Más luz sobre el esgrafiado
Una investigación del historiador Rafael Ruiz Alonso demuestra que la técnica hunde sus raíces en el periodo musulmán
El Norte
Lunes, 13 de octubre 2014, 12:50
Si hace unos días el esgrafiado era noticia por la publicación, en la revista Goya, de la primera visión integral de esta técnica decorativa en el Renacimiento español, el pasado viernes volvió a serlo con motivo de la lección inaugural del Curso 2014-2015 de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce. La conferencia abordó un tema tan desconocido como es el esgrafiado islámico y su influjo sobre las realizaciones mudéjares del final de la Edad Media. Se trata, de nuevo, de una investigación del historiador Rafael Ruiz Alonso, apoyada por la Diputación Provincial de Segovia, el Instituto de Cultura Tradicional Manuel González Herrero y la Real Academia segoviana, dentro del proyecto Corrientes nacionales e internacionales del esgrafiado.
Ruiz abordó por primera vez, de manera monográfica, el papel desempeñado por este revestimiento en la arquitectura de Al-Ándalus y norte de África entre los siglos X y XV, periodo que supone el gran preámbulo técnico y ornamental para las posteriores realizaciones bajomedievales, ya dentro del contexto cristiano. De esta forma, uno de los periodos más oscuros de la historia del esgrafiado pasa a contar ahora con evidencias en murallas, interiores domésticos, alcazabas, edificios religiosos y torres de vigía, correspondientes a los periodos califal, almorávide, mardanisí, almohade y nazarí, probándose así el carácter mudéjar que el mundo científico había intuido y no demostrado en las manifestaciones segovianas. Tan amplia cronología se corresponde igualmente con un no menos dilatado horizonte geográfico, dado que tales manifestaciones se rastrean en Andalucía, Extremadura, Levante, ambas Castillas, así como en Portugal, donde la aparición del esgrafiado, hasta ahora fijada en el siglo XV, ha de retrotraerse más de trescientos años, como evidencian varias fortalezas almohades.
Desde la perspectiva que ofrece el universo islámico, el capítulo medieval del esgrafiado segoviano también cambia por completo, puesto que en la práctica en contra de lo que se pensaba este tipo de decoración fue enteramente desarrollado bajo la dominación musulmana, e incluso sus caracteres ornamentales más acusados se presentaban ya en viviendas del yacimiento arqueológico granadino de Madinat Ilbira (correspondientes al siglo X), en la Qubba Al-Barudiyyn de Marrakech (terminada en 1120), en el alminar de la mezquita Kutubiyya en la misma ciudad (finalizado en 1195) o en varios muros de la alcazaba de Granada (pertenecientes al siglo XIV).
Sin embargo, Segovia no se limitó a recibir y a aplicar la herencia islámica del esgrafiado; antes bien, la ciudad y la provincia se convirtieron a partir de mediados del siglo XV en un campo experimental técnico y decorativo sin parangón, que revolucionó por completo el panorama que hasta entonces ofrecía este revestimiento. Aún se conservan importantes y numerosas realizaciones de ese momento, dando cuenta del insólito arraigo del esgrafiado en esta provincia: Alcázar de Segovia y castillos de Coca, Cuéllar, Pedraza y Manzanares el Real (entonces en tierras segovianas); conventos y monasterios de San Antonio el Real, Santa María de los Huertos, Santa Cruz la Real o San Pedro de las Dueñas (Lastras del Pozo); iglesias de San Juan y Santa María en Aguilafuente; casas nobiliarias como el Torreón de Lozoya, Casa de los Campo, Torre de Arias Dávila, Palacio de Aguilar, la Casa de los Peces, etcétera. Por otro lado, Segovia pudo ser también un foco irradiador de este procedimiento artístico, dado que edificios tardomedievales de las provincias de Ávila, Toledo, Madrid, Soria e incluso Guipúzcoa siguen las pautas establecidas en las fachadas segovianas, contando incluso con los mismos diseños decorativos.
Por último, las conclusiones de este trabajo de investigación tienen también consecuencias muy importantes más allá de nuestras fronteras, puesto que dejan sin apoyatura los supuestos teóricos sobre los que la bibliografía internacional ha construido durante siglos la historia del esgrafiado, considerándolo una invención italiana que se difundió por Europa durante el Cinquecento. Muy al contrario, la realidad demuestra que a lo largo del siglo XII almorávides y almohades emplearon el esgrafiado a ambos lados del Estrecho, siendo muy posible que el califato almohade utilizara esta técnica como imagen identificativa de su imperio. La Península Ibérica pasa así a ostentar el privilegio de ser el lugar donde se conservan los esgrafiados más antiguos de Europa, al tiempo que Segovia queda posicionada como la demarcación donde todavía se mantiene viva esa misma tradición medieval.
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