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Sandra y Carolina Inaraja (en primer término). Detrás, Rafael (cocinero), Miguel (sala), Ana (enoturismo), Jesús (enólogo), Inma y Carmen (exportación). :: S. SORIA
BODEGAS MONTE LA REINA

El palacio del vino

Monte la Reina resucita el nombre del histórico paraje ligado a la milicia universitaria y se convierte en una referencia enoturística en el Duero TORO-ZAMORA

JAVIER PÉREZ ANDRÉS

Viernes, 29 de julio 2011, 03:30

La iniciativa de la familia Inaraja de convertir en proyecto vitivinícola la explotación agrícola de Monte la Reina es todo un acierto. Tres años después, un planteamiento empresarial bien definido, con las hermanas Sandra y Carolina Inaraja al frente, convierte a la bodega Monte la Reina en un referente del enoturismo en la Vega de Toro y en el Valle del Duero. Es, sin duda, una de las bodegas visitables más originales de la Denominación de Origen Toro.

La silueta del palacio neogótico del siglo XIX, construido por el Conde de Villapadierna, sigue dominando la panorámica. Las nuevas instalaciones de bodega y el complejo hostelero se integran, sin alterar el paisaje, en la ladera de viñas y cultivos sobre el Valle del Duero. Su emplazamiento multiplica el valor paisajístico.

La familia Inaraja ha logrado rescatar el nombre del viejo cuartel de las milicias universitarias por el que pasaron miles de españoles durante décadas y, al mismo tiempo, ha puesto en valor la importancia ecológica de este bosque de encinas, pinos y pastizales, que figura entre los diez bosques más emblemáticos de Castilla y León, como demuestra el protagonismo del 'pinus pinea' y 'quercus ilex', sin olvidar la importancia de la fauna ibérica continental, que habita a lo largo y ancho de la finca.

Jabalíes, conejos, liebres y tejones conviven con los trabajadores de la viña, el hotel y la bodega, que se extienden por cerca de 1.500 hectáreas de masa forestal y cultivos, entre ellos las 300 hectáreas de viñedo de castas del Duero, verdejo y tinta de Toro.

Sin embargo, la mitad de las plantaciones de viña de Monte la Reina están en Villaester de Arriba, algo que confiere un carácter especial a los tintos de la bodega, según el enólogo Jesús María García.

Visita con zorro

Una curiosa anécdota que traslada la feliz convivencia en este ecosistema agrario es la presencia de un zorro que todas las tardes visita las instalaciones sin ningún temor a los visitantes y comensales de la bodega. Ana Calvo, responsable de comunicación, es zamorana, al igual que Marta Herrero, que es de Coreses y cuyo cometido es guiar a las visitas por el complejo.

Pero uno de los mayores aciertos de este proyecto familiar ha sido crear una infraestructura hostelera que permite la organización de eventos con una capacidad para 500 comensales. Las instalaciones del restaurante conviven con las de la bodega y, gracias a unas grandes cristaleras, se pueden contemplar todos los procesos de elaboración y crianza de la bodega. Un cuidado jardín completa la visita enoturística, que incluye paseos por el palacio, las instalaciones del complejo y la viña. El palacio neogótico se ha convertido en un pequeño hotel rural de ocho espaciosas habitaciones decoradas con mucho gusto.

El joven cocinero zamorano Rafael Alonso -Joven Valor en el congreso Sabores 2011- está al frente de la cocina desde el principio. La comanda respeta las materias primas de la zona y, con guiños de modernidad, mantiene una oferta que incluye menús de 15-20 euros y una media de carta de 45 euros. Los vinos, señala Carolina Inaraja, son los de la casa, que llevan el sello de la DO Toro y «además ampliamos muchas más referencias enológicas, entre las que se encuentran los refrescantes vinos frizzantes».

Proyectos futuros

La bodega Monte la Reina produce alrededor de 1,5 millones de botellas, de las que un 80% se destinan a la exportación. Cerca de 2.000 visitas visitas al año convierten este complejo enoturístico en una alternativa para el turismo zamorano.

La finca cuenta con un pequeño embalse de agua que permitirá, en el futuro, organizar actividades deportivas al aire libre, sin descartar un campo de golf. Por ahora, asegura Sandra Inaraja, la bodega, el restaurante y el hotel «es lo que nos ocupa de lleno».

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