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Banjamín Redondo, con su libro. El Norte
Un viaje por el patrimonio agrícola

Un viaje por el patrimonio agrícola

El escritor navero Benjamín Redondo recoge un completo inventario de la huella que la actividad humana ha dejado en el campo castellano y leonés

Carlos Álvaro

Segovia

Lunes, 5 de mayo 2025, 10:43

«El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino, al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor». Benjamín Redondo Marugán (Nava de la Asunción, 1953) utiliza esta frase de José Ortega y Gasset para hablar de su último trabajo, 'Castilla y León, el granero de España', libro en el que ofrece un monumental recorrido de 970 páginas y 2.200 fotografías por el patrimonio industrial agrícola de una de las regiones más extensas de Europa. A través de un inventario exhaustivo de aceñas, molinos, fábricas, silos, pósitos y palomares, Redondo reivindica la identidad de una comunidad que produce casi el 40% de los cereales del país, y rinde homenaje a los agricultores que han forjado ese legado.

«Nací y crecí en Nava de la Asunción, núcleo harinero clave en la Segovia de antaño. Vivía pegado a la fábrica de harinas, que a mí me parecía un palacio impresionante», recuerda. Aquella fábrica simbolizaba la sofisticación de la industria harinera, pero los molinos y las fábricas de galletas y pastas también formaban parte del paisaje de su infancia. Esa temprana fascinación y una pregunta de su hijo –«¿de dónde viene el pan?»– fueron el acicate que Benjamín necesitaba para emprender un viaje que ha durado ocho años, empleados en recopilar información en las nueve provincias de Castilla y León. «Quería abarcarlo todo: desde los molinos de agua y viento hasta los silos, las llamadas 'catedrales del campo'», asegura. La obra, publicada por la Fundación Joaquín Díaz, incluye 950 fotografías de aceñas y molinos, 355 de fábricas de harinas y galletas, 50 de alhóndigas y pósitos, 120 de palomares y 310 de silos, pero también captura la esencia cultural de la agricultura, plasmada en un sinfín de soportes, desde los capiteles de las iglesias románicas hasta la literatura de Miguel Delibes. En definitiva, Redondo traza un recorrido meticuloso por toda la región, de norte a sur y de este a oeste, fruto de un abnegado trabajo de campo y de una profunda investigación en archivos regionales y estatales y hemerotecas como la de El Norte de Castilla, voz de la Castilla agraria desde los orígenes del diario, mediado el siglo XIX. «Al margen de las fotos, he pretendido historiar la cultura humana que rodea la actividad agrícola», apunta el autor.

Arriba, mujeres de Cantalejo fabricando trillos. Abajo, silo de Segovia y Molino del Duratón, en San Miguel de Bernuy.
Imagen principal - Arriba, mujeres de Cantalejo fabricando trillos. Abajo, silo de Segovia y Molino del Duratón, en San Miguel de Bernuy.
Imagen secundaria 1 - Arriba, mujeres de Cantalejo fabricando trillos. Abajo, silo de Segovia y Molino del Duratón, en San Miguel de Bernuy.
Imagen secundaria 2 - Arriba, mujeres de Cantalejo fabricando trillos. Abajo, silo de Segovia y Molino del Duratón, en San Miguel de Bernuy.

La conservación del patrimonio industrial constituye una de las grandes preocupaciones que Banjamín Redondo plasma en su texto. En Segovia, de los quince silos construidos en torno a 1950, trece pasaron a manos municipales, pero muchos perdieron su función tras la entrada de España en la Comunidad Económica Europea. «Algunos, como el de Cantalejo, han sido adquiridos por particulares para usos alternativos, mientras que otros, como el de Santa María la Real de Nieva, permanecen sin utilidad. El silo de Sepúlveda sale periódicamente a subasta, pero de momento ahí sigue, sin que nadie se haga cargo de él. La transformación de estos lugares en museos o archivos puede ser una salida que garantice su conservación. En general, hay una fuerza por mantener el pasado», asegura, y pone el acento en iniciativas como la Ruta de los Molinos del Eresma, en Segovia capital. En este sentido, son muchos los molinos reconvertidos en casas rurales, hoteles o albergues, y la provincia de Segovia es un buen ejemplo. «El Molino Grande del Duratón, en San Miguel de Bernuy, es un referente en turismo rural, pero también están el Molino de la Ferrería, en Villacorta, hoy convertido en hotel, o el Molino de los Señores, en la ciudad, transformado en albergue. Estas rehabilitaciones, impulsadas por el auge que el turismo rural ha adquirido tras la pandemia de covid-19, han salvado parte del patrimonio que, de otro modo, podría haberse perdido», señala Redondo.

«Quería abarcarlo todo: desde los molinos de agua y viento hasta los silos, las llamadas 'catedrales del campo'»

Más allá de los molinos, el autor documenta pósitos, alhóndigas y silos. En Segovia, el pósito de Sangarcía, pueblo que en su apogeo albergó numerosas empresas trigueras, es un ejemplo fascinante. La cilla de Cuéllar, de 1726, conserva intacta su documentación, que revela cómo se regulaba el almacenamiento de trigo. Redondo lamenta pérdidas como la fábrica de harinas de Turégano, pero celebra casos como el de la fábrica de Boceguillas, que sigue produciendo harina de alta calidad gracias a los trigos de la región. «Es un patrimonio vivo», subraya.

Inspirado por el propio Delibes, el escritor ve esta obra como una defensa de la personalidad regional y espera que empuje a valorar y proteger ese patrimonio industrial tan rico. En un mundo acelerado como el de hoy, su trabajo invita a detenerse y evocar las llanuras castellanas, donde los silos y molinos son testimonio de historias de esfuerzo, creatividad y arraigo.

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