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El nombre de cada uno de ellos se escribe en una hoja, se remueven los papeles y entonces se hace un sorteo para ver quién va con quién. «No hay parejas prefijadas, juegas con quien te toque». Y partir de ahí, hacen un torneo «a lo champions» (con liguilla primero) hasta que uno de los equipos se proclama campeón. Y con los cruces y enfrentamientos se pasan largas horas de risas en esta hermandad del futbolín.
Este grupo de amigos –algunos no se ven durante largas temporadas– quedan una vez al año, todos los meses de enero, para reunirse y celebrar este curioso torneo de futbolín que ha cumplido ya treinta años. Empezó en 1994 con un cuarteto de colegas (Alfonso Portela, César Corona, Javier Esteban y Luis Villafáñez). Estos dos últimos, en pareja, llegaron a la final del campeonato regional de futbolín, cuando una competición así se celebraba en Castilla y León. «Lo hacíamos en Hipercor», recuerda Esteban, quien explica que el grupo empezó a crecer con fichajes: compañeros de trabajo, amigos de las mujeres (hubo una temporada en la que ellas también acudían a la cita)o padres con los que coincidían en el cole de los niños.
Hoy son un puñado de jugadores llegados de Tudela de Duero, Laguna, Arroyo, Esguevillas, Rioseco o la capital. «Antes era más fácil jugar al futbolín porque había salones, pero cada vez quedan menos», asegura Adolfo del Río. Uno de los clásicos eran los billares de la Catedral, hasta donde Julio Rivera se escapaba cada vez que tenía horas libres en el instituto Zorrilla. «Yo recuerdo de pequeño, con diez años, que después de misa me quedaba en los futbolines de San Juan», rememora Jesús Fernández, el último fichaje («el primer año que vine, gané»). La cita se acompaña siempre de una comida o cena de hermandad y la entrega de trofeos, que elabora Constatino Tejero, alfarero de Tudela.
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Este año han fallado algunos, pero el grupo se completa con Óscar Monedero, José Quintana, Jesús Olea, Acacio Rodríguez, Ángel Badás, Antonio del Hoyo, Jesús García, Chema Gutiérrez e Isidro San José. Sus primeros encuentros, rememoran, «fueron en el Mac, en la calle Acibelas. Luego también estuvimos en la Casa de Palencia y desde hace ya veinte años quedamos siempre en el bar Jumi, en la calle Albacete, en Delicias». Allí han comido este año, pero la partida se ha tenido que celebrar un bar de la calle Huelva. «Es que tengo la mesa de futbolín averiada y la he tenido que llevar a arreglar», cuenta Miguel Ángel Pérez, hostelero del Jumi, quien recuerda que el futbolín ha perdido adeptos en los bares en favor de los dardos.
Al principio eran cuatro amigos apasionados de los futbolines que quedaban de vez en cuando para echar unas partidas. Pero esta red social creció a medida que se hacían fichajes con otros colegas y conocidos. Ahora, aunque muchos no se ven durante el resto del año, saben que tienen una cita todos los meses de enero. Celebran un torneo de futbolín, con comida de hermandad y trofeos.
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