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JAVIER PÉREZ ANDRÉS
Viernes, 28 de mayo 2010, 02:45
La visita a una plantación de viñedo en espaldera tiene el encanto de observar el momento del ciclo vegetativo. La salida de las hojas cuando comienzan a extenderse, la aparición del racimo, la floración, el cuajado y así cualquier estado fenológico hasta la llegada del envero y la maduración de las uvas, que darán paso a la elaboración del vino.
La viña de la bodega palentina Pagos de Negredo, acogida la DO Arlanza, proporciona esta parcela de conocimiento del mundo del vino gracias a su situación estratégica. Además de las vides, el visitante conoce el tipo de suelo, que en este caso es de cantos rodados. Hace más de un siglo fue el solar de un famoso majuelo que se extendía en lo alto del Monte Negredo, en el mismo lugar donde está hoy la viña, cuyo pago tiene una historia legendaria. El proyecto fue iniciativa de la familia Primo Cavia y su motor fue Fernando, quien resucitó una leyenda dormida en este valle cerrateño que mira a la villa de Palenzuela, la antigua 'Pallantia', según algunos autores.
En la añada de 1997 se inició la plantación, -hoy son 22 hectáreas de tempranillo en producción- y se devolvió el protagonismo al lugar que un día dirigiera el bodeguero Marcial de la Cámara, fundador de marca y del viñedo en 1865. En el último cuarto del siglo XIX logró para sus vinos varios reconocimientos en exposiciones internacionales, entre ellas la de Amberes, en 1885. Una bodega que exportaba vinos antes de la filoxera. Un pujante 'chateau', como rezaba su publicidad en 1887, hasta que Francia protegió este término décadas después, lo mismo que el vocablo 'Médoc'.
La explotación formó parte del un coto redondo y se denominó 'Quinta Negredo', otro término que en esa época distinguía a las fincas de vinos de calidad. Los embotellados se vendían a 18 pesetas la caja de 12 botellas bordelesas.
Se produjeron y exportaron tintos, blancos y licorosos que salían de la estación de Quintana el Puente. Hoy se elaboran en una moderna bodega con DO, a la espera de que se construya la nueva en medio de la finca de cien hectáreas rodeada de encinas. Esta bodega ha abierto el libro de la historia del vino regional, devolviendo la dignidad y la gloria a los vinos de Palencia y del Cerrato, además de elaborar magníficos vinos. La visita a la viña no deja indiferente. Junto a las cepas, hay una pequeña cabaña para descansar.
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