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Richard reside en su Galicia natal. El Norte
40 años de la Copa de la Liga del Real Valladolid

Richard, cuando la vida escupe la suerte

«Hugo Sánchez me dijo que jugáramos al fútbol y yo le contesté que no estaba allí para jugar al fútbol, sino para que él no jugara»

José Anselmo Moreno

Valladolid

Jueves, 27 de junio 2024, 06:56

Lo último que dice Richard tras más de una hora al teléfono es una frase rotunda y que define su vida: «A veces la vida te escupe la suerte» y él, hijo de emigrantes en Alemania, lo vivió así en momentos muy puntuales, sobre todo después de dejar Pucela.

Para ponernos en contexto, Richard era un jugador muy duro y con pinta de macarra, como él mismo reconoce. Hacerle gol al Real Valladolid en aquella época no era fácil. De hecho, el Atlético de Madrid no hizo ninguno en aquella final de la Copa de la Liga. Richard se llevó un par de broncas de Fenoy durante el partido pero estuvo impecable como lateral zurdo o marcando a Hugo Sánchez.

Cómo iba a ser fácil encajar si hubo temporadas en que coincidieron en su retaguardia Fenoy, Richard, Jacquet, Santos y Sánchez Valles. Era una zaga terrorífica, a cual más aguerrido. Sin embargo, tal vez, Ricardo Moar Ríos, Richard (Ordes, La Coruña, 20-9-1953) era el que más, aunque después era «buen tío», dicho por todos sus compañeros.

Al respecto de la temporada 83/84, cuenta que García Traid no fue el mismo que en la campaña anterior. «Vivía en Salamanca, venía cada día y yo le encontraba distante, apenas hablaba y nos hacía correr y machacarnos en El Pinar. Llegó Redondo, empezamos a entrenar de otra manera, más con balón, y todo aquel trabajo físico acumulado explotó en la copa, los últimos dos meses íbamos como tiros, llegabas a todo y recuperabas rápido», afirma.

Es curioso lo de Richard, contrastaba su dureza mientras fue jugador con su carácter amable fuera del terreno de juego. Fue muchos años secretario técnico del Deportivo, asesor personal de Lendoiro, y cuando el Real Valladolid visitaba su tierra se desarmaba en atenciones hacia la expedición.

Richard llegó aquí con un bagaje notable, debutó en Primera con 18 años en la temporada 72/73 e incluso había estado en una prelista de Kubala para la selección. Tras el descenso de un Deportivo en el que la estrella era Buyo se vino al Real Valladolid, que pagó por su traspaso, ante la insistencia de Ramón Martínez, a quien define como un «adelantado a su tiempo».

Su salida del club vallisoletano, tras un encontronazo con Cantatore, primero no me la contó él sino el entrenador chileno durante una comida y él corrobora ahora esa versión, que no es tan grave como la que circuló durante años. Richard estaba entonces divorciándose de su primera mujer que vivía en La Coruña (algo que nunca le dijo al técnico) e hizo una entrada dura a un canterano durante un entrenamiento porque estaba más irascible de la cuenta. El chileno le dijo que si volvía a hacerlo lo echaba al vestuario. Volvió a dar otra patada poco después y respondió: «no me eche, míster, que ya me voy yo». Cogió el coche y se fue a La Coruña.

Ese verano Richard tenía competencia dura en el puesto y andaba también algo tenso por eso. Tras aquello, Cantatore lo expulsó y le apartó del equipo. Lo curioso es que Richard tenía muy buen rollo con los futbolistas de cantera, a quienes cuidaba especialmente. Ya por entonces, el técnico chileno había descubierto que Torrecilla y Juan Carlos podían jugar, y muy bien, de laterales y recomendó la salida de Richard porque quería trazar una línea de autoridad.

El defensor gallego era persona noble, con detalles conmovedores hacia los demás, pero a veces tenía un carácter de mil demonios. Cuando se dio cuenta de que su entrenador tenía razón y que se le había cruzado el cable fue a picar el timbre de la entonces casa de Cantatore en la calle Puente Colgante para pedirle perdón. Como la vida encierra trampas extrañas, aquel percance con Cantatore fue bueno para todos. El chileno ya había descubierto a jugadores que acabaron siendo internacionales sub 21 esa misma temporada y se quitó de encima a un suplente que hubiera vivido atormentado. Por su parte, Richard volvió al Deportivo, donde jugó varias temporadas.

