La rehabilitación soñada de Álex Maroto: «Tengo ganas de demostrar»
El atacante gimnástico ha utilizado su ausencia para mejorar: «Antes cogía la pelota y no llegaba a pensar qué quería hacer»
Nadie quiere romperse el ligamento cruzado de su rodilla, pero si hay que pasar por el trance, que sea como Álex Maroto en la Gimnástica Segoviana. «Ha sido todo muy rodado». Si acaso, ha sido una prueba de paciencia, a sus 20 años, respetar los plazos y pasarse una semana más en el gimnasio cuando ya sentía que podía correr. «Siempre he estado muy adelantado en la lesión y el cuerpo técnico me frenaba porque hay que cumplir los plazos. Mi cabeza me pedía más». Volvió a entrenar con el grupo en noviembre, apenas seis meses después de pasar por el quirófano. Marcó el domingo uno de los goles más especiales de su vida, aunque fuera en un amistoso sin público. Y despide hoy la primera vuelta con su equipo en la visita al Nástic (17:30 horas) como un miembro de pleno derecho de un equipo asentado en Primera RFEF que retoma la competición como el equipo más en forma del grupo.
Maroto debutó con la Segoviana a las primeras de cambio. Salió por Dani Segovia y tuvo media hora en el duelo inaugural de la temporada pasada ante el Numancia. «Tengo un recuerdo muy feliz. Fue salir y no escuchaba nada, ni a la gente. Solo estaba concentrado en jugar». Una mezcla entre emociones y hacerlo lo mejor posible que resume sus inicios. «Para mí fue complicado afrontarlo, un equipo ya semiprofesional, pero con los compañeros y con la confianza de Ramsés, adelante». El lema de su entrenador, el de todos son importantes. «Cuando sales en la segunda parte, hacer un buen papel y que el nivel no baje, te ves importante, aunque no juegues de titular». El paso de los meses corroboró un mensaje que al principio recibió con cierta incredulidad en un grupo con gente con muchos galones. «¿Cómo voy a poder competir? Sales de juveniles y te ves abrumado. Al final es demostrarlo. A mí me ponía en el campo, yo daba lo que podía y él demostró que confiaba en mí».
Y se convirtió en un secundario habitual: «Es aprovechar la oportunidad». Su primera titularidad fue en noviembre ante el Ursaria, la peor derrota de la temporada. Una mejor opción para marcar diferencias que lo incierto de una suplencia. «Jugar diez minutos es más complicado porque el partido tiene un ritmo y tú entras a otro». Este recuerdo no fue bueno. «Tengo dos ocasiones; un tiro fuera del área que se me va muy cerquita del palo y otro que hago una picada al portero y me la sacan debajo de la portería». Tras una buena primera parte, los madrileños rompieron el partido en apenas cuarto de hora. «Si te vas con un 3-0 es que algo has hecho mal. Jugué los 90 minutos, pero eso te amarga toda la alegría».
Maroto fue a menudo la esperanza para ganar partidos igualados, el toque de frescura cuando Dani Segovia estaba cansado, pero no llegó el gol. «Es verdad que tenía bastantes ocasiones y al final, por mala suerte o por falta de puntería, no conseguí meterla». Agradece que nadie en el vestuario le presionase. «Lógicamente, siendo extremo o delantero, vives del gol. No es algo que me pesara en el día a día, pero tenía y tengo ganas de demostrar que puedo meter muchos goles».
La lesión llegó en su mejor momento personal y colectivo, tras el 5-0 ante el Cacereño para cerrar marzo. «Estaba entrenando muy bien, estaba rodado, me sentía muy cómodo». Todo cambia por un crujido en la rodilla, un suspiro. «Fue una disputa con Abel. Yo me llevé la pelota, se me fue un poco larga, me recortó y justo cuando quise reaccionar la rodilla se metió para dentro. Y hasta aquí». Intuyó la gravedad porque no podía trotar, por el dolor agudo, «se te empieza a hinchar, sientes que no la puedes mover», aunque luego se pasó y salió andando de La Albuera. Dos días hasta la resonancia, otra semana hasta que llegaron los resultados y dudas sobre si operarse o no. Porque el ligamento no estaba sano, lo que un año antes trataron como un esguince era ya una rotura parcial que ahora estaba roto hasta el 90%.
«Todos los compañeros me dijeron que operarme era lo mejor. Mi cabeza no quería, pero me acabaron convenciendo»
Cabía la opción de parar unos meses, recuperar la articulación lo máximo posible y rezar. Aquí es donde la experiencia de un vestuario con muchos cruzados rotos –Hugo Díaz y Diego Gómez son los más recientes– ayuda. «Todos me dijeron que operarme era lo mejor. La posibilidad de que se me rompiera totalmente y, además, tocara los meniscos, era muy alta. Mi cabeza no quería verse en esa situación, pero me acabaron convenciendo. Siendo joven, se supone que podía recuperar más rápido». El club, desde la directiva al banquillo, refrendó ese mensaje de calma. «Ramsés me dijo que la temporada siguiente iba a estar en el equipo, que me iba a esperar». Aunque tuvo que ver el ascenso desde la barrera. «Joder, qué ganas de poder por lo menos estar en el campo. Es una putada, pero aun así es una locura. Fui la persona más feliz, se vive una vez en la vida. No es solo una alegría individual, sino colectiva. Lo hemos conseguido contra todo pronóstico; nadie confiaba y nos hemos superado».
La fórmula para mantenerle en dinámica fue darle ficha del Turégano, de Regional, que actúa como filial. «La diferencia de categoría al final es muy grande. Al final decidimos que, si jugáramos, sería en el primer equipo». Una apuesta que demostró según fue quemando etapas. «En los entrenamientos, me empecé a encontrar muy bien y no he tenido ningún problema para dar el nivel». Porque ha vuelto mejor de la lesión. «Me ha venido muy bien para centrarme en lo que peor se me daba». La toma de decisiones, la calma. «Antes cogía la pelota y no llegaba a pensar qué es lo que realmente quería hacer». Un vestuario así ayuda a cualquier proceso. «Me he encontrado muy cómodo, mis compañeros son increíbles. Es que no puedo pedir más». La lesión 'soñada'.
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