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EL NORTE
Jueves, 24 de julio 2014, 10:48
Una linterna, las botas de agua y el chubasquero siempre presentes en el maletero son tres de las señas de identidad del que busca caracoles: un plato laborioso pero jugoso para los que les guste disfrutar de este molusco de tierra. Porque los hay que los odian por su viscosidad y los hay que los aman por su sabor. Pero para que este manjar de tierra quede perfecto, lo primero es dejarlos una semana, tras recogerlos, colgados en una malla para que purguen los alimentos que han consumido. Pero si nos centramos en la cocina, la de este plato empieza en un balde.
Limpiarlos bien es una de las claves para que el caracol sepa bueno y siente bien al estómago. Se debe echar los animales recogidos en un recipiente con agua fría y sal gorda (algunos le echan también vinagre) y darles vueltas hasta que saquen gran parte del moco que tienen. Para ello es necesario repetir este paso varias veces. Al final, a parte de unos caracoles listos para poner en la cazuela, quedan unas manos con una suavidad digna de un bebé.
Tras haber reposado durante unas horas, los caracoles ya están listos para ser cocidos. Por ello es recomendable meterlos en una cacerola y poner el fuego para que empiece a hervir. Tras unos quince minutos cociendo, los caracoles deberán ser sacados y escurridos para prepararles con la salsa que uno quiera: acompañados de taquitos de panceta y jamón, con salsa de verduras... nosotros os recomendamos esta receta del Rincón del Labrador.
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