La quietud del Botijas
El turismo rural ha encontrado un aliciente en la tranquilidad de Mélida
LORENA SANCHO
Sábado, 19 de febrero 2011, 01:16
La ventana lateral de la vivienda de Celes, vecino de Mélida, se abre de par en par hacia su particular 'Monte Calvario'. Desde aquí divisa las últimas cruces que forman el Vía Crucis que cada Viernes Santo recorren penitentes los melidenses. Las observa una y mil veces, con detenimiento y minuciosidad, para cerciorarse de que su obra, la de un gruista jubilado, es casi perfecta. «Empecé a restaurar una de las cruces de ahí abajo (señala una calle) y al final dije, pues ya voy a arreglar todas. En poco tiempo restauré unas pocas y otras, las que ya no existían, las hice nuevas», comenta carretillo en mano mientras faena en el jardín de su casa.
Tan solo le bastó un molde y cemento blanco para elaborar una cruz similar a las que tradicionalmente han lucido en las calles que enlazan el monte con la iglesia de San Cristóbal. Las otras, las que había que limpiar, requirieron un mayor esfuerzo y la colaboración de «la peona», como denomina cariñosamente a su mujer, María Dolores. «Sabe más el que quiere que el que sabe», comenta sobre la restauración.
Celes y María Dolores hace un tiempo que dejaron Madrid para regresar a este pequeño núcleo agregado de Peñafiel (a cuatro kilómetros), donde el número de vecinos que lo habitan todo el año ronda los cuarenta. Pero para ellos el censo no fue un obstáculo. Al revés. Están encantados con la tranquilidad que respira este municipio regado por los caldos que manan de unos viñedos que se adentran hasta el casco urbano. «Aquí se está estupendamente. En Madrid me asomaba a la ventana y veía pisos y pisos, aquí en cambio veo esta maravilla», dice María Dolores mirando al campo.
Goteo de turistas
Mélida, que podría haber tomado su nombre de la miel que abundó en estos parajes, atardece en invierno envuelto en el sosiego que respiran sus calles. Aquí el bar solo abre el fin de semana en el local de las antiguas escuelas, no hay tiendas ni panadería, pues se trata de un pueblo «completamente agrícola y ganadero», comenta Alejandro Cerón, en un receso de su paseo vespertino en el denominado cruce de los cuatro caminos. «Yo me doy un paseo por la mañana y otro por la tarde, porque si no aquí no puedes hacer otra cosa. El que tiene labranza, bien, porque está en ello, pero los demás, pues nos entretenemos por aquí», dice junto a la cercana bodega de Pago de Carraovejas. «Uy, todo esto ha dado mucha vida, porque estas bodegas emplean a mucha gente», añade este antiguo ganadero de ovino.
Es precisamente el vino de la DO Ribera del Duero el responsable de atraer hasta Mélida un incesante goteo de turistas que durante todo el año encuentran aquí el alojamiento que buscan. Lo hacen en cuatro casas de turismo rural de construcción exquisita que ofrecen «tranquilidad y hospitalidad», precisa Puri Veganzones, representante del Ayuntamiento de Peñafiel en Mélida.
Las viviendas de turismo rural destacan en el entorno de la iglesia de San Cristóbal, del siglo XVI. Por su parte, la patrona, Santa Isabel, da nombre a la calle principal, la que une el templo con la Plaza Mayor, que viene jalonada de viviendas y recovecos de trazo medieval. Algunas, ya en ruinas, ofrecen en sus muros decadentes una estampa que invita a inmortalizarla con una instantánea.
El final de la calle principal desemboca en un mirador que se topa con Las Bocas, unas antiguas cuevas donde en su día se extrajo la cal que enjalbegó las viviendas y que ahora se ha convertido en morada de buitres. Un aliciente más para el Valle del Botijas, el que mece a otros tres pueblos más y que hace casi treinta años surtió de piedras a los vecinos para levantar el que ahora se ha convertido en su emblema; El Majón. Cada fin de semana, una sociedad formada exclusivamente por hombres abre sus puertas a las cuadrillas de amigos para disfrutar de meriendas y acontecimientos sociales en este merendero.
Eso sí, las mujeres participan igual que ellos, pero la tradición las exime de la cuota anual para mantener un punto de encuentro que cada fin de semana da buena cuenta de la gastronomía de la zona: el lechazo y el vino -por supuesto- con Denominación de Origen.
Profesora de Educación Secundaria y miembro de la Asociación para el Desarrollo del Valle del Botijas, Puri Veganzones se confiesa una «apasionada» de Mélida y de todo lo que le concierne. Conoce a cada vecino, cada obra y cada proyecto ideado para este pequeño núcleo, y como representante que es, a su vez, del Ayuntamiento de Peñafiel en este municipio, destaca «la sensibilidad e interés» mostrada por el Consistorio peñafielense en todos los proyectos desarrollados en Mélida.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.