
Secciones
Servicios
Destacamos
fernando miñana
Jueves, 2 de febrero 2017, 20:45
Juan Pedro González es una de esas personas obsesionadas con el orden, de las que alinean los lápices según el tamaño. En su casa, dentro del armario, las camisas colgaban agrupadas según el color o el estampado. Un perfeccionista. Por eso, en aquel viejo almacén del camino de Puente Tocino a Beniaján (Murcia), la nave que los vecinos temían que cualquier día se derrumbara, toda la maquinaria estaba perfectamente organizada para producir billetes falsos. Los expertos del Banco Central Europeo, además, concluyeron que era un artista, que sus billetes ful eran unas copias francamente buenas.
Después de dedicarse durante años al mundo de los concesionarios, este murciano descubrió que tenía un don al realizar, en 1994, un fino trabajo, la documentación falsa para un marroquí llamado Abdelkrim Karim que tiempo después se convertiría en su mano derecha. El inmigrante le buscó más clientes y así se metió en el negocio que le llevó a dar el salto a la falsificación de dinero.
No tuvo maestros. Es autodidacta. Y tan cuidadoso que los agentes de la Brigada de Investigación del Banco de España (Bibe) y del Grupo IV de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado tardaron un año en echarle el guante. La punta de la madeja se remonta a mayo de 2006, cuando los mecanismos de control detectaron un aumento significativo de billetes falsos en el sureste español. Al mismo tiempo, Francisco, un narco de Villena (Alicante) que traficaba con cocaína procedente de Vigo y hachís marroquí, usaba dinero falso. Eso les llevó a preguntarse de dónde salían aquellos euros.
La exmujer del narcotraficante, despechada, se dedicó a mandarle mensajes desafiantes: «Que te vas a cambiar billetes y vender coca (...). Te voy a mandar a prisión» o «Los carnés falsos y las tarjetas, ¿a quién se los doy? Te vas a acordar de mí toda tu puta vida». Y hasta uno que inquietaría a la Policía. «A quien quiera saberlo, porque tienes el teléfono intervenido».
Francisco fue quien, sin querer, les llevó hasta el jefe. No hubo más que seguir su Alfa Romero 156. La operación se saldó con catorce detenidos en Murcia, Alicante, El Campello, Villena y Dénia. Era mayo de 2007 y tras la fachada de la fábrica de Jugosa, una supuesta empresa de conservas, descubrieron a un hombre de 50 años, Juan Pedro González, con ocho millones de euros en proceso de elaboración.
El detenido se pasó catorce meses a la sombra, pero acabó saliendo libre de cargos. A la Policía no se le pasó por alto un dato. El tiempo en que Francisco estuvo en prisión, apenas detectaron 150 billetes falsos al mes. Al recuperar la libertad, la cifra subió hasta los 6.000 al año. Los EUA0050 C00043, como los bautizaron, habían vuelto a la circulación.
En diciembre de 2011 fue detenido de nuevo. Encontraron millón y medio de euros calentitos y otro medio millón a medio hacer. Francisco tenía todo lo necesario para fabricarlos: una termo-impresora, una máquina insoladora para serigrafiado, dos impresoras de inyección de tinta, una guillotina... Todo lo que uno puede encontrar en ese supermercado infinito que es internet. Y una red de pasadores, subalternos encargados de colocar los billetes, pagados al 10% de su valor: cinco euros por por cada uno de 50. En abril de 2012 salió de nuevo y ahí le perdieron la pista. Pero los EUA0050 C00043 salían de debajo de las piedras por toda la costa mediterránea. Un día hasta detectaron alguno en una oficina del DNI de la Policía de Murcia. En su obsesión por ser el mejor, en su segunda etapa los perfeccionó aún más y no olvidó cambiar la firma de Wim Duisenberg, el presidente del Banco Central Europeo, por el de Jean-Claude Trichet, su sucesor. Eran muy bueno, pero no lo suficiente como para pasar por las máquinas que tiene cualquier comercio para detectarlos.
El año pasado lo localizaron en su domicilio y le juró al policía responsable de la operación que se había retirado, que le había visto las orejas al lobo. Pero meses después, en julio, lo vieron pedalear en su bicicleta hasta un chalet en San Pedro del Pinatar. Al verse sorprendido por el mismo comisario que estuvo en su casa, le besó la mano y le pidió perdón por haberle mentido. Se había dejado crecer el pelo y tenía prepardos varios documentos con una nueva identidad por si tenía que huir del país.
Comienza el juicio
Desde el martes se sienta en el banquillo de la Audiencia provincial de Murcia. La fiscalía solicita para él una condena de 15 años de prisión y el pago de una multa de 10 millones de euros por falsificar billetes por valor de ocho millones, entre los hallados en San Pedro del Pinatar y Beniaján. En su primera declaración ante la sala, el acusado se desdijo de su testimonio inicial ante la Policía y aseguró que se inculpó tras recibir amenazas de otro acusado, B.G. Pero el agente del Cuerpo Nacional de Policía que investigó los hechos explicó que cuando fue detenido, y en presencia de su abogado, González reconoció los hechos y que accedió a que se grabara un vídeo donde explicaba el proceso de falsificación.
Con él fueron detenidas otras dos personas de nacionalidad española y cuatro marroquíes como integrantes de la mayor red de falsificación de moneda conocida en España y una de las más importantes de Europa por la calidad de sus billetes.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Así se hace el lechazo deshuesado del restaurante Prada a Tope
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.