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Francisco José González con los panales que tiene instalados en Torrelobatón. Laura Negro
Especial Somos campo

El apicultor que dejó los campos de batalla por el campo de verdad

La cría de abejas dio un nuevo sentido a la vida de Francisco José González, que ahora se dedica al cultivo de la miel en Torrelobatón bajo la marca Mielegante

Laura Negro

Valladolid

Jueves, 15 de mayo 2025, 10:20

Francisco José González, 'Fran' estuvo casi dos décadas recorriendo España –y parte del extranjero– al servicio de una empresa del sector de la construcción. Él estaba especializado en la instalación de sistemas de seguridad. Estuvo destinado en Madrid, Bilbao y las Islas Canarias, pero también en Kosovo e Irak en misiones vinculadas al Ministerio de Defensa, donde estuvo levantando el perímetro de seguridad de los campamentos militares españoles. Después de tanto tiempo fuera de casa, comenzó a plantearse la idea de regresar a su tierra. Quería una vida más tranquila, más cerca de su familia y, en especial de su hijo pequeño. Lo que no imaginaba es que esa nueva etapa le traería también una vocación que le llenaría por completo, la apicultura.

El primer contacto con el mundo de las abejas llegó a través de un amigo. Le resultó tan fascinante que comenzó a formarse «muy en serio». Hizo cursos teóricos, prácticas con apicultores veteranos, visitó colmenares... hasta que se decidió a montar su primer asentamiento apícola. «La idea de aquel primer asentamiento era tenerlo como hobby, pero en 2020, di el paso y convertí esa pasión en mi profesión», relata. Justo al inicio de la pandemia, se dio de alta como autónomo y montó su primera explotación apícola en su pueblo, Torrelobatón (Valladolid).

Empezó con seis colmenas y poco a poco fue ampliando su actividad hasta alcanzar las 350 que tiene en la actualidad, distribuidas estratégicamente en zonas de alta riqueza floral de Valladolid (en los Montes Torozos), Palencia y Zamora. Esa variedad botánica es la que le permite producir siete tipos de miel distintos, entre ellos, miel de flores, miel oscura, miel de lavanda, de brezo, de castaño y dos variedades batidas de flores y de lavanda. También comercializa miel en panal, tintura de propóleo y licor de miel.

La marca que Fran ha creado, Mielegante, además de ser un juego de palabras con mucho significado para él, representa el cuidado que le pone a un proceso que comienza en la flor y acaba en el tarro. Un proceso que realiza aplicando técnicas de extracción en frío que garantizan la conservación de todas las propiedades organolépticas de la miel. «Mi miel es cruda, nunca supera los 40ºC durante el proceso de extracción y envasado, porque a partir de los 45ºC empieza a perder propiedades», explica.

Cada cosecha comienza en el campo, cuando las abejas han llenado los panales, Fran traslada los cuadros a su nave, en la que dispone de sala de extracción, envasado, calor y almacenamiento. Allí pasa por la desoperculadora, que retira la capa de cera que sella la miel en cada celdilla, para luego centrifugar los panales y extraer la miel. Tras su decantación y filtrado, la miel se deposita en maduradores hasta su envasado. Un proceso meticuloso que respeta el ritmo natural del producto.

Tres sellos de calidad

En poco más de cinco años, Mielegante ha conquistado a clientes y expertos. Concretamente la de lavanda ha recibido múltiples premios nacionales e internacionales, desde el galardón platino de Mielolid 2022, hasta dos medallas de oro en el London Honey Awards. También destacan las menciones de Mieladictos y Calidad Apícola, que han elogiado sus mieles de brezo, castaño y flores oscuras como «muy buenas, entre las mejores de España y Portugal».

El producto cuenta además con tres distintivos que avalan su calidad: Alimentos de Valladolid, Artesanos de Castilla y León y Tierra de Sabor. «Son sellos que nos permiten llegar a más público y demostrar que estamos haciendo las cosas bien», asegura. Sus canales de venta se dividen entre la venta directa, la distribución en tiendas locales y el canal mayorista, en función de las cosechas. Para particulares, sus formatos van desde los 50 gramos hasta el kilo.

Su actividad no se limita sólo a producir y vender miel. También se ha especializado en la reproducción y venta de abejas a otros apicultores, y ha abierto sus instalaciones para realizar visitas guiadas y catas. «Es una forma de educar, de mostrar lo que hay detrás de cada tarro y de luchar contra el fraude, ya que hay mucho producto que se vende como miel y no lo es. El consumidor tiene derecho a saber qué está comprando», afirma.

Su nueva vida en el campo y sus desafíos

«Trabajar en el campo es algo increíble, pero no siempre fácil», advierte. «Además de la incertidumbre del clima, los que vivimos del campo tenemos otras amenazas inesperadas. Hace unos días, por ejemplo, al revisar el colmenar que tengo en Sanabria —zona en la que produzco la miel de brezo de primavera— descubrí que un oso había destrozado tres colmenas, desplazándolas hasta 20 metros y devorando buena parte de los cuadros. La naturaleza tiene sus propias reglas. A veces nos afecta, pero forma parte del oficio», indica.

A diferencia de otros emprendedores que sueñan con crecer sin límites, Fran lo tiene claro. «No quiero expandirme más. Quiero mantener lo que tengo, asegurarme de abastecer bien a mis clientes y seguir disfrutando de este trabajo que me llena plenamente», remarca este emprendedor que decidió cambiar la vida en los campamentos militares en Kosovo por los tranquilos campos de Torrelobatón y comarca, para endulzar los paladares con un producto auténtico y delicioso.

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