500 toneladas de basura sobre las Ferias y Fiestas de Segovia
El 23 de junio de 2001 empezó una huelga en el servicio de recogida de residuos que amargó a los segovianos durante doce días interminables
El fantasma de una huelga de recogida de basuras vuelve a ceñirse sobre Segovia a las puertas de las Ferias y Fiestas de San Juan y San Pedro. Si las negociaciones no prosperan, la ciudad podría vivir desde el 21 de junio una pesadilla similar a la del año 2001, cuando la plantilla de FCC eligió las fiestas patronales para secundar una de las huelgas más agresivas que se recuerdan en la ciudad del Acueducto.
Aquel conflicto laboral que duró doce días completos, del 23 de junio al 4 de julio, desesperó a los vecinos, arruinó las Ferias y Fiestas y abrió una brecha insalvable en el gobierno municipal que formaban Unión Centrista y PP. Los empleados de FCC-Medio Ambiente, empresa ya entonces adjudicataria del servicio de recogida de basuras y limpieza viaria, convocaron una huelga para reclamar mejoras salariales y condiciones laborales más justas. Las negociaciones con la empresa se estancaron, y la falta de acuerdo derivó en un paro coincidente con el comienzo de las fiestas patronales, momento especialmente delicado debido a la afluencia de visitantes y la llegada del calor.
La huelga empezó la víspera de San Juan, y en los primeros días, solo los barrios periféricos –donde los servicios mínimos eran más que imperceptibles– comenzaron a notar sus consecuencias. Pero la acumulación de basuras que experimentaron Nueva Segovia, La Albuera, San José o San Lorenzo fue extendiéndose cual mancha de aceite, y los vecinos disfrutaban de las fiestas como podían, entre bolsas de basura amontonadas, residuos esparcidos en cada esquina y un olor a putrefacción insoportable como consecuencia del calor extremo.
No tardó el Ayuntamiento de Segovia en reprochar a los representantes de los trabajadores la ineficacia de los servicios mínimos, y el conflicto se radicalizó a medida que pasaban las horas. La mañana del 26 de junio, los empleados protagonizaron escenas de tensión en la plaza de Colmenares, junto a los Zuloaga, donde varios concejales del Ayuntamiento habían asistido a la inauguración de la reforma del espacio verde situado en la parte trasera de San Juan de los Caballeros. Los abucheos e insultos arreciaron, e incluso se volcaron varios contenedores de basura al paso de los ediles del PP. La Policía Local tuvo que intervenir.



La mediación del entonces alcalde, José Antonio López Arranz, abrió una vía de solución, pero los trabajadores acabaron rechazando la subida salarial planteada en una de las reuniones que mantuvieron con la empresa y el propio regidor, y el conflicto cobró un cariz muy feo a la altura del día de San Pedro, cuando los efectos del paro eran ya más que evidentes, con centenares de kilos de basura sin recoger y los gusanos campando a sus anchas en todos los contenedores. Con las fiestas acabadas, la tensión se instaló en las calles. Comerciantes y hosteleros se mostraban dispuestos a recoger la basura próxima a sus establecimientos, mientras la empresa desoía el decreto de Alcaldía que obligaba a FCC a retirar toda la basura en cuarenta y ocho horas. Entendía que no se daban los supuestos de catástrofe o grave peligro, y la sustitución de los huelguistas estaba prohibida.
A las cuatro de la madrugada del 5 de julio, los trabajadores y la empresa alcanzaron un preacuerdo que desencallaba el conflicto
El 3 de julio, elementos incontrolados incendiaron seis contenedores rebosantes de basura en la confluencia de las calles Independencia y Gobernador Fernández Jiménez. Al día siguiente, la Federación Provincial de Asociaciones de Vecinos amenazó con actos de protesta si no se procedía de inmediato a la limpieza de las calles: los ciudadanos estaban dispuestos a encerrarse en las dependencias municipales. Al no encontrar empresas que asumieran la recogida, el Ayuntamiento convocó a la Junta de Protección Civil y se querelló contra FCC, que despidió a un trabajador y sancionó a otros seis, lo que exacerbó aún más el ánimo de los huelguistas.
La intervención de la Junta de Castilla y León resultó decisiva. La entonces consejera de Medio Ambiente, Silvia Clemente, comunicó al alcalde que la Administración regional retiraría la basura conforme a las competencias de la Ley de Actividades Clasificadas. La opinión de Sanidad pesaba mucho: la descomposición de la materia orgánica podía dar lugar a la aparición de microorganismos patógenos y producir gases, metano fundamentalmente, con la consiguiente generalización de olores indeseables, nocivos y peligrosos. «El almacenamiento inapropiado contribuye a la proliferación de insectos, roedores y otros animales que pueden actuar como vectores en la transmisión de enfermedades».
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El alcalde centrista siempre vio la mano del PP detrás de la prolongación de una huelga que dejó su popularidad por los suelos. El pacto de gobierno estaba roto, aunque la coalición siguió tirando un año y algunos meses más. «Después de dos años nos hemos dado cuenta de que se te puede desvalorizar por ser una minoría que trabaja, mientras otra mayoría no aparece por esta casa cuando hay crisis», dijo López Arranz, cabeza visible de una coalición integrada por dos concejales de Unión Centrista y doce del PP.
A las cuatro de la madrugada del 5 de julio, los trabajadores y la empresa alcanzaron un preacuerdo que desencallaba el conflicto. Los empleados se comprometían a aumentar los turnos para eliminar las 500 toneladas de basura acumuladas en toda la ciudad durante doce días interminables que no deben caer en el olvido.
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