Al principio no le fichaban pero allí estaba de lateral Mauri, que era demasiado ofensivo y tuvo pifias gordas en dos partidos seguidos, lo que permitió a Richard firmar por el Depor. Tras el fútbol, Richard fue comercial en un concesionario de Opel y después fue un reputado director deportivo que hizo fichajes rentables para el club y que lo llevaron a competición europea. Aquel dice que fue otro golpe de suerte, en el que participó el exselecionador Javier Clemente (una larga historia), pero él ya se había formado y sacó los títulos de entrenador y director deportivo. Lo primero que hizo fue un informe de Flavio Conceicao en Brasil.

Fue durante algún tiempo el Monchi de Riazor, su visión para ver futbolistas de calidad era inversamente proporcional a la calidad de sus centros cuando lo ponían de lateral izquierdo, banda en la que se vio obligado a actuar en Pucela tras la irrupción de Pepín, Aracil y esporádicamente, Pastor.

Cuenta una anécdota de la final de la Copa de la Liga con Hugo Sánchez: «Me dijo que jugáramos al fútbol y yo le contesté que no estaba allí para jugar al fútbol sino para que él no jugara al fútbol». Admite que el equipo aquel día hizo «un partidazo» y que quieres salieron del banquillo aportaron mucho. Richard está en fotos importantes de la historia del club. Fue campeón de esa Copa de la Liga en el 84 y también fue titular en el partido inaugural del Nuevo Zorrilla. Vistió la blanquivioleta en 117 partidos y, de hecho, Pepe Moré y él están en casi todas las fotos de una franja temporal de cinco años gloriosos.

Además de ser secretario técnico del Deportivo en varias etapas, también trabajó en la dirección deportiva del Udinese italiano, del Hannover alemán y en el Cádiz. Próximamente trabajará de ojeador para otro club alemán, idioma que habla perfectamente.

Por cierto, hay una segunda parte de esa historia con Cantatore de Richard. En junio del 85, durante las vacaciones previas al referido incidente, una pitonisa le predijo al jugador que tendría problemas con el nuevo entrenador y la misma adivina le aconsejó que no viajara en avión. Así las cosas, el jugador tuvo que ser autorizado en su retorno al Depor para viajar en tren o autobús en los desplazamientos del equipo. Un gallego y las meigas. Ya se sabe.

Suplemento especial de los 40 años de la Copa de la Liga, el sábado 29

Son múltiples los factores que deben concitarse para que un club humilde como el Real Valladolid, a años luz en presupuesto de los grandes transatlánticos del fútbol español, conquiste un título nacional. Y todas esas circunstancias confluyeron hace cuarenta años para hacer realidad el que hasta la fecha sigue siendo el único trofeo oficial de la entidad blanquivioleta en sus 96 años de historia. Aquella imagen icónica de Pepe Moré levantando la Copa de la Liga, que hubo de pasar por los líquidos de revelado para ser publicada dos días después, continúa en el imaginario de los aficionados más veteranos. Y con esa foto acaparando la portada, El Norte lanza el sábado día 29 de junio un Suplemento Especial para recordar de la mano de los protagonistas todos y cada uno de los detalles que rodearon aquella gesta.

Una temporada irregular en lo deportivo, en lo que a la liga doméstica se refiere, que acabó en celebración gracias a una plantilla que se nutrió de la cantera y que hubo de sobreponerse a un cambio de entrenador. El relato de cómo se llegó a conquistar el título, las múltiples anécdotas que dejó el proceso para llegar a levantar el trofeo, y las vivencias de los jugadores que pasaron por aquel vestuario forman parte del Especial que publica El Norte de Castilla. También una conversación entre el director deportivo (Ramón Martínez) y el entrenador de aquel equipo (Fernando Redondo), que cuarenta años se han vuelto a encontrar para repasar, ya con la perspectiva y el poso que deja el paso del tiempo, todo lo que rodeó y acompañó a aquel éxito deportivo.

Un suplemento que es una pieza de coleccionista para los aficionados más veteranos del Real Valladolid, y que se entiende también como una lección de historia para los más jóvenes que no disfrutaron de aquel hito y que solo lo conocen por boca de sus padres y abuelos.

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