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35 años después, lo que un día fue la sede del Banco Central de Valladolid son ahora oficinas y dos negocios de hostelería en sus ... bajos. 35 años después, José Antonio Robles sigue recordando un hecho que prácticamente le cambió su vida y que recuerda a menudo por la gravedad de lo ocurrido. «Quién sabe lo que hubiera pasado si empiezan a pegar tiros ese día», relata Robles sobre el atraco de 4 millones de pesetas en la sede del banco el 1 de abril de 1987 y en el que él fue protagonista al padecerlo y ver cómo le encañonaban con una pistola para que metiera fajos de billetes de pesetas hasta llegar a los cuatro millones. «Soy una persona que asimila las cosas rápido. No es que haya soñado con lo sucedido, pero sí que me he despertado pensándolo muchas veces. Sé que he tenido un riesgo, un peligro, pero...», rememora este jubilado desde hace más de dos décadas.
Un atraco que ahora cuenta con una sonrisa en el rostro y del que 'presume' porque su cara, como víctima, salió en la edición impresa de El Norte de Castilla. «He aparecido dos veces en el periódico de mi ciudad y las dos van a ser por el famoso robo», añade.
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Ese 1 de abril, Robles, como le siguen llamando su amigos, se sorprendió cuando levantó la vista y vio a un hombre colocándose un pasamontañas desde su ventanilla. «Teníamos la puerta abierta porque el aire acondicionado no funcionaba y hacía mucho calor. Días atrás ya advertí de que algún día íbamos a tener un susto y ese llegó en abril. Conseguimos cerrar la puerta, pero uno de los atracadores apuntó con la pistola a un compañero en el exterior al grito de 'o abrís la puerta o le pego un tiro'», agrega Robles.
Precisamente, el protagonista de esta historia no recuerda si fue él quien se acercó hasta el acceso para abrirla o fue un compañero, pero esa puerta se abrió para salvar la vida a otra persona. «Nada más entrar me pegó una patada. No podíamos hacer otra cosa que echar el dinero en sus bolsas. Se llevaron todo de dos ventanillas y el dinero que teníamos en una mesa. El periódico, al día siguiente, ponía 4 millones de pesetas (al cambio en euros serían 24.000 euros y si se incluyen las subidas del IPC de estos 35 años supondrían 68.000 euros), pero echando cuentas al día siguiente a nosotros nos salía una cantidad superior», recalca la víctima del gran robo.
Y las bolsas de los atracadores se empezaron a llenar de pesetas. «Solo nos quedó la calderilla y unos dos millones que tenía guardados en la caja fuerte. Sabían que esas máquinas tardaban un tiempo en abrirse, pero no podían esperar esos cinco minutos», añade Robles, al que no le dejaron separarse de uno de los atracadores durante los diez minutos que duró el asalto y que tuvo un segundo capítulo con una amenaza de bomba.
«Me obligaron a que acompañara al hombre hasta la salida, donde había otro atracador. Por el camino me decía que andara lo más rápido posible, a la par que me daba por la espalda con la pistola. Llegamos al exterior y le estaba esperando el otro implicado. En ese momento me tranquilizó y me afirmó que no nos iba a pasar nada, pero que si les seguíamos o avisábamos a la Policía, detonarían una bomba que habían dejado preparada, así que me coloqué en el interior de la caja al tener las cristaleras más fuertes», continúa Robles.
Un artefacto que resultó ser falso, aunque los TEDAX comprobaron que había un dispositivo de relojería y otros accesorios para completar el explosivo que no tenía carga alguna. «Luego llegaron ya muchos policías y periodistas, que nos empezaron a preguntar por el suceso. Eso sí, nunca supe cuándo El Norte de Castilla me hizo la foto hace 35 años. La de ahora, sí que me acordaré», concluye José Antonio Robles, que empezó en el oficio como chico para todo y acabó, unos diez años después del atraco, como administrativo de caja.
De los atracadores nunca volvió a saber nada.
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