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Que un chaval de sexto de Primaria salga de su colegio de Salou y tenga en la puerta un taxi del Barça para llevarle a ... entrenar significa que tiene algo. Esa furgoneta llevaba a aquel alevín de 12 años tres días a la semana a la Masía y le devolvía de vuelta a casa. Pero la experiencia demostró a Marcel Céspedes que no es oro todo lo que reluce: ese entorno de egos le enseñó lo que quería y lo que no. «Estaba un poco rayado, por decirlo así; a veces iba con miedo a entrenar. Y cuando me dijeron que no continuaba, me di cuenta de que la vida no se acaba. Si ves que no estás cómodo, quédate unos años en casa y si de verdad sirves para esto, ya te volverán a llamar». Y asumió en el Nástic de Tarragona, el club que le ha cedido desde enero a la Gimnástica Segoviana, la misión de ser futbolista. Sin atajos, curtiéndose donde toque.
La historia de una infancia con el balón cosido a los pies. «Me acuerdo de jugar en un campo de tierra… Parece que lo digo como si fuera un viejo, pero había muy pocos de césped. Básicamente, quería hacer lo que hacía mi hermano grande». Aleix, tres años mayor que él. Crecieron en un lugar que define todavía como 'pueblo', en una parte alejada del turisteo de un lugar que en verano pasa de unos 30.000 habitantes a casi los 200.000. «Se vive muy bien, tienes la playa a cinco minutos andando y Barcelona a una hora». Pese a tener la juerga en casa, siempre tuvo claras las preferencias. «Soy joven, obviamente, cuando si puedes te vas a tomar algo con los amigos, pero no soy de salir cuando no toca. Tenía muy claro que quería ser futbolista y lo estoy intentando. Yo veía a mis amigos de 16 años que se iban de fiesta los sábados y yo me quedaba en casa porque al día siguiente tenía partido».
Del Salou, donde se apuntó a los tres años, a clubes de alrededor como el Cambrils hasta que dio el paso como benjamín al Nástic, con su hermano. «Fuimos en un 'pack'». Y pasó de imitar sus pasos a descubrir su propio potencial. «Es una suerte ser zurdo porque hay menos, lo agradezco. Yo cogía el balón, me iba de gente, el chute… Aunque era pequeñito, iba a toda leche». Y se ganó la llamada con el Barça. «Estaba tranquilamente en casa y me cogieron mis padres, que querían hablar conmigo». Era el sueño cumplido para un culé desde siempre, fan de Jordi Alba. Era la temporada 2014-15, el año del triplete de Messi, Suárez y Neymar, con Luis Enrique como entrenador.
Una exigencia que se replicaba en la cantera. «Hay mucha presión. Es el mejor club del mundo y los entrenadores intentan inculcar los valores desde el primer minuto, que ninguno se crea superior». Pero la práctica era distinta. «Los egos en el vestuario, la gente que te hacía verte inferior al resto por cualquier cosita. Ya vas al entreno diciendo, ostras, no me apetece. Y eso, con un niño de 12 años, no puede ser». Y eso que se fue adaptando. «En los últimos dos meses me olvidé de eso, empecé a disfrutar más del fútbol y a meter más goles, pero ya fue tarde». Así que volvió al Nástic, donde echó raíces. «Presión fuera, ahora disfruta del fútbol». Antes de recalar en Segovia, pasó el tercer año de juvenil en el Levante; de ahí al filial del Deportivo de la Coruña para volver el año pasado a Tarragona con el filial, en Tercera. Allí se ganó la cesión al Alzira, en Segunda RFEF, hasta que saltó en enero a Primera RFEF como azulgrana. En poco más de medio año ha saltado dos categorías de un plumazo.
«Muchos niños te dirán que quieren ser futbolistas, pero en realidad no saben lo que hay detrás, los sacrificios para llegar a donde estoy yo ahora, que no es ni mucho menos donde me gustaría llegar». Desde la motivación a la responsabilidad. «Y no desesperarte, porque esto es muy largo. Hay gente que pega el 'boom' a los 25 y otra que a los 18». Si no es su destino, querría su propio gimnasio o centro de entrenamiento; en Alzira ya trabajó como monitor. Ventajas de una vida nómada. «La verdad es que me he movido bastante, no tengo problemas. A buscar oportunidades, es lo que hay. Si quieres cumplir un sueño, tienes que arriesgarte. Yo voy a hacer todo lo que esté en mi mano para ser futbolista».
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Por eso salió de Alzira, donde estaba muy consolidado. «Dar el salto de Primera RFEF es muy importante. El entrenador lo entendió y me dijo que no tenía ninguna duda de mí, que daría el nivel, a volar». Así que había poco que pensar. «Aquí los trenes son muy pocos y muy rápidos». Llegó a Segovia en el meollo de la peor dinámica del curso, con siete derrotas en ocho partidos. «Tengo muy claro que el objetivo se va a cumplir. Si se consigue la permanencia sería histórico». Aunque cueste 48 puntos. «Hay que pensar en positivo». Incluso tras la derrota ante el Celta. «Aún quedan 18 puntos y los otros equipos pueden perder. Es que puede ganar cuatro partidos seguidos y te colocas ahí». Esa filosofía de trabajar mejor que el día anterior. «Muchas cosas no dependen de ti, pero lo que sí, que esté hecho lo mejor posible».
Es otro chaval que ha caído de pie en Segovia. «El vestuario es increíble, te acogen súper bien desde el primer minuto, se preocupan por ti. Muy contento y muy agradecido». Nadie como él, que rechazó los egos cuando era poco más que un niño, para apreciar un entorno así. «Es un grupo muy humano y eso se refleja también en el campo». Por eso confía, en él no hay dudas: «Sé que se va a sacar todo».
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