Dos futuras catadoras en el colegio Marista de León. :: EL NORTE
LEÓN

Una bodega fomenta la capacidad sensorial y el consumo responsable de vino en colegios de León

Con El Circo de los Sentidos, Peique explica la viticultura y el proceso de elaboración a los alumnos

EL NORTE

Viernes, 16 de diciembre 2011, 01:29

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El Colegio Marista San José ha sido la institución escolar elegida por Bodegas Peique para la puesta en marcha del proyecto El Circo de los Sentidos, durante los días 13, 14 y 16 de diciembre en León ,con el fin de fomentar la capacidad sensorial del alumnado.

La creación de dicho concepto, orientado a los estudiantes de quinto curso de primaria, forma parte de las actuaciones en materia de Responsabilidad Social Corporativa desarrolladas por la esta bodega familiar situada en en Valtuille de Abajo, en El Bierzo, con el objetivo de difundir la cultura y el consumo responsable de vino en los colegios de la provincia de León.

Los responsables de la Bodega han organizado durante tres sesiones de 45 minutos en el colegio Marista un programa didáctico, entusiasta y divertido donde se ha descrito el proceso de la viticultura y la elaboración de mostos y vinos. Según informa la bodega, «los más pequeños disfrutaron estrujando uvas, poniendo a punto sus sentidos mediante una cata con los ojos tapados de cuatro frutas y finalmente la apreciación de sensaciones gustativas con la degustación de un mosto de la Bodega Peique».

«La idea es que desde los primeros años los pequeños aprendan a distinguir olores, que se vayan haciendo una biblioteca, un registro olfativo para poder ir descubriendo y aprendiendo sobre los vinos y formar grandes enólogos», añade.

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La bodega familiar berciana recuerda que «el vino no es solo una bebida, es un arte, un juego desde la viña a la copa, en definitiva, un circo donde nuestros sentidos participan de un modo decisivo en la vida cotidiana».

El proyecto de Bodegas Peique está inmerso en un proceso de lanzamiento y consolidación. Bodegas Peique nace bajo el Castro de la Ventosa, en Valtuille de Abajo, un pueblo de no más de 200 vecinos donde, desde siempre, en cada casa había un lagar y no una cuadra y donde cada una de las familias trabaja año tras año la viña.

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