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SONIA QUINTANA
Domingo, 8 de agosto 2010, 13:21
Aunque su inauguración oficial no tuviese lugar hasta el 24 de septiembre de 1886, el Pasaje Gutiérrez comenzó a ser parte de la historia de esta ciudad un año antes, hace hoy 125 años. La fecha está puesta en la rejería de la entrada principal, por la calle Fray Luis de León: 1885 rezan unas cifras de evidentes rasgos modernistas. «Ayer a las once de la mañana se verificó la inauguración de este importante edificio con el que el rico comerciante de esta ciudad Sr. Gutiérrez ha dotado a esta capital», señalaba el periodista que aquel día de septiembre cubrió la noticia, ampliamente recogida en el periódico del día siguiente. «El Pasaje Gutiérrez es el más grandioso de cuantos conocemos en España; más elegante y más espacioso que el magnífico con que cuenta Zaragoza, no hay ni en Madrid ni en Barcelona ni en Sevilla ninguno que con él pueda compararse», continúa la crónica de aquel evento.
Declarado en 1998 por la Junta de Castilla y León Bien de Interés Cultural con categoría de monumento histórico-artístico, el 17 de octubre de 1886 fue motivo de un suplemento especial de EL NORTE DE CASTILLA, cuyo texto iba acompañado de un dibujo de Huerta. «No le hay igual en otra capital de España y es bastante mejor que otros muchos con que cuentan en el extranjero», decía el cronista de la época, en clara alusión, entre otras, a la galería milanesa Vittorio Emanuele II o a la Saint Hubert, en Bruselas, hoy famosas por albergar algunas de las mejores tiendas de ropa, librerías y cafeterías exquisitas, lejos de la realidad del pasaje vallisoletano donde los negocios aparecen y desaparecen y conviven desde hace años con muchos locales cerrados. El sentido que tuvo como escaparate comercial acabó poco después de su construcción. «El murmullo de las conversaciones de los paseantes y la música de los conciertos que allí se dieron se marchitaron con la misma rapidez», recogían ya las crónicas de principios del siglo XX.
Cien años de abandono
El año del centenario de su inauguración lo celebró con la noticia de su restauración. En 1980, el colaborador de EL NORTE Ramón Corella apuntaba en su columna 'En borrador': «El Pasaje Gutiérrez está tan dejao, incurioso y traza, que bien podría llamarse 'pasota' Gutiérrez, en lugar de pasaje». Tras años de conversaciones, en 1986, sus propietarios cedieron la propiedad de uso del paseo al Ayuntamiento, a cambio de su restauración (aunque no se hizo efectiva hasta el Pleno municipal del 10 de septiembre de 1987). Diseñado por el arquitecto Jerónimo Ortiz de Urbina, a instancias del comerciante vallisoletano Eusebio Gutiérrez, fueron los arquitectos Ángel Luis Fernández y Fernando Inglés, al frente de un equipo de alumnos de la Escuela de Arquitectura, los encargados de redactar el proyecto de rehabilitación del pasaje, con un presupuesto de algo más de 33 millones de pesetas, gracias a un acuerdo entre Junta y Ayuntamiento.
El plazo de ejecución de las obras marcado en el convenio estipulaba que la restauración debía estar acabada en seis meses. La rehabilitación salió a subasta en diciembre de 1987 pero, aunque dos empresas se interesaron por la obra, ninguna llegó a presentar oferta alguna. Así que el proyecto se quedó 'compuesto y sin novia'. El Ayuntamiento se puso entonces en contacto con una empresa de Madrid especializada en ese tipo de restauraciones pero su oferta suponía el doble del presupuesto previsto.
Tuvieron que pasar otros dos años, mientras la ruina seguía haciendo mella en él, para que los vallisoletanos volvieran a oír hablar de la restauración de uno de los rincones con más sabor de la ciudad. Un convenio entre Junta y Ayuntamiento con fecha 15 de junio de 1989 volvió a poner el Pasaje de actualidad. El presupuesto ascendió entonces a 40,3 millones de pesetas. Las obras comenzaron finalmente el 22 de mayo de 1990. Calificadas por el que fuera en aquellos años concejal de Urbanismo, Valeriano Martín, como «las del Escorial», finalizaron, en su primera fase, en 1993.
El lienzo perdido de Seijas
«Cierto es que todas las obras que en la ciudad se inician tardan, para nuestro gusto, más de lo que sería necesario. Pero, aún con retraso, concluyen. Menos en el Pasaje Gutiérrez, condenado, no sabemos por qué extraña culpa, a perpetuar una situación de escombrera», decía la periodista Maribel Rodicio en su artículo de opinión 'De ayer a hoy' de 15 de junio de 1993. «Más de cien años han tardado en construir La Almudena, pero esa resignación no debe ser aplicable a una obra de rehabilitación como la que nos ocupa», continuaba aquel artículo. ¡Si el Sr. Gutiérrez levantara la cabeza...!
El final de las obras no significó, ni mucho menos, el renacer del que fuera el primer centro comercial de la capital, aunque sí supuso la vuelta de la estatua de Mercurio, una de las obras de arte que decoran este privilegiado enclave, salvado del olvido hoy en día por las cuatro cafeterías que sacan sus terrazas al Pasaje: El Pigiama, la Tertulia, la Negra Flor y Candilejas. No tuvo la misma suerte uno de los cuatro lienzos del pintor palentino Salvador Seijas que decoran el techo, todavía en paradero desconocido. El lienzo fue retirado en 1997 para evitar que las humedades y goteras que existían en la galería perjudicaran la tela y hoy el Ayuntamiento sigue sin saber cuál fue su destino.
En 1991 el Consistorio modificó el Plan General para suspender la concesión de licencias de apertura de bares en todo el ámbito de la manzana de esta joya del Modernismo, frecuentada en la actualidad por grupos de turistas y parejas de novios que allí se retratan el día de su boda, ante la atenta mirada del grupo escultórico formado por una pareja de niños que sujetan un reloj, en desuso desde hace no se sabe ya cuánto tiempo. Su encanto no atrae ni a empresarios ni a compradores y atravesarlo no supone atajo alguno, por lo que su futuro sigue siendo una incógnita.
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