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PASEO DE ZORRILLA

Un bosque en la terraza

Ito Herrero, una de las pioneras del bonsái en España, cuida más de 40 árboles en su piso del Paseo de Zorrilla

VÍCTOR M. VELA

Miércoles, 26 de mayo 2010, 12:06

La terraza de Ito es un paraíso en el cogollo pucelano. Diez pisos más abajo, los conductores se pelean por un centímetro de calle y las máquinas se comen el asfalto por las obras del Paseo de Zorrilla. Pero aquí arriba, con unas preciosas vistas sobre la principal arteria de la ciudad, apenas llega el rumor del claxon, el runrún de la gente, el rugido de unos motores que esperan su turno en el semáforo. Esto es otra cosa. «Mi bosque», le llama Ito. Y no le falta razón.

En su terraza atesora más de cuarenta bonsáis. Cuarenta, que se dice pronto. Y eso, sin contar con otros árboles de mayor tamaño que se agrupan en una esquina del solario. «El refrán dice eso de cómprate un bosque y piérdete, ¿no? Y como yo no tengo dinero para comprármelo, pues me lo he hecho». Árbol a árbol. Aquí tiene ejemplares (en miniatura) de fresno, de olmo chino, de sabina, de roble, de tejo, de chopo, pino, tejo... «Y son todos naturales. Nada de bonsáis artificiales». Ito coge los esquejes, árboles pequeñitos que luego ella se encarga de cuidar, de reducir, de controlar para que no crezcan y queden reducidos a su máxima expresión. «Los colegas me llaman 'la tijera' porque es verdad que me gusta cortar, podar, arreglar y trabajar mucho los árboles. Hay quien prefiere dejarlo con muchas ramas, con muchas hojas, pero yo siempre digo que un árbol no es más bonito porque esté más verde. Eso es un seto. O una mata de hojas. Pero el bonsái es otra cosa. Es un árbol cuidado. Trabajado. Y eso requiere mucho tiempo». Y tijeras.

Ito lo sabe bien. No en vano, es una de las pioneras del bonsái en España. Casi 30 años en este mundillo. A él llegó en 1982 durante una visita a Inglaterra. Allí, su cuñado (inglés) le empezó a explicar la filosofía de un arte que no le ha abandonado. «En 1989 me invitó a un congreso mundial que tenía lugar en Japón». Y para qué quieres más. De allí Ito volvió completamente enamorada. Y lo que hasta entonces era un mero entretenimiento, se comenzó a convertir en algo más, casi una filosofía de vida. «A mí, como al árbol, me gusta estar agarrada a la naturaleza. Y eso lo consigo con el bonsái. Aparte de la belleza y del arte que supone, es una manera de estar siempre vinculada con la naturaleza». Abrazada a un bosque que nace en su terraza, en pleno Paseo de Zorrilla.

Pero el bonsái también extiende sus ramas por el interior del piso. Y allí dentro, en las paredes y estanterías, pueden verse multitud de libros dedicados a este mundo, fotografías enmarcadas, recortes de periódicos y revistas completas donde los árboles de Ito ocupan un lugar destacado en la portada. Y eso, en unos años donde el mundo del bonsái apenas había llegado a los grandes centros comerciales. «No, no. Yo no quiero esos árboles artificiales», asegura Ito.

Algunos ejemplares de su bosque particular -a prueba de heladas y nevadas, «los protejo como puedo, con papel de periódico, por ejemplo»- pueden verse hasta este domingo en la exposición que alberga el Palacio de Pimentel y que organiza la Diputación en colaboración con el Club Amigos del Bonsái. Su presidente, Sabino González, explica que en esta muestra se pueden contemplar plantas con tamaños que van desde los diez centímetros hasta aquéllos de más de un metro, informa Europa Press. Desde el Club, que en la actualidad cuenta con 28 socios, señalaron además que el bonsái es un arte que «conlleva una dedicación permanente y no sólo cotidiana», ya que es un tipo de árbol que «siempre está inacabado y en el que siempre hay que intentar alcanzar la perfección». Ito lo logra a diario, desde su terraza en el Paseo de Zorrilla.

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