esfera'. Su padre, José Fernández, era un conocido empresario del Circo Parish y del Teatro Príncipe Alfonso, que, como ha escrito Gabriel Elorriaga, se arruinó cuando su hija tenía 14 años. Decidió entonces ir a Méjico, para lo que pidió ayuda a Canalejas. Este no solo les dio cartas de presentación y recomendación, una de ellas dirigida al mismísimo presidente mejicano, Porfirio Díaz, sino también los billetes en primera. La despedida no pudo ser más cariñosa: Canalejas le requirió a Puri cartas para saber cómo les iban las cosas, indicándole, incluso, el lugar donde debía enviarlas, la Poste Restante.

Arriba, la duquesa de Canalejas con sus hijos. Abajo, con su marido y dos de sus hijos en Sevilla, y la vallisoletana en 1956. EL NORTE
Imagen principal - Arriba, la duquesa de Canalejas con sus hijos. Abajo, con su marido y dos de sus hijos en Sevilla, y la vallisoletana en 1956.
Imagen secundaria 1 - Arriba, la duquesa de Canalejas con sus hijos. Abajo, con su marido y dos de sus hijos en Sevilla, y la vallisoletana en 1956.
Imagen secundaria 2 - Arriba, la duquesa de Canalejas con sus hijos. Abajo, con su marido y dos de sus hijos en Sevilla, y la vallisoletana en 1956.

Que fue un flechazo a primera vista lo demuestra el hecho, reconocido por la misma vallisoletana, de que nada más llegar a Méjico le entregaran numerosas cartas de Canalejas dirigidas solo a ella, «entre ellas una en la cual me pedía relaciones (...). Yo era una chiquilla». Al regresar a Madrid, comenzaron una relación pasional que, sin embargo, no formalizaron jurídicamente. Viudo de María Saint-Aubin, fallecida en 1897 con treinta y nueve años, Canalejas, político liberal que ha pasado a la historia por, entre otras medidas, impulsar la llamada Ley del Candado, que pretendía regularizar la implantación de nuevas Órdenes Religiosas y controlar las ya establecidas, le regaló a Puri una pulsera de prometida sin que se celebrase boda. Las maledicencias no se hicieron esperar, más aún cuando se supo que tuvieron cuatro hijos antes de la boda, celebrada en diciembre de 1903. «Canalejas decía que explicaría en unas memorias que no tuvo tiempo de escribir la razón de aquella relación de hecho y Purificación, ya viuda y Duquesa de Canalejas, tampoco lo aclararía», escribe Elorriaga en su libro 'Canalejas o el liberalismo social'. Esta situación sirvió para que quienes lo tachaban de anticlerical desprestigiasen aún más su imagen, mientras las damas de la alta sociedad se cebaban con la vallisoletana, dando lugar «a comentarios despiadados como de costumbre en torno mío, suscitados por una envidia vulgar».

La tragedia sobrevino el 12 de noviembre de 1912, cuando el anarquista Manuel Pardiñas acabó con la vida del presidente mientras este miraba el escaparate de la desaparecida librería San Martín en la madrileña Puerta del Sol. Poco después, Purificación recibía el título de I Duquesa de Canalejas junto con una pensión anual de 30.000 pesetas, al que más tarde se uniría el Marquesado de Otero de Herreros. Aunque en enero de 1914 ya tenía avanzado un libro de memorias en el que desgranaba la vida íntima de su marido, este no fue publicado hasta 1955 por la imprenta Afrodisio Aguado, con prólogo de Jacinto Benavente. Madre de José, María, Luisa, Enriqueta y Blanca, la vallisoletana tuvo que soportar también la muerte de su hijo en los primeros meses de la Guerra Civil. Según su propio testimonio, al quedarse viuda la abandonaron casi todos los supuestos amigos de la familia, salvo el conde de Romanones, pues «ya en mi casa no se daban carteras, ni títulos, ni actas, ni credenciales». Ella misma falleció en Madrid, en el más absoluto de los olvidos, el 27 de diciembre de 1965.

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