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David López cruza la meta en Alcoy. :: ALBERTO SAIZ-AP
CICLISMO

La Vuelta de los vizcaínos

Antón retuvo el liderato sostenido por el Euskaltel y el baracaldés Davi López destapó su clase en Alcoy

J. GÓMEZ PEÑA ENVIADO ESPECIAL

Lunes, 6 de septiembre 2010, 04:10

La Vuelta de 2010 saldrá desde Benidorm y regresará 33 años después a Euskadi. A rescatar gestas, leyendas, ecos e imágenes de vencedores vizcaínos como Gabika, Loroño o Marino Lejarreta. Y a sumar las nuevas historias de sus sucesores. De Igor Antón, que es de Galdakao y también líder de esta edición, y de David López, que nació en Barakaldo y ganó ayer en Alcoy.

«De pequeño, mi ídolo era Cubino, porque ganaba el día más inesperado». A su manera, David López es como su ídolo. Vence cuando nadie lo espera. Le pasó en 2007. Se marchó lejos para lograr su primera victoria. Hasta la estación alpina de Solden, a 2.671 metros. Subió sintiéndose invisible. Sabía que las imágenes de esa Vuelta a Alemania no llegaban a casa. Sus padres andaban de vacaciones en Reinosa; su novia, por Cáceres. Y él, a oscuras en un puerto alpino. «Solo pensaba en recordarlo bien todo. El paisaje, la gente, las voces. Todo. Para no olvidarlo durante el resto de mi vida». Para contarlo siempre. Ayer, para lograr su segundo triunfo, el ciclista vizcaíno también se disfrazó de Cubino: inesperado. Iba con Kreuziger, con Moncoutié, con Caruso y con Egoi Martínez. A su sombra. Todos le superaban en palmarés, en puntería. Así que hizo como Cubino y sorprendió en el alto del Revolcat, a 5 kilómetros de la meta. Tan inesperado como eficaz. Inició el repecho final de Alcoy con tiempo de sobra. Sentado. «Disfrutando». Sabía que esta vez sí le estaban viendo en casa. Compartiéndolo con ellos a distancia. «Ese kilómetro final vale por toda la carrera deportiva».

El ingeniero

Alcoy es la ciudad de los tres ríos y la mil cuestas, como la de Bañeres, la que subía hacia la meta. Otro vizcaíno, Igor Antón, se pegó allí a dos manos con 'Purito' Rodríguez por retener el liderato. Antes lo había hecho ante el francés Peraud, fugado, y líder virtual casi hasta el final. Peraud, como David López, es un tipo inesperado. Capaz de pedir dos años sabáticos a finales de 2009 en la empresa nuclear en la que trabajaba como ingeniero especialista en termohidráulica. Todo por correr el Tour. En la compañía no se extrañaron. Jean Christophe Peraud ya trabajaba a tiempo parcial. De ocho de la mañana a 12.30 horas. Luego le veían marchar con su bicicleta de mountain-bike, la misma que le llevó hasta la medalla de plata de los pasados Juegos Olímpicos de Pekín. Con 33 años quería conocer el Tour 2010. Y no pudo. Casi murió en el intento. Una caída en el pasado Dauphiné derivó en una infección, en una septicemia, y su vida corrió peligro en un hospital de Lyon. No pudo ir al Tour.

Ayer, como consuelo, quería ser líder de la Vuelta. Estaba lejos: a siete minutos de Antón en la general. Buscó colaboración en la primera hora de la etapa alicantina. Tremenda. La locura. Chirriaban los dientes. A toda mecha. El Euskaltel trataba de agarrar las riendas. «Preferimos que haya fuga, pero que no se meta ninguno de los 25 primeros de la clasificación», decía Gerrikagoitia, el director de Antón. Fuga hubo y entre los 14 dorsales que la formaron sí se metió uno de los 25 primeros, el 22, Barredo, situado a tres minutos y medio del líder vizcaíno. Con él iban Moncoutié, Kreuziger, Caruso, Rabuñal, Peraud, Pujol..., y Egoi Martínez, que los vigilaba a todos. Egoi era los ojos de Antón. El col de Rates, el de Guadalest, el de Confrides y el de Tudons vivieron una Vuelta incierta: entre la escapada y el pelotón del Euskaltel había cuatro minutos. Ni más ni menos. Siempre a tiro. Ahí, Barredo renunció. Se tachó. Se dejó coger. Dijo que era víctima de una pájara. Inesperado, como lo que restaba de la etapa.

Sin Barredo delante, el Euskaltel cogió aire. Llevaba dos horas con aliento de plomo. Con Oroz, Pérez, Txurruka y Nieve rebozados en calor. Bien fritos. Tal era el sol que atravesaba los cascos. Optaron por un rato de paz. Comieron, bebieron y hasta mearon. Y con ellos, Nibali, 'Purito' Rodríguez, Schleck... La tregua alimentó la fuga, que se fue por encima de los nueve minutos. Ahora, el peligro era Peraud. Pero el ingeniero nuclear sufrió una fuga de energía en el puerto del suplicio, Torremanzanas. Ni el viento abanicaba a los ciclistas. Peraud no pudo seguir a David López, Moncoutié, Kreuziger, Caruso y Egoi Martínez. Su liderato era de hoja caduca. Se quedó en virtual.

Tampoco pudo luchar por la etapa. La de David López. En 2007, cuando ganó en la Vuelta a Alemania, David sabía que no le veían en casa. Ayer, sus rivales no le miraban. «Se vigilaban entre ellos», contó. Y aprovechó la oscuridad a cinco kilómetros del final. Inesperado, como Cubino. E hizo como en aquel primer triunfo alemán. Grabó las imágenes en su cerebro: «Me ha emocionado ver a la gente, aplaudirme. Yo no soy de los que ganan. Iba sufriendo, disfrutando. Me parecía increíble. Miraba atrás y no veía a nadie». Por una vez, todos le veían a él. Ya tiene la victoria que su talento merece. Ocho minutos por detrás, otro vizcaíno, Igor Antón, disputaba su segundo combate del día. La rampa de Alcoy vio elevarse la viruta de humo de 'Purito' Rodríguez. El catalán agarró por el pescuezo a Antón. Le apretó tres veces. Pero no le ahogó, ni le sacó ni un metro, ni le quitó la Roja. No era día para Purito. Era para vizcaínos.

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