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SERGIO G. SASETA
Viernes, 20 de agosto 2010, 02:47
Iker tiene apenas 11 años. Cada mañana, cuando el despertador marca las 7.00, se levanta. Entre su 'quiver' escoge una 'gun' que le permite realizar un 'take off' perfecto. El es un 'goofy' que disfruta cuando sopla el 'offshore'. Quizá esté perdido entre tanta palabra extraña. Quizá sea más sencillo decir que Iker es un niño donostiarra que cada mañana disfruta surfeando en la playa de Gros.
En este barrio de San Sebastián, los niños, y no tan niños, no juegan al fútbol ni pierden horas y horas delante del televisor enganchados a la videoconsola. Aquí lo que mandan son las olas y el surf. Muchos ya tienen matrícula de honor en este deporte que roza lo mágico y pueden disfrutar del verano. A otros, en cambio, les toca ir a la escuela.
Claro, que esta no es una escuela al uso. Es una escuela de surf, donde experimentados deportistas tratan de que bailar sobre el agua no sea cosa milagrosa, sino terrenal. Estas peculiares aulas aterrizaron en España en 1991 gracias a la Escuela Cántabra de Surf. Ahora, son ya 15 las que se dedican a enseñar todas las complicadas suertes de este deporte, que llegó a Europa a finales de los 60 y a España, cinco años después.
Ahora ya no hace falta viajar hasta tierras galas o ser un pionero como Iñaki Arteche para sentir el veneno del surf en las venas. Basta con atravesar puertas como las de Surfing San Sebastián, una de las escuelas más completas, para sumergirse, literalmente, en un mundo lleno de mitos y leyendas.
Óscar García está detrás de la escuela de las tres líneas. Él es un trotamundos de las olas que, después de dejar todo para encontrar la ola perfecta, decidió hace 2 años anclar su tabla en la Calle Ramón y Cajal, a menos de 50 pasos de las aguas de Gros. «Nuestra filosofía es el Surfing como un arte, un acercamiento a la naturaleza, un deporte, un medio de aprendizaje y disfrute, una proximidad entre diferentes culturas y un respeto por nuestras normas y océanos».
Iniciación, recreacional, avanzada, técnica&hellip Hasta seis niveles se diferencian en esta universidad del mar. Desde las clases más técnicas para los alumnos más aventajados, que participan en competiciones oficiales, solo en el País Vasco hay 2.500 federados.
Libertad limitada
Aunque el mundo del surf esté rodeado de un halo bohemio, lo cierto es que en Surfing San Sebastián aquello de la libertad del surfista no es tal, al menos para los profesores.
Rober y Jon son los encargados de que, desde las 9 de la mañana, nada falle. A esa hora, las largas tablas azules de los novatos surcan las aguas en busca de la primera ola de la mañana.
Durante más de una hora que dura cada clase, los monitores se encargan de que conceptos como 'take off', ola de derechas, de izquierdas o bajamar adquieran un significado y todo ello con una amplia sonrisa y una buena dosis de paciencia. Los inevitables revolcones son parte del atractivo, pero no solo la técnica es lo que se enseña: también las irrompibles normas del surfista y, por supuesto, su cultura.
Pero si la moda de las escuelas parece haber adquirido este verano una gran dimensión, Surfing San Sebastián va un paso por delante. Esta escuela ha sido capaz de diferenciarse del resto gracias a programas novedosos. Por un lado, están los campamentos de surf, que permiten vivir como un auténtico surfista, al lado de la playa, con clases de hora y media y con todo el material necesario para la práctica del surf.
Para los más aventureros, hay otra opción, que solo esta escuela ofrece aparte de otras dos agencias: los Guías de Surf. Es un nuevo concepto de turismo dirigido a surfistas experimentados y foráneos. Permite que un nativo, en este caso Óscar García o Gorka Yarritu, organice una agenda en la que se incluyen las mejores playas, las horas en las que las mareas son más propicias y los surfistas locales. «No pierdes tiempo durante tus vacaciones buscando olas, obtendrás directamente las mejores olas del día».
Alquiler de material y hasta una marca propia de ropa son las otras variantes de una escuela que en tan solo dos años ha conseguido situarse en la cresta de la ola y, de paso, hacer que cientos de personas pasen a formar parte de una 'new wave'. Una nueva ola.
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