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Entierro del diputado socialista Remigio Cabello en mayo de 1936.
80 ANIVERSARIO DE LA REPÚBLICA (Y IV)

Los enemigos de la República

Amenazas a izquierda y derecha acecharon al nuevo régimen desde su nacimiento, mientras se extendía la violencia en las calles

POR ENRIQUE BERZAL

Jueves, 14 de abril 2011, 02:59

Ilusión, esperanza, afán de modernización, un pelín de soberbia&hellip y enemigos, tenaces y cada vez más fuertes. Enemigos por doquier, a izquierda y derecha: desde el mismo día de su proclamación, hace hoy 80 años, la Segunda República se vio asediada por la animadversión activa de importantes fuerzas políticas y sindicales, desde el anarquismo hasta los incipientes grupúsculos fascistas. Las formaciones contrarias al régimen republicano fueron intensificando su activismo con el paso del tiempo, lo que provocó la reacción, no menos violenta, de militantes del PSOE y la UGT, una parte de los cuales terminaría sucumbiendo a la tentativa revolucionaria más radical.

La enemiga antirrepublicana, presente en todo el periodo, fue también espoleada por decisiones gubernamentales de alcance nacional; sobre todas ellas, la sustitución de la enseñanza religiosa. Así, cuando en febrero de 1932 las autoridades, presididas por el gobernador José Guardiola, procedieron a la incautación del Colegio San José, propiedad de los jesuitas, la protesta católica no dudó en recurrir a la violencia: los manifestantes, entre los que destacaba el falangista José Antonio Girón, apedrearon a las autoridades y se enfrentaron a militantes de PSOE y UGT al grito de «Viva Alfonso XIII y Cristo Rey» y «Lirón, lirón, el Gobierno es un ladrón».

Enemiga católica

Algo similar ocurrió al ser requisada la residencia jesuítica de la calle Ruiz Hernández. Estos hechos y la agresión cometida en 1933 por jóvenes falangistas contra dos obreros del Ferrocarril del Norte suscitaron la reacción anticlerical de un grupo de trabajadores, quienes destrozaron parte del mobiliario de la Casa Social Católica y arrastraron la imagen del Sagrado Corazón por las calles.

Y es que católicos y republicanos, especialmente socialistas, se las tuvieron tiesas durante toda la etapa republicana. Especialmente duros fueron los enfrentamientos entre miembros de la Federación de Estudiantes Católicos (FEC) y sus adversarios de la Federación Universitaria Escolar (FUE). A finales de 1931, por ejemplo, los primeros, en protesta por el trato de favor que, a su juicio, recibían los 'fueístas' por parte del Gobierno, asaltaron el Instituto de Secundaria y lo apedrearon. Entre los 21 detenidos sobresalían jóvenes tan conocidos entonces como el citado Girón o José Millaruelo.

En abril de 1932, nuevos ataques al Instituto provocaron la expulsión de la Universidad de Julián Bárcena, Luis Petschen, José Antonio Girón, Eugenio Rámila y Andrés Rodríguez Villa. La lucha violenta entre republicanos y miembros del falangista Sindicato Estudiantil Universitario (SEU) fue en aumento. Tan es así que el rector Andrés Torre Ruiz se vio obligado a decretar el cierre temporal de algunas facultades.

La espiral de violencia prosiguió en 1933, sobre todo después de la victoria de la derecha en las elecciones generales de noviembre. Abundan los ejemplos: ya durante la campaña electoral, enfrentamientos callejeros entre socialistas y falangistas se saldaron con once personas heridas, mientras los elementos derechistas respondían a un mitin de Landrove apedreando su casa. Los socialistas reaccionaron agrediendo a repartidores del semanario 'Igualdad', promovido por Onésimo Redondo.

Otros acontecimientos ocurridos a escala nacional potenciaron el enfrentamiento entre monárquicos y republicanos; especialmente, la discusión en las Cortes, en mayo de 1932, del Estatuto de Autonomía de Cataluña, contra la que se desató una improvisada manifestación de protesta que fue desde la Acera de San Francisco hasta la Plaza Mayor. La muchedumbre, enfurecida contra lo que consideraba una afrenta a la unidad de España, comenzó a lanzar palos y piedras contra el Ayuntamiento.

La Guardia de Asalto reaccionó cargando contra la multitud y disparando al aire, con la mala suerte de alcanzar mortalmente a Cipriano Luis Zarzuelo, un joven de 16 años. Cuatro guardias resultaron heridos. De los alborotos se responsabilizó al líder de Renovación Española Manuel Semprún, que fue arrestado y confinado en el pueblo de Risco, en la provincia de Badajoz.

Proyectos revolucionarios

La revolución de octubre de 1934 acentuó aún más el recurso a la violencia por parte de un sector de la izquierda, convencido de la necesidad de imprimir velocidad a sus proyectos revolucionarios. A ello obedecía el 'comando de acción directa' impulsado en Valladolid por los socialistas Eusebio González, Luis Gutiérrez (presidente de la Casa del Pueblo) y Víctor Valseca. Frente a ellos, jóvenes militantes católicos, falangistas y monárquicos. De la violencia política se había pasado a la política de la violencia.

Los sucesos más impactantes comenzaron antes, concretamente el 4 de marzo de 1934, durante el famoso acto fundacional de Falange Española y de las JONS en el Teatro Calderón: una refriega callejera se saldó con varios heridos y la muerte del falangista Ángel Abella, por la que Francisco Calle fue condenado a 14 años, 8 meses y un día de prisión. Si en julio de 1935 era asesinado el derechista Hipólito García en una taberna de la calle Zapico, cuatro meses después los falangistas asaltaban el Casino Republicano.

13 muertos por heridas de fuego se han contabilizado en 1936 en Valladolid. Lo más duro comenzó en abril: si a principios de mes un grito de «¡Viva la Falange Española!» en la Plaza Mayor era respondido con un disparo que hizo blanco, fortuitamente, en el cuerpo del chófer Félix Montero, poco después, el concejal de Izquierda Republicana Virgilio Mayo sufría un atentado con material explosivo en su propia casa. A principios de mayo, varios petardos truncaban la tranquilidad de calles y cantinas, mientras el alcalde García Quintana hacía inútiles llamamientos a la paz ciudadana. A finales de mes tuvo lugar el incendio de las puertas de la iglesia del Carmen, en las Delicias, que el párroco achacó a militantes de partidos obreros (hay quien asegura que el causante fue el propio sacerdote).

Un ataque, en junio de 1936, contra la Casa del Pueblo fue respondido por otro acto similar en el Centro Tradicionalista, y a finales de mes, nuevos enfrentamientos entre falangistas y militantes del PSOE y UGT se saldaban con disparos y acuchillamientos. El 18 de junio, un atentado falangista contra obreros reunidos en las cantinas de las calles Nicasio Pérez y Renedo se cobró la vida del panadero Juan Antón Pedrosa y de la cantinera, Severina, junto a cinco heridos con pronóstico reservado. La huelga general convocada al día siguiente por las fuerzas obreras no estuvo exenta de conflictos: varios disparos acabaron con la vida de Juan Sainz, tesorero de la Federación de Sindicatos Católicos, e hirieron a otros viandantes.

García Quintana volvió a hacer otro llamamiento a la paz y el Ministerio de la Gobernación procedió a sustituir al gobernador Mariano Campos Torregrosa por Luis Lavín, que aceleró los registros y las detenciones. Hasta el golpe militar del 18 de julio de 1936, la ciudad registró nuevos sucesos violentos, aunque de una intensidad algo menor.

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