El beato Juan Pablo II y Segovia
«Impactaba su rostro sereno; transparentaba paz y bondad»
ÁNGEL GARCÍA RIVILLA
Domingo, 8 de mayo 2011, 03:12
Publicidad
En una espléndida tarde del otoño segoviano, el 4 de noviembre de 1982, Segovia vivió un acontecimiento memorable que hizo historia. Como testigo privilegiado me atrevo a subrayar lo más significativo de aquellas dos horas y cuarto que vivimos tan intensamente. El motivo de su visita a Segovia es fácil de recordar: venerar las reliquias de su maestro en la fe «a quien tanto debo en mi formación espiritual», dirá después en el discurso.
Llegó desde Toledo a las 17:15horas En el helipuerto preparado 'ad hoc' -aparcamiento entonces de la actual Residencia de la Seguridad Social- le esperaban un reducido número de personas. Junto al obispo diocesano, Don Antonio Palenzuela, las autoridades locales, civiles y militares. Impactaba su rostro sereno; transparentaba paz y bondad. En coche descubierto y acompañado por el obispo y su secretario particular, atravesó toda la calle Fernández Ladreda y se dirigió a la Plaza de la Artillería. El marco inigualable: los arcos de nuestro bimilenario Acueducto. Miles de personas le esperaban desde hacía bastantes horas. Gritos de júbilo, vivas, canciones, pancartas, banderas... todo entremezclado, el júbilo y la alegría desbordaban por doquier. Bajo un sobrio y bello dosel, flanqueado por el obispo de la diócesis -a su derecha-, y a su izquierda el cardenal Casaroli, entonces secretario de Estado, se sentó. Después de una breve Celebración de la Palabra, se dirigió a todos los presentes. Allí, en lugar preferencial no solo estaban las autoridades religiosas y civiles, sino los enfermos, un grupo de ancianos y niños. Los miles y miles reunidos eran de toda la diócesis y de diócesis vecinas donde la visita del Papa en aquellos días no les afectaba.
Su discurso se centró en Dios y en el hombre que busca a Dios, a pesar de «la noche oscura». Quiso rendir un homenaje a San Juan de la Cruz, su maestro espiritual. Entresacó las ideas más significativas: «La fe es el medio propio y proporcionado para la unión con Dios... El centro de la fe es Jesucristo y a Cristo lo encontramos en la Iglesia. Al hombre de hoy, angustiado por el sentido de la existencia y abocado al nihilismo, e indiferente ante la predicación de la Iglesia, Juan de la Cruz le invita a la búsqueda honesta hasta la misma fuente de la revelación que es Cristo». Abordó seguidamente en su discurso el tema tan profundo de la «noche oscura del alma». «El hombre vive el desamparo, la angustia vital, el aparente abandono de Dios, pues el misterio del mal le desborda&hellip El camino de la vía purificadora de los sentidos le llevará al encuentro con Dios». Concluyó con afirmaciones tan taxativas como fundamentales: «Solo Dios puede liberar al hombre&hellip Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo, por lo tanto solo Dios es digno de él». E invitó, como colofón, a vivir valientemente la caridad: «Donde no hay amor, ponga amor y sacará amor» porque al final de la vida «te examinarán en el amor».
La tarde caía. Las dos luces se iban entremezclando. Aquellos momentos de 'Tabor' se iban apagando. Bajar a venerar las reliquias de San Juan de la Cruz en el convento de los Padres Carmelitas estaba en el programa. Allí fue recibido por los religiosos, tanto quienes eran miembros de la comunidad como los venidos de fuera. Se postró en oración ante las reliquias. Verle orar impactaba.
Publicidad
Entregó un cirio como recuerdo de su visita y andando se desplazó hasta el Santuario de la Virgen de la Fuencisla. Esto no estaba en el guión. Al llegar, ya de noche, entró en el Santuario. El coordinador de las visitas papales, el jesuita y hoy cardenal R. Tucci, me dijo: «Explique al Santo Padre cómo es la imagen y qué significa. Así lo hice en italiano. Su mirada penetrante se dirigía al rostro de la Señora. Oró. Firmó en el libro del Santuario. Escuchó el canto de la Salve y el himno a la Virgen y marchó para Madrid, desde el helipuerto donde llegó. Eran las 19:30 de la tarde. ¡Beato Juan Pablo II, de nuevo Segovia hoy te dice gracias y que ruegues por nosotros ante el Señor!
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión