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Laura López
Segovia
Viernes, 11 de diciembre 2020, 07:07
Un análisis más sosegado de la pandemia desde una situación más aliviada que la de que vivió la provincia en la primera ola ha permitido ... prestar atención a los efectos que la crisis sanitaria ha tenido en las personas más mayores, más allá de los trágicos finales que en muchas ocasiones han tenido los contagios en personas de avanzada edad. En muchos ancianos que no lo han padecido la pandemia ha causado otros estragos debido al miedo, el aislamiento social o la interrupción de su rutina.
La jefa de la sección de Geriatría del Hospital General de Segovia desde hace tres años, María Teresa Guerrero, explica que desde que se desató la pandemia y, una vez se han podido retomar las consultas, son muchos los pacientes que llegan derivados a esta especialidad porque las familias señalan que sus mayores están más despistados, tienen problemas de memoria o se han vuelto más dependientes. Además, ella también ha notado más problemas de movilidad en ellos, que su estado de ánimo es de tristeza o preocupación y un significativo deterioro cognitivo.
A los que ya padecían enfermedades crónicas como diabetes o insuficiencia cardíaca se les ha «descompensado», según Guerrero y, los que estaban bien, ahora están peor: «Tienen mucho miedo, no han recuperado las relaciones sociales, salen mucho menos a la calle, están más deteriorados, se les ve que les ha afectado», relata la doctora, especializada en Geriatría desde hace casi veinte años.
El Hospital de Segovia es el único de todos los hospitales públicos de Castilla y León que tiene un servicio de Geriatría completo. Su responsable apunta que cuando el centro recibió la «avalancha» de pacientes covid en marzo, todas las especialidades desaparecieron para que todos los profesionales formaran equipos y subequipos que se repartían las plantas y se dedicaban sólo a tratar la nueva enfermedad. A los pacientes no covid que se encontraban en mejor estado se les envió para casa, forzando un poco su alta, y los que estaban más graves, se les trasladó a otros centros como al Hospital Recoletas, hasta el punto de que el hospital entero se transformó en un centro covid. Durante los peores momentos de la pandemia, la Unidad de Geriatría suspendió las consultas, como todas las demás, y durante las peores semanas no pudo hacer un seguimiento de los pacientes, debido a la gran presión asistencial.
A partir de verano, cuando se fueron liberando algunas zonas y a parte del personal, se retomó poco a poco las consultas hasta ahora, cuando se lleva a cabo una suerte de «agenda mixta», entre presencial y telemática. Si antes en una mañana podían pasar hasta diez personas por ella, ahora acuden unos cuatro, muy escalonados en el tiempo para que no coincidan, y el resto son atendidos por teléfono.
Guerrero admite que por las particularidades de sus pacientes, la asistencia telefónica, no resulta muy eficiente: «Muchas veces no te oyen, o no tienen la medicación al lado», dice la doctora. Además, con este mecanismo se pierde la figura del cuidador, un familiar o profesional que normalmente acompaña al anciano al médico y con el que la comunicación es más fluida. «Es poco operativo porque tardas mucho y le sacas muy poco resultado», lamenta la geriatra.
La Unidad de Geriatría del Hospital tiene 16 camas de pacientes agudos y cinco de cuidados paliativos, la consulta externa y el Hospital Geriátrico de Día, ubicado en el sótano del centro y al que acudían antes de la pandemia –ahora está cerrado– unos diez ancianos por día, la mayoría de ellos un par de veces por semana.
En ellos realizaban actividades como terapia ocupacional que les ayudaba a recuperarse de algunas lesiones como una fractura de cabeza, un ictus o a llevar mejor enfermedades como el párkinson. Este hospital constituía «un pilar fundamental» para los mayores, pero debido a las situación epidemiológica, permanece cerrado y sin previsión de que esta condición cambie, ya que las actividades están diseñadas para ser realizadas en grupos, lo cual no tiene cabida en la actualidad.
De la primera ola, Guerrero conserva recuerdos muy tristes, sobre todo de las personas mayores que llegaban a Urgencias «ya muy pasados», en la mayoría de los casos con neumonías graves o insuficiencia respiratoria. Pero prefiere extraer el lado positivo, la gran lección: «Nunca más va a haber nada como la primera ola», asegura la doctora, quien cree que el equipo médico del Hospital ha salido «muy reforzado» de la traumática situación. También señala cómo otros factores los materiales de protección que ahora sí hay, la capacidad y rapidez para hacer PCR y la gran ayuda que supone las labores de rastreo.
«Al principio nos superó, en cuanto a la cantidad de pacientes, pero también por el tipo de enfermedad. Ahora sabemos, por ejemplo, lo que no hay que hacer, qué tratamientos no sirven de nada y cuáles sí», relata Guerrero. La razón por la que el coronavirus 'se cebó' con los mayores es porque este sector de la población es más vulnerable, más frágil y más dependiente, además de que suelen sufrir pluripatología y estar más medicados que el resto de ciudadanos. Sin embargo, la doctora Guerrero recuerda que esto ocurre con todas las enfermedades, no solo con el virus: «Lo destacable habría sido que no afectara más a los mayores, no sé de una sola enfermedad que no funcione así», señala.
La doctora también cree que este aprendizaje servirá a las residencias de ancianos, en las que, sin embargo, cree que es muy difícil frenar la propagación del virus porque son espacios diseñados para la convivencia y para que los mayores pasen tiempo juntos.
Preocupa especialmente esta cuestión de cara a las navidades, época de reunión familiar y aumento de las visitas a las residencias. En opinión de Guerrero, los centros sociosanitarios deberían restringir estas reuniones en tiempo y número de familiares, pero no suspenderlas, porque esto tendría efectos psicológicos negativos en los ancianos. En este sentido, la sanitaria celebra cómo la sociedad ha «agudizado» su ingenio para remediar a través de la tecnología esta falta de conexión interpersonal.
En general, la geriatra opina que la de nuestros mayores es «una generación muy dura», con una capacidad para sobrevivir a las desgracias mayor que la que tienen, por ejemplo, los jóvenes de hoy, en parte por haber pasado una guerra y «levantado el país» tras ella: «Eso curte», asegura María Teresa Guerrero.
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