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Vidal Arranz
Martes, 9 de septiembre 2014, 11:35
Del lleno total a la preocupación por que salgan las cuentas y cuadren los balances de ingresos y gastos. En seis años el sector de los colegios mayores y residencias universitarias de Valladolid ha visto cómo la crisis económica reducía un 30% su clientela habitual. Aún más, en los dos últimos años muchos centros se han visto obligados a congelar, o incluso reducir, sus tarifas. Y eso que, por ahora, no se han producido en la ciudad cierres tan sonados como el del colegio mayor San Juan Evangelista de Madrid, clausura que es todo un síntoma de que algo va mal.
Una veintena de centros privados, cuatro de ellos adscritos a la Universidad de Valladolid (los colegios mayores María de Molina, San Juan Evangelista, Menéndez Pelayo y Peñafiel) y otros cinco públicos se encargan de dar alojamiento, manutención y otros servicios a un número de alumnos con tendencia general a descender. Además, han de enfrentarse a una realidad nueva: la crisis económica ha animado a muchos propietarios a poner en el mercado de alquiler viviendas antes desocupadas, con lo que la oferta disponible de pisos ha aumentado de forma notable.
El resultado es que algunas residencias han tenido que reducir el número de plazas que ofertan, en algún caso hasta la mitad de su anterior capacidad, para ajustarse a una demanda que empieza a dar preocupantes indicios de volatibilidad. Y los precios, o se han mantenido o se han reducido, aunque no mucho. En general los interlocutores consultados hablan de rebajas de entre 30 y 50 euros menos al mes en los dos últimos años. Aunque algunos centros han optado por promociones especiales, como la residencia femenina Montferrant, con capacidad para 81 jóvenes, que brinda a sus estudiantes una reducción de 50 euros en la tarifa ordinaria durante los tres primeros meses del curso, «en atención a que ese es el periodo en el que se acumulan más gastos para las familias», explica su directora, Alicia Antoñanzas.
Con todo, los síntomas preocupantes en el sector todavía no pueden considerarse dramáticos en Valladolid. Hay señales de alerta, pero el único cierre reciente del que se tiene noticia es el de la residencia femenina Teresa Guasch, que gestionaban las carmelitas, pero que no ha supuesto su desaparición. Las instalaciones han sido traspasadas a una nueva sociedad que la ha reconvertido en la nueva residencia mixta Alberto Magno.
«Sí se puede hablar de crisis en el sector, pero no solo por lo que ocurre en Valladolid, sino sobre todo por lo que está pasando en toda España», admite Samuel Alonso, director del Colegio Mayor San Juan Evangelista de Valladolid, con capacidad para 60 estudiantes. «Habitualmente nosotros no necesitábamos esperar a septiembre para estar completos, pero el año pasado nos quedamos en un 80% y este año puede resultar parecido». Muy similar es la experiencia del Colegio Mayor María de Molina, que oferta 80 plazas. «Hace cinco años teníamos lista de espera y el curso pasado nos quedamos en un 75%», admite su directora Mari Luz Renuncio, que cree que este año será muy similar.
Valentín López dirige el Colegio Mayor Peñafiel, con 45 plazas, y forma parte del Consejo Nacional de Colegios Mayores. «Se nota la preocupación porque la crisis ha afectado incluso a los colegios mayores de Madrid, lo que hace unos años hubiera parecido impensable. Pero confío en que sea una situación coyuntural».
Llegados a este punto, seguramente convengan algunas precisiones. La crisis es, desde luego, la crisis económica, que se ha traducido en una merma de los recursos disponibles de las familias y de su capacidad para afrontar los gastos derivados de los estudios universitarios de sus hijos. Pero esa misma crisis se ha traducido también en el aumento de las matrículas. «Las tasas universitarias han crecido en Castilla y León torno a un 35% en dos años y eso se nota especialmente en carreras como Medicina, que es una de las que más alumnos aporta a los colegios mayores», explica Jorge Caballero, del Colegio Mayor Menéndez Pelayo, con capacidad para 115 alumnos. Y es que frente a los 1.000 euros que puede costar la matrícula del primer año de Medicina en Santiago de Compostela, en Valladolid puede llegar a los 1.800 euros, cantidad que aumenta en el caso de que el estudiante no apruebe las materias a la primera.
Hay mucha prudencia en la dirección de las residencias universitarias cuando toca hablar de novatadas. Casi todos coinciden en creer que están remitiendo, pero nadie se atreve a poner la mano en el fuego, ni a entrar en más valoraciones. Eso sí, todos aseguran que la prevención de este tipo de conductas, especialmente en sus modalidades más humillantes y vejatorias, es una parte esencial de la labor educativa que abordan con los estudiantes. «Creo que las novatadas están en vías de extinción», asegura Alicia Antoñanzas. «El año pasado se produjo un giro en el enfoque de este problema y ahora está remitiendo». Con el giro se refiere al manifiesto impulsado en Madrid por responsables de universidades en contra estas prácticas, un documento que fue suscrito también por el rector vallisoletano. Samuel Alonso coincide en que es una costumbre que va a menos, y aporta un argumento más para explicar por qué «En parte es también porque los estudiantes, incluso en los colegios mayores, van cada vez más a lo suyo».
También la crisis inmobiliaria afecta, indirectamente, a los colegios mayores. Medicina, Arquitectura y las carreras técnicas, como las Ingenierías, eran tradicionalmente las que aportaban la mayor parte del alumnado a estos centros. Se trata de estudios que no pueden cursarse en todas las universidades, que tenían altas tasas de empleo y que justificaban el desplazamiento del alumno. Pero de esa tríada mágica hay que expulsar, desde hace unos años, a la Arquitectura. La drástica caída de expectativas que sufre la profesión, y que ha llevado al cierre de muchos estudios, se ha traducido en una reducción del alumnado. El resultado es que la presencia de estos estudiantes en un colegio mayor como el Menéndez Pelayo es hoy más bien simbólica, cuando hace unos años permitía ocupar una planta entera.
Pero la crisis económica no es la única crisis que afecta a los colegios mayores, aunque sea la más importante. También influye la crisis demográfica. «Cuando yo llegué al Menéndez Pelayo, hace 16 años, se incorporaba a la Universidad una generación en la que se había producido un pico de nacimientos. Ahora sufrimos uno de los momentos demográficos más bajos de España», explica Jorge Caballero. No obstante, esa realidad no está teniendo en Valladolid un impacto tan significativo como pudiera esperarse porque no se ha traducido en un descenso del número de alumnos de la Universidad, que se mantiene estable.
Más incidencia ha tenido el Plan Bolonia y el recorte de la duración de las licenciaturas universitarias, que han pasado a ser de cuatro años. Normalmente los estudiantes que optan por los colegios mayores solían permanecer los primeros dos o tres cursos y saltaban a otras fórmulas de residencia en el cuarto año. Pero ahora el recorte de los planes de estudios supone que ese salto se produce al tercer año, con lo que la duración media de la estancia en las residencias universitarias también se reduce.
Pese a todo ello, directoras como Mari Luz Renuncio creen que esta situación de incertidumbre debe ser vista como una oportunidad para mejorar. «La sociedad y la Universidad están cambiado a marchas forzadas. Este es el momento de ser más creativos». La misma palabra, «creatividad», es usada por Alicia Antoñanzas, de la residencia Montferrant. «Los jóvenes de hoy son muy distintos y tenemos que adaptarnos a ellos ofreciendo más flexibilidad de horarios, y más capacidad de participación en la toma de decisiones, y de opinión. No podemos ser estáticos».
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