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El socialista Tomás Rodríguez Bolaños, triunfador en las elecciones municipales de abril de 1979, prometió un Ayuntamiento de puertas abiertas y el fin de los privilegios.
Valladolid estrena la 'era Bolaños'

Valladolid estrena la 'era Bolaños'

El socialista Tomás Rodríguez Bolaños, triunfador en las elecciones municipales de abril de 1979, prometió un Ayuntamiento de puertas abiertas y el fin de los privilegios

Enrique Berzal

Sábado, 10 de octubre 2015, 12:39

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«El primer Ayuntamiento democrático de la ciudad de Valladolid estará presidido, sin ninguna duda, por un alcalde socialista». Aunque la afirmación obedecía a una «crónica de urgencia» elaborada por el periodista a la una de la madrugada, no corría el riesgo de ser desmentida. El Norte de Castilla, al igual que el resto de la ciudadanía, era sabedor del pacto que se había alcanzado entre socialistas y comunistas tras las elecciones municipales del 3 de abril de 1979, las primeras de la democracia recién reinstaurada. De hecho, al día siguiente ya era oficial: PSOE y PCE acordaban apoyarse mutuamente en la obtención de alcaldías e iniciar el camino de la unidad de acción en los Ayuntamientos con mayoría de izquierdas.

Valladolid sería uno de ellos. Después de las elecciones generales del 1 de marzo, que en la capital del Pisuerga dieron la victoria a la UCD con el 37,66 % de los votos, ya se vislumbró el avance del Partido Socialista, que en esos mismos comicios había obtenido el apoyo de casi el 29% de los electores; esto se tradujo en dos escaños en el Congreso (Gregorio Peces-Barba y Juan Colino) y uno en el Senado (Juan Antonio Arévalo), frente a los tres obtenidos por los centristas en la Cámara Baja (Ignacio Camuñas, Eduardo Moreno y María Teresa Revilla) y otros tantos en el Senado (Luis Miguel Enciso, Roberto Fernández de la Reguera y Alejandro Royo-Villanova).

Pero las elecciones municipales eran diferentes. Entraban en liza motivaciones distintas y los asuntos a abordar eran tan cercanos, que apenas se detectaban grandes diferencias en los programas electorales. A escala local se hicieron aún más patentes las ansias de cambio que anidaban en buena parte de la sociedad española, no en vano aquellas elecciones del 3 de abril de 1979 significaban la implantación plena del sistema democrático, estrenado a nivel general en los comicios de junio de 1977 pero ausente todavía a escala municipal. No conviene olvidar, por cierto, que hasta entonces regía la Ley de 1975, en virtud de la cual el alcalde era elegido mediante votación secreta por los concejales entre los cabezas de familia que reuniesen una serie de requisitos, entre ellos el haber sido alcalde o concejal con anterioridad.

Pocos días después de las elecciones generales, casi sin resuello, las principales formaciones políticas se apresuraron a presentar a sus cabezas de lista. El primero en hacerlo fue el Partido Comunista, que el 12 de marzo hizo pública en el Hotel Olid Meliá su candidatura, liderada por Pascual Felipe Fernández. El partido gobernante, la Unión de Centro Democrático, hizo otro tanto con José María del Río-Hortega, «técnico de empresas» que desde 1975 militaba en el Partido Liberal y esgrimía con orgullo la filiación republicana de su padre, represaliado por ello en los primeros años de la posguerra.

Los socialistas, por su parte, fiaban en el técnico de FASA Tomás Rodríguez Bolaños el empuje definitivo para hacerse con la alcaldía. Militante del PSOE y de la UGT desde 1971, Rodríguez Bolaños había participado activamente en las huelgas de la factoría y gozaba de buena consideración entre la oposición democrática al Franquismo.

No menos conocido era el abogado y funcionario de la Seguridad Social Fernando Velasco de Andrés, que además de teniente de alcalde había sido presidente de la Diputación, procurador en las Cortes franquistas y subjefe provincial del Movimiento, y ahora encabezaba la lista municipal de Coalición Democrática, marca electoral que aglutinaba a Alianza Popular, Partido Demócrata Progresista, Acción Ciudadana Liberal, parte de Reforma Social Española e independientes afines a UCD.

El ex alcalde Manuel Vidal y Santiago Marín Nadales lideraban la candidatura independiente, que, según testigos del momento, también recibiría el apoyo de la extrema derecha, pues Fuerza Nueva renunció a presentarse en estos comicios. Lo cierto es que en Valladolid, la derecha política concurrió a las elecciones claramente desunida, repartida precisamente entre Coalición Democrática y Candidatura Independiente: el mismo Velasco de Andrés reconocía a este periódico que los ataques de su partido se dirigían contra Manuel Vidal porque «el electorado de Vidal y el nuestro es común».

Finalmente, el médico Manuel Martín Parra lideraba la candidatura del Partido de los Trabajadores de España (PTE), formación marxista-leninista fruto de la unificación acordada a escala nacional entre PT y ORT.

Los programas de las principales formaciones políticas apenas presentaban diferencias de calado. Todos insistían en superar la grave crisis económica y de endeudamiento por la que atravesaba el Ayuntamiento, incrementar las zonas verdes, los servicios y equipamientos en los barrios, y frenar la especulación y el deterioro urbanístico del casco histórico. Desprovistas de incidentes o anécdotas de categoría más allá de las quejas de socialistas y comunistas contra el presidente de la mesa electoral del colegio Ponce de León, que se negó a retirar el retrato de Franco, las municipales de 1979 estuvieron presididas por la abstención, que en Valladolid llegó a ser del 42%.

Ello era debido, según El Norte de Castilla, al «cansancio y al gran desencanto de buena parte del pueblo español ante la retórica y la ineficacia de la clase política, ante tres campañas electorales seguidas que han saturado hasta la saciedad el ambiente»; una clase política, además, «que ha dado la sensación de querer hacer todo por sí misma», acrecentando así el «desprecio y la indiferencia del pueblo español».

El triunfo de socialista, que en Valladolid capital se resolvió con el 37,88 % de votos (13 concejales) frente al 27,52 % (9 ediles) de UCD, obedecía, según el decano de la prensa, a la voluntad de cambio del electorado en la gestión municipal, incompatible con la imagen de continuismo que arrojaban los candidatos centristas. Y a todo ello había que sumar, continuaba el decano de la prensa, la «torpeza» de aquellos al esgrimir «el voto del miedo a la izquierda», carente de sentido «cuando las grandes ciudades europeas tienen alcaldes socialistas y comunistas y su gestión ha sido muy eficaz durante años».

Con el voto a favor de los cuatro concejales comunistas, el 20 de abril de 1979 Tomás Rodríguez Bolaños tomaba posesión como primer alcalde de la democracia en Valladolid prometiendo un Ayuntamiento «de puertas abiertas» y anunciando que «la época de los privilegios y del trato desigual ha concluido para siempre, al menos mientras los socialistas estén al frente del gobierno municipal». Comenzaba así en Valladolid la «era Bolaños», que abarcaría un total de 16 años.

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