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Santiago Marcos, el 'topo' vallisoletano de Roales de Campos
El Cronista | Historias de aquí

Santiago Marcos, el 'topo' vallisoletano de Roales de Campos

Su salida a la luz fue totalmente fortuita: en 1958 se fracturó el brazo derecho al caer por unas escaleras, lo que obligó a que lo viera un médico

Jesús Anta

Valladolid

Jueves, 9 de enero 2025, 07:03

El maestro Santiago Marcos Marcos en mayo de 1932 marchó del pueblo vallisoletano Llano de Olmedo con nuevo destino al grupo escolar Blasco Ibáñez que había en el paseo de San Isidro de Valladolid que, posteriormente, el Ayuntamiento, regido por la comisión gestora nombrada tras el triunfo de la sublevación contra la II República, cambió por el nombre de Fray Luis de León. Santiago Marcos era un hombre que tenía en la poesía la forma de expresar sus sentimientos y dejó dedicado a sus «queridos niños» un poema que «espero que lo aceptéis con tanto amor como el que profesáis a la musa que los inspiró, es decir, Llano de Olmedo, vuestra patria chica».

Afín a la causa republicana, aunque no militaba en ningún partido según él mismo relató a quien esto escribe, ni siquiera participó en manifestaciones ni actividades políticas. Él, sencillamente, se declaraba maestro nacional de izquierdas y ateo a carta cabal. Aquellas ideas le llevaron, una vez que el ejército levantado contra la República se hizo con el control de Valladolid, a estar escondido veintidós años en la casa del monte conocida como Coto de Solaviña, que su familia tenía a pocos kilómetros de Roales de Campos.

Sobre la vida de los llamados 'topos', personas leales a la II República que sobrevivieron escondidos durante años para no ser detenidos por la policía franquista, en 1977 los escritores Jesús Torbado y Manuel Leguineche publicaron un libro titulado 'Los topos'. En él que se recogen las sobrecogedoras vidas de una veintena de aquellos enterrados en vida. Entre ellos está el testimonio del Eulogio de Vega, alcalde de Rueda durante la II República, que pasó escondido en su casa de la carretera de Rueda (Valladolid) 28 años, por temor a ser fusilado. En ese libro no figura, como tantos otros, Santiago Marcos, nacido en 1904 en Roales de Campos, un municipio vallisoletano enclavado, junto con Quintanilla del Molar, en medio de tierras zamoranas.

Fue el único de los cuatro hermanos que tuvo estudios superiores. Estudió la carrera de Magisterio en León. Temiendo la represión, una vez que el ejército sublevado se hizo con la provincia de Valladolid, Marcos se escondió en la citada casa del monte, pues algunos vecinos le señalaban como hombre de izquierdas, lo que le hizo temer por su vida. Y no le faltaba razón pues la Guardia Civil comenzó a buscarlo. Por su testimonio personal sabemos que en su escondite, al que en ocasiones acudió la Guardia Civil acompañada de su madre, vio las amenazas que sufrió para que delatara a su hijo. Santiago siempre contaba que su madre murió porque no pudo aguantar todo aquello.

Su salida a la luz fue totalmente fortuita: en 1958 se fracturó el brazo derecho al caer por unas escaleras, lo que obligó a que lo viera un médico. Le trasladaron al hospital en Valladolid, donde le registraron con el nombre de un hermano fallecido. Pero el ardid fue descubierto y tras ser interrogado por la policía, lo dejaron en libertad pues sobre él no pesaba orden alguna de detención. Una vez libre viajó a París, donde tenía algunas referencias, con la esperanza de trabajar en cualquier cosa y ver materializados sus deseos de publicar sus escritos. Pero no encontró el apoyo que esperaba entre los exiliados, que le recomendaron que mejor viajara a Méjico. En París, entre otras personas, tuvo relación con el historiador Manuel Tuñón de Lara, al que le dedicó uno de sus poemas en el que aprovechó para mostrar su más acerada crítica al Ejército. Tras su aventura parisina, volvió a España pero, aún pudiendo, no se reincorporó al cuerpo de maestros nacionales, pues, según contó, no quería ser maestro con Franco.

Santiago siempre presumió con tanto orgullo como modestia de su afición poética, de tal manera que escribió cientos de versos en los que abordó los más variados temas: desde una oda a la armada rusa en el Mediterráneo, a la felicitación a los Reyes de España con motivo de su boda, y que hizo llegar hasta el palacio de la Zarzuela. Entre medias no faltaron amables poemas sobre vecinos y amigos, pasando por tremebundas estrofas contra Franco y Carmen Polo. De los numerosísimos versos que escribió se conocen dos libros editados por él mismo: 'Mi lira canta ¡escucha!' (1988) y 'La tragedia de las Libertades Sofocadas' (1993).

Falleció a los 93 años y yace en el cementerio de su pueblo, con una losa en la que se dibuja la hoz y el martillo y el epitafio que él mismo escribió: «Se intentó despacharme, y casi atrapado, / me escurrí del fuego y el terror marcial, / lo que fue un difícil logro inusitado. / ¿Seré en el futuro otra vez calumniado / aún debajo de este mármol sepulcral?»

José Manuel Moreno, alcalde del Partido Popular de Roales de Campos, fallecido en enero de 2023, comentó a quien esto escribe que Santiago y sus hermanos eran muy buena gente, pero en el pueblo apenas ha quedado recuerdo de él. Era soltero y sin descendencia (tampoco sus hermanos la tuvieron), por lo que no ha habido nadie que rescatase su figura, aunque es de valorar la labor de salvamento emprendida por Rodríguez Fer. Dice que todos los hermanos, uno de los cuales está enterrado con Santiago, eran muy desconfiados, porque les habían pasado todas esas cosas. Santiago vivía con un hermano en la casa la Solaviña y se escondía cuando veía venir a la Guardia Civil, simplemente para hacer la ronda e interesarse por la salud de ambos, hasta que después de que su hermano llevara un rato de charla con ellos, entonces aparecía Santiago… «Sin embargo, cuando Santiago falleció, fue bastante gente del pueblo al entierro. Su final fue triste para él y para todos nosotros», reconoce el alcalde.

De la obra de Santiago Marcos se ha hecho eco el escritor e hispanista Claudio Rodríguez Fer, director de la Cátedra José Ángel Valente de Poesía y Estética, de la Universidad de Santiago de Compostela, que le conoció personalmente, pues Santiago tuvo un largo intercambio epistolar con su padre.

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