Luis Roldán, ex director de la Guardia Civil, libre pero deudor

El que fuera primer director civil de la Guardia Civil entre 1986 y 1993, periodo en el que, según los tribunales, desarrolló una «incesante» actividad delictiva, firmará su libertad en el Centro de Inserción Social de Zaragoza después de permanecer en prisión 15 de los 31 años a los que fue condenado.

El hombre cuyo formidable escándalo contribuyó a la caída del Gobierno de Felipe González, se aprovechó de su puesto para amasar una fortuna de unos 30 millones de euros. Lo hizo lucrándose con las obras de construcción y rehabilitación de cuarteles y mediante el desvío de fondos reservados destinados a la seguridad del Estado. Para cobijar sus ganancias creó una sociedad ficticia, compró pisos y ocultó el dinero en Suiza con ayuda de compinches.

El Supremo le condenó a 31 años de cárcel en 1999. Pero para entonces Roldán ya llevaba en prisión preventiva cuatro años, después de haber protagonizado una rocambolesca fuga de 11 meses que acabó en Tailandia, país al que se desplazaron agentes de la policía en su busca. Había pactado con el intermediario Francisco Paesa su entrega a cambio de rebajar su pena. Pero el acuerdo quedó en papel mojado.

Los 31 años de cárcel quedaron reducidos a 20 tras la reforma del Código Penal de 1995. Gracias a esa modificación, el Supremo estableció que los presos decidieran si cumplían su condena con arreglo a uno u otro código y siempre que se aplicase la solución más favorable para el reo.

Roldán se acogió a estos beneficios. A este hecho se sumaron las rebajas de pena por estudios y buen comportamiento, por lo que los 20 años iniciales se quedaron en 15.

Entre libros y cartas

Los primeros diez años los pasó en solitario en la prisión de mujeres de Brieva, en Ávila, donde pasó el tiempo entre libros y partidas de cartas. En el 2005, obtuvo el segundo grado y fue trasladado a la prisión de Zuera, en Zaragoza. En aquella época llegó a solicitar el tercer grado, pero su petición fue denegada por no haber satisfecho la multa de 9,2 millones. Pese a ello, su situación mejoró. Fue traslado al Centro de Inserción Social de Zaragoza, su ciudad natal, donde sólo acudía a pernoctar. El dinero que robó nunca apareció ni reveló dónde estaba, sólo decía que estaba en poder de Paesa, quien, a su vez, está en paradero desconocido tras habar simulado la muerte. Sus dos testaferros fallecieron y la última pista del saqueo se perdió en paraísos fiscales. Pero, los testigos de su enriquecimiento lo tienen claro: «Se lo gastará delante de nuestras narices».