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El Granollers tiene la victoria en el bolsillo y el último minuto es ya irrelevante, pero cuando los segovianos recuperan el balón para el último ataque, la afición se levanta y canta. Porque saben que no habrá más cánticos hasta septiembre y porque es su evaluación a la temporada. En un año que termina con tres primeras líneas en la enfermería como Luisfe, Nolasco y Borja Méndez, en el que los grandes han estado más lejos del radar que el anterior –se quedó a un gol de Europa–, es un éxito haber mantenido con holgura al equipo en Asobal y llegar a la última jornada, la visita del próximo domingo a Benidorm, en posesión de la octava plaza, que supone un atajo a la tercera ronda de la próxima Copa del Rey.
El partido sirvió de resumen al curso. Un buen inicio, superando a los grandes, pero el peso de plantillas más extensas –y con menos bajas– han forzado a los de Álvaro Senovilla a asumir que el siguiente escalón tendrá que esperar. Era el partido de las despedidas: la última vez que la afición navera verá a siete jugadores con su camiseta y el último partido a domicilio de un grande como Antonio García, que, fiel a la leyenda, estrenaba el marcador con un tiro forzado que se le escurrió a Buda. Con todo, empezó mejor el Nava gracias a las trazas diabólicas de Sasha, al lanzamiento de Nevado y a un penalti de Ahumada, el motivo por el que recibió en la previa su trofeo como jugador de abril de la Asobal. Un 5-3 esperanzador.
BM Nava
Matehus Buda, Luis de Vega, Isaías Guardiola (1), Alfredo Otero (1), Dani Pérez (2), Lautaro Robledo (1), Mario Nevado (7), Pancho Ahumada (2), Gonzalo Carró, Sasha Tiumentsev (6), Óscar Marugán (3), Gedeón Guardiola (1), Yeray Lamariano, Nicolás Bonanno (1) y Pablo Herranz (7).
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BM Granollers
Andrés Moyano (1), Víctor Romero (9), Tarcisio Freitas (4), Jordi Deumal (1), Oriol Rey (2), Abrahão (4), Gerard Domingo (1), Pablo Guijarro (2), Sergi Franco (6), Pol Chaves (1), Pablo Urdangarin (2), Antonio García (4), Pau Panitti y Roberto Rodríguez.
Parciales: 3-3, 6-6, 6-10, 10-14, 12-18, 15-20 (descanso), 15-25, 21-28, 25-30, 27-31, 32-35 y 32-37.
Árbitros: Macías de Paz y Ruiz Vergara. Señalaron tres exclusiones a los locales y una a los visitantes.
Incidencias: Guerrer@s Naver@s. Lleno. La infanta Cristina siguió el partido desde la grada. Al final, entregó las distinciones a los ocho jugadores naveros que dejan el club.
Pero el Granollers se puso a los mandos con la filosofía catalana: dura defensa para correr y agilidad de felino para reanudar la acción tras encajar gol. Con ese juego sin red, los parciales llegan solos. Si se junta alguna pérdida con la definición sublime, uno pierde el control del volante como si condujera sobre hielo. La rosca de Pablo Guijarro, el tiro de Sergi Franco desde el extremo derecho al palo largo, viendo un ángulo inasequible a la población general, o un precioso lanzamiento de cadera de García que no perdió un ápice de velocidad en el bote. Si a eso le sumamos las paradas de Roberto Rodríguez, negando como un policía el contraataque de Gonzalo Carró, tenemos un parcial de 7-1. Cuando Senovilla pidió el tiempo, la herida estaba ya abierta (6-10).
El problema cuando un equipo como el Granollers está enchufado es que marcar goles no vale para remontar, que su comodín del contragol –casi siempre exitoso– genera un estrés permanente. Intentó encadenar un parcial el Nava con una buena internada de Bonanno y una contra de Marugán, pero siempre estaba listo Víctor Romero para restablecer la renta. Se hinchó. Una frustración que el público trasladó a los árbitros al observar unos pasos de Pablo Urdangarin –de nuevo, con la infanta Cristina en la grada– o la sucesión de penaltis. La cosa desembocó en una doble exclusión –la de Gonzalo Carró en la pista y la de Gedeón en el banquillo– que dejaron a los segovianos con cuatro jugadores en defensa. Hombres contra niños. La cosa no fue a más por dos goles de Nevado, el ejecutor local más fiable, y porque el lanzamiento de Urdangarín en la última acción del primer tiempo no estuvo a la altura de su portentoso salto (15-20).
Salió mejor el Nava y Nevado tuvo el -3, pero Rodríguez lo negó con una hábil parada con los pies y desató en un suspiro el parcial definitivo. Dos goles rápidos de Víctor Romero y una contra demasiado fácil de Domingo tras una inocente pérdida navera forzaban a Senovilla a parar el partido, aunque no taponó de primeras la herida, pues un gol de Oriol Rey –elegido mejor especialista defensivo de la liga– en el pivote y otro de Jordi desde el extremo engordaban la renta al +9 tras un parcial de 5-0. De lo que pudo ser un 17-20 a un 16-25.
Un marcador demasiado sangrante. Lo sabía el Granollers, que ya perdió una renta de siete goles el año pasado y tuvo que recurrir al mejor García para asegurar la victoria en el tramo final. Hubo varios pilares para volver al retrovisor de los catalanes. En defensa, Buda empezó a parar, saliendo como un ogro a seis metros para cerrar esos ángulos imposibles a los extremos. Esas intervenciones dieron confianza a la defensa, que entorpeció la circulación en estático y forzó varias situaciones de aviso de pasivo: balones calientes que caían casi por decreto en manos de García, sin hazañas en la recámara. El ataque cortó las pérdidas y Sasha empezó a aparecer por cualquier costado, creando un sinfín de desequilibrios que se traducían en autopistas al pivote para un Pablo Herrranz que se hinchó ante su rival favorito. Le marcó siete goles más los seis de la primera vuelta. El parcial no iba a llegar por marcar más, sino por encajar menos. Y pusieron, esta vez sí, el -3 tras una asociación entre el ruso y Marugán, la guinda a un parcial de 10-4.
Pero la reacción llegó tarde porque el Granollers tiene hechuras para evitar colapsos. El gol de Víctor Romero tras el tiempo muerto o un misil de Freitas desde nueve metros invalidaban la racha sin fin de Herranz. Así que solo quedó celebrar el último ataque mientras el único equipo al que no ha ganado el Nava en Asobal junto al Barça dejaba Tierra de Pinares como segundo de la Asobal tras el tropiezo del Bidasoa.
